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"Que me den una dirección y les enviamos a esa pobre gente". Lo dijo hace nueve meses el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, tras las críticas recibidas por las 'devoluciones en caliente' en Ceuta, pero ya hacía tiempo que la frase se había convertido en un lugar común del 'cuñadismo' español. Aunque el argumento es global: la líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, también se descolgó con un "¿ha acogido usted a inmigrantes en su casa?" durante una entrevista televisiva con Ana Pastor.

Hasta ahora no pasaba de ser una manera bastante pobre de zanjar cualquier discusión sobre problemas migratorios, pero en la reciente ola de solidaridad por la crisis de los refugiados sirios, cada vez son más las personas que se dicen dispuestas a ofrecer un lugar en su casa. Una reacción novedosa a gran escala... pero que algunos llevan años practicando de forma discreta y anónima.

Extraido del blog Jóvenes en Misión

"Que me den una dirección y les enviamos a esa pobre gente". Lo dijo hace nueve meses el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, tras las críticas recibidas por las 'devoluciones en caliente' en Ceuta, pero ya hacía tiempo que la frase se había convertido en un lugar común del 'cuñadismo' español. Aunque el argumento es global: la líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, también se descolgó con un "¿ha acogido usted a inmigrantes en su casa?" durante una entrevista televisiva con Ana Pastor.

Hasta ahora no pasaba de ser una manera bastante pobre de zanjar cualquier discusión sobre problemas migratorios, pero en la reciente ola de solidaridad por la crisis de los refugiados sirios, cada vez son más las personas que se dicen dispuestas a ofrecer un lugar en su casa. Una reacción novedosa a gran escala... pero que algunos llevan años practicando de forma discreta y anónima.

"No es caridad, es justicia"

"Que me den una dirección", pedía el ministro. Podemos hablar de un barrio: el de la Ventilla en Madrid. Una zona humilde a la sombra de las torres KIO, el obelisco de Calatrava y las descomunales Cuatro Torres. Allí, a espaldas de los logos empresariales que coronan los rascacielos, encontramos pisos donde conviven españoles y migrantes africanos después de que los primeros abrieran las puertas de su casa a quienes no tenían ninguna.

Raúl y Erika son una pareja de recién casados que viven desde hace dos años con Karim, camerunés. "No es acogida, es vida en común", explican. "Vivimos en familia, en igualdad. Lo que se consigue con esto es que tengan un hogar, que no estén en instituciones. Cuando tienes un hogar tranquilo puedes enfocarte, florecer, estudiar... Una institución está bien, pero no es una familia, hay otras normas".

"Para nosotros es un tema de justicia", cuentan Julián y Clara, que viven con dos chicos africanos. "No creemos en la caridad, no creemos simplemente en la idea de que nosotros tenemos dinero y trabajo y podemos acoger a quien no tiene. Pensamos que el mundo es estructuralmente desigual, y que si nosotros podemos vivir tan desahogadamente es a costa de otras personas y otros pueblos. Todos tenemos una responsabilidad, así que no queda más remedio que vivir compartiendo lo que tenemos".

Sus economías domésticas funcionan bajo el mismo espíritu. "La casa siempre la hemos mantenido con nuestros sueldos. Si los que viven con nosotros tienen trabajo, aportan el 10% para la comida y el resto lo van ahorrando para independizarse. Nunca hemos buscado ayudas públicas ni privadas, aunque estaría bien que Hacienda contemplase este tipo de estructuras para desgravarnos un poquito". Erika lo resume en un sencillo "cada uno aporta lo que puede". Hay que trabajar en red, prepararse, no coger a alguien de la calle porque sí. Tiene que haber una sintonía personal entre las dos partes

Las estancias no tienen un periodo de tiempo definido ("hemos tenido gente desde unos meses hasta ocho años") pero sí objetivos: "No es sólo un 'pasar por aquí', es un 'estar para'. Todo está orientado a la inserción en la sociedad: estudios, búsqueda de empleo...", explica Julián, profesor de Derecho y abogado, que durante años ha abierto su casa a presos que salían de la cárcel y no tenían dónde ir.
"Son personas con un potencial enorme"

No estamos hablando de dos pisos aislados, sino de una "red de solidaridad horizontal donde todos nos conocemos", cuenta David, un profesor que convive con dos chicos africanos. No son pocos, pero son reacios a hablar con los medios y a posar ante las cámaras, especialmente los extranjeros, cansados del estereotipo del 'blanco bueno que acoge al pobre negrito'.

"Es que nosotros podemos estar contentos de lo que estamos haciendo, pero ellos no se sienten orgullosos de estar en esta situación", explica Erika. "Es un tema de dignidad, esto no puede ser algo como: 'hala, que pasen los chicos y cuenten su vida'. Cada uno está en su proceso, su presente, su trabajo... son sujetos activos, no objetos a ayudar. Los españoles queremos preguntarles todo el rato por su viaje hasta aquí, pero para ellos lo importante es el día a día, dejar atrás el pasado".

Lo resume con una frase Karim, que tampoco tiene ganas de volver a contar sus penas de hace años: "Tú ya sabes lo que es migrar". Todos ellos tienen cosas más importantes de las que ocuparse, como el propio Karim, que empieza un grado medio de cocina y gastronomía después de haberse sacado la ESO mientras se gana la vida sirviendo helados.

Antes vivía en su lugar de trabajo, un chalet en La Moraleja donde era conductor, cocinero y lo que hiciera falta, "pero ahora viviendo con Raúl y Erika nos damos apoyo mutuo, es un convivencia muy intensa".
"Son personas que tienen un potencial tremendo, pero la sociedad no les deja explotarlo, tienen demasiados obstáculos", considera Raúl. "Hay miles en Madrid que quieren salir adelante y tienen mucho que aportar".

Distinta opinión tiene el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, que la semana pasada argumentaba que "si tenemos un paro del 22%, no podemos ofrecer a la gente una oportunidad de integración" en una entrevista con el diario alemán Die Welt. "Eso es una excusa racista, hay muchos estudios que demuestran que los migrantes aportan al Estado del Bienestar más de lo que reciben. Además la inmigración siempre es positiva para un país que está envejeciendo, es necesaria", apunta Raúl.

¿Quién acoge a quién?

Si hay algo en lo que coinciden todos los integrantes de esta particular red de amigos es que el enriquecimiento es bidireccional. "La pregunta aquí es quién acoge a quién", asegura Julián. "En todos estos años, mucho de lo que he aprendido de la vida y de mí mismo ha venido de la convivencia con personas que están en los márgenes, en los límites de lo físico y lo emocional. Nos hemos abierto a una realidad que nos cuestiona como ciudadanos, que despierta nuestro nivel de conciencia. No es un sacrificio, no es un castigo. Claro que hay momentos difíciles, pero también es divertido.

Es absurdo diferenciar entre migrantes y refugiados. Muchos vienen huyendo de guerras, de dictaduras, de la violencia estructural

"Cuando tienes un amigo, te lleva a otros mundos", añaden. "Y con ellos descubres de pronto lo que significa ser detenido continuamente por no tener papeles, o lo que implica no tener asistencia sanitaria. Ves a tu lado el alcance real de las políticas".

¿Hay que diferenciar migrantes y refugiados?

Desde la experiencia que dan los años, todos muestran cierta prudencia ante la actual solidaridad con los refugiados sirios. "Ahora con los sirios parece que las ciudades se llenan de espacios de acogida, y de pronto aparece el dinero: Florentino Pérez da un millón y todo el mundo quiere hacer cosas buenas. Y eso está bien, pero te cuestionas qué pasa con los rumanos, los africanos, los que están aquí en la calle, en la Cañada Real..." reflexiona Julián. "Ojalá cojamos el viento de los sirios para ayudar a todos, a ver si vamos a empezar a enfrentar a los pobres entre sí".

"Es absurdo diferenciar entre migrantes y refugiados", considera Erika. "Muchos vienen huyendo de guerras, de miseria, de dictaduras, de la violencia estructural. Es peligroso diferenciar entre migrantes de primera y de segunda: todos tenemos que ser ciudadanos de primera. Ahora hay dinero para los sirios, pero hay muchos africanos aquí sin recursos, con instituciones que han ido perdiendo ayudas y personal".

"En algunas cosas sí que parece que sopla viento nuevo, pero los gobiernos de aquí siguen sin plantearse qué tienen ellos que ver con los problemas que hay en el Congo o Siria. Ojalá esto pueda servir para que la gente se involucre y para que se hable del papel de la industria armamentística en los bombardeos", apunta Clara.

Consejos para los que se plantean acoger

Cuando en El Confidencial publicamos la guía para acoger un refugiado o la entrevista con una persona que quería hacerlo, recibimos muchos mensajes de lectores interesados: "En mi casa queremos acoger a una familia de refugiados que tengan un bebé, tenemos uno de ocho meses", "Nosotros no tenemos mucho dinero pero sí trabajo, podríamos acoger a alguien"...

Preguntamos a quienes tienen experiencia en la materia. "Hay que trabajar en red, prepararse, no coger a uno de la calle porque sí. Es mejor hacerlo con alguien que tenga un poco de recorrido en esto o conocer a alguna asociación". En su caso, ellos colaboran con Pueblos Unidos, la fundación de los jesuitas en Ventilla.

"Para nosotros era importante conocer a los chicos antes de que entraran a casa, que es una cosa que no sé cómo van a gestionar con la gente de Siria. Tiene que haber una sintonía personal entre las dos partes antes de dar el paso, porque si lo fuerzas no sale bien".

Extraido del blog Jóvenes en Misión