Seguimos compartiendo más vivencias de nuestros voluntarios. María Belén Sánchez nos escribe sus reflexiones que nacen de su contemplación, experiencia y encuentro con el otro. Los invitamos a transitar por estos escritos que nos humaniza y da esperanza.
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Recibimos el testimonio de Julio Gómez Jean, joven de "El Seybo" en República Dominicana. Él nos transmite su confianza en la Providencia del Señor para superar las carencias que vive su familia y que él particularmente experimenta para encontrar una vida más digna.
Es una gozada acompañar y leer cada una de las anécdotas de nuestros voluntarios en los diferentes países que se encuentran. Sin duda, darse es en la vida lo más satisfactorio que podemos hacer por el que más lo necesita. Les compartimos el testimonio de María Belén Sánchez que nos escribe desde El Seybo en Republica Dominicana.
Ser misionero es vivir una experiencia inolvidable. La vida que se contempla a cada lugar que llegan es valiosa. Nuestras voluntarias Ana, Beatríz y Rocío están experimentándolo al subir montañas, compartir con comunidades nativas, al hacer vida intercultural pero sobretodo a llevar esperanza y alegría.
Con alegría les compartimos las vivencias de nuestras voluntarias Ana, Beatriz y Rocío, quienes se encuentran realizando tareas misioneras en el Alto Urubamba en Cusco, Perú.
Nos escribe Ana Sterling, becaria de El Seybo en República Dominicana. Ella nos comenta en su testimonio que se siente contenta por el apoyo en su educación que le ha ayudado a formarse para pensar en un futuro más provechoso. Además expresa su agradecimiento a la gente que la acompañó para crecer personal y educativamente.
Hubo un tiempo en el que los ciudadanos del Sudán del Sur dijeron que estaban hartos de opresión, discriminación y guerra… las circunstancias eran favorables y la comunidad internacional hizo las cosas bien poniéndose manos a la obra para hacer posible que se pudiera oír la voz de la gente en esta región – la cual se manifestó en abrumadora mayoría por la independencia del norte árabe – lo cual desembocó en un proceso de autodeterminación que tuvo su colofón el 9 de Julio de 2011, fecha que desde entonces se ha venido a llamar “Día de la Independencia”.
Recorrer Manabí es recoger los pasos del dolor, de la desolación, de la destrucción y el miedo. Plásticos improvisando techos, cocinas, ollas, colchones y ropa a las orillas de las calles y carreteras. Casas que parecen maquetas, porque les faltan partes, paredes, techos, pisos, que aun guardan objetos que representan años y años de trabajo, de sudor y esfuerzo. Familias esperando la noche para acurrucarse juntas, para esperar otra vez el día, para ver si amanece definitivamente.