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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

Humanizar la bestia

La “Bestia” es el nombre que recibe el tren que cruza México repleto de migrantes centroamericanos que han pagado con sus ahorros a las diferentes mafias para que les pasen a Estados Unidos. A lo largo de ese itinerario se van sumando albergues y espacios de acogida que acampan en medio de la violencia y del desprecio humano. Sacerdotes, religiosas y laicos se multiplican en estas labores.

La “Bestia” es el nombre que recibe el tren que cruza México repleto de migrantes centroamericanos que han pagado con sus ahorros a las diferentes mafias para que les pasen a Estados Unidos. A lo largo de ese itinerario se van sumando albergues y espacios de acogida que acampan en medio de la violencia y del desprecio humano. Sacerdotes, religiosas y laicos se multiplican en estas labores.

En uno de los puntos del itinerario hay una serie de mujeres pobres y sencillas que cada día preparan bolsas de comida para los migrantes. Cuando el tren va a pasar por aquel lugar, los migrantes saben que allí, con el tren en marcha, varias mujeres se jugarán la vida para entregarles en mano ese maná elaborado con cuidado y esmero. A estas mujeres se les conoce como las “patronas”; y son, más que ángeles de la caridad, avanzadillas de una nueva humanidad.

El tren de la bestia contiene un viaje siniestro donde la mayor parte de las mujeres migrantes son violadas por los mafiosos que les engañan y los hombres son brutalmente agredidos de modo que muchos no completan el viaje. Cuando vi por televisión el reportaje sobre estas mujeres, el periodista Jon Sistiaga le decía a una de ellas: “Oye, sois buena gente, ¿no?” Y ella responde: “No, solamente somos seres humanos”.

Aquellas patronas y tanta gente que en los lugares de la exclusión y la violencia trabajan calladamente en favor de los otros poniendo su vida en riesgo, simbolizan lo mejor del género humano. El tren de la bestia de la economía que mata; el tren de la bestia de la cultura del descarte cuenta con frenos de emergencia de humanidad que nos avisan que es preciso parar, acoger y empezar de nuevo.

La Navidad es tiempo para acoger la Humanidad de Dios, a saber, tiempo para detener a la bestia de una inercia global que profundiza en el desprecio por los más pobres. Al humanizar la bestia, nos humanizamos a nosotros mismos. Se trata de aprender de las patronas y de ese Jesús -Dios encarnado en la humanidad más insólita-, y que seamos plenamente seres humanos.


 Por Luis Aranguren Gonzalo