Si me sugieren escribir sobre la Misión, inevitablemente mi mente y mi pluma viajan a tierras lejanas o entrevistas cercanas en las que he podido conocer la labor de misioneros y misioneras de carne y hueso. Sus historias son dispares y se desarrollan en circunstancias diversas: desde el religioso italiano José Arghese, que lleva años poniendo sus conocimientos de ingeniería al servicio de la población de Tuuru, al noroeste del monte Kenia, para que a través de kilómetros de tuberías y canalizaciones 250.000 personas puedan disponer de agua procedente del bosque de Nyambene; hasta la franciscana Mª Francisca Sánchez Rivero, que atiende a niños sordos en Tánger y les da una oportunidad de comunicarse e integrarse en la sociedad marroquí. Sus historias, las de tantos y tantas misioneros repartidos por el mundo, están plagadas de tareas como cavar un pozo o curar unas llagas, construir una escuela o acompañar a un moribundo. ¡Les he visto trabajar tanto! ¡Arriesgar tanto! ¡Amar tanto!
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Reflexiones de hace unos años sobre a solidaridad:
Presentción de la campaña del Domund 2016: SAL DE TU TIERRA.
Juan Carlos Montenegro, de la ONGD salesiana Jóvenes y Desarrollo, escribe el siguiente artículo sobre las preguntas que nos hacemos a la vuelta de una experiencia de misión.
Estamos contentos de compartir más testimonios con ustedes.
Desde Camboya (Asia) nos escriben nuestras voluntarias Esther y Natalia para contarlos su experiencia misionera. Camboya es lugar que alberga gente acogedora, llena de ternura y respeto por los demás.
Recibimos el testimonio de Julio Gómez Jean, joven de "El Seybo" en República Dominicana. Él nos transmite su confianza en la Providencia del Señor para superar las carencias que vive su familia y que él particularmente experimenta para encontrar una vida más digna.
Es una gozada acompañar y leer cada una de las anécdotas de nuestros voluntarios en los diferentes países que se encuentran. Sin duda, darse es en la vida lo más satisfactorio que podemos hacer por el que más lo necesita. Les compartimos el testimonio de María Belén Sánchez que nos escribe desde El Seybo en Republica Dominicana.