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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

Ida y vuelta: la misión interminable

Sagrario retoma su artículo anterior y nos cuenta sobre su vuelta

Guinea Ecuatorial sagrario

Empiezo este apunte donde dejé el anterior hace ya más de un mes: entremedias un viaje de retorno a casa, el reencuentro con las fechas navideñas, la familia, la fiesta del consumo, el turrón que dejamos enmohecer, como la vida no vivida, en el fondo de la despensa..., etc.  Y luego enero, la cuesta de enero, o bajada en deriva de vuelta a la rutina, y enseguida se nos precipita esta vez la cuaresma.

Guinea Ecuatorial sagrario 2Dejé la reflexión en el viaje, preparando maletas, mas al volver, especialmente de un viaje misionero, nunca se vuelve a empezar donde se dejó la ruta de la vida… Por eso retomo las últimas líneas del apunte anterior sobre el viaje interior, con el librito de Dorothee Sölle Viaje de ida… Entonces escribía de memoria, pero hoy lo despierto del polvo de mi biblioteca y curiosamente, firma y fecha, me doy cuenta de que es un libro que compré en Las Palmas de Gran Canaria cuando fui allí hace muchos años a trabajar, en los inicios de mi docencia. Así, de isla en isla, metáfora de la vida en ascuas y en equilibrio inestable.  De Bioko a Gran Canaria, entonces no podía ni imaginar la misión de Malabo, sin embargo, varias cuestiones me han puesto en contacto de nuevo con mi etapa canaria y al volver sobre este libro me sorprende la densidad existencial de este tiempo. Hace años tuve las palabras, las intuiciones, como ocurre con la fe, ahora el viaje está incorporado -en el cuerpo- en mis huesos y en mi aliento, y la fe se afianza extramuros del templo, aunque en la misión hubiera templo.

guinea Ecuatorial sagrario 5Este es un apunte sobre la vida y la muerte, un apunte sobre el viaje de ida y el de vuelta, sobre el interior y el exterior de los círculos que vamos hollando en nuestra existencia cuando conscientemente nos sumergimos en las corrientes de la vida queriendo de verdad vivirla y no dejarla simplemente pasar. Cuando anhelamos tiempos nuevos, y no de “segunda mano” como señala nuestra autora y denunciaba el Cardenal Tolentino en Las Conversaciones de San Esteban hace algunos años.
El viaje es siempre una búsqueda interior, es cada vez un recorrido por las moradas teresianas, evidentemente no lineal, o por los bosques sanjuanistas en pos de “los ojos deseados”, una peripecia a cada instante salvada del encharcamiento indeseable de las aguas turbulentas, que reza el salmo 124. Así lo intuí hace años cuando desde Canarias, como digo, leía el libro de la teóloga alemana. Entonces recaigo sobre algunos subrayados de la joven profesora que yo fuera entonces, por ejemplo, este: antes se llamaba alma a la experiencia, y constato que en un tiempo de “segunda mano” para ir cubriendo las apariencias, disfrazando los miedos, soportando el aburrimiento, vamos desencarnando también las palabras, el alma misma se volatiliza en las fórmulas oracionales repetidas sin auténtico fervor.

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Volviendo a este libro me doy cuenta de que lo que ha significado esta segunda experiencia misionera.  Ha significado sobre todo encarnación: volver al cuerpo del alma, por decirlo de alguna manera, a la realidad poderosa que, en la vivencia de la fe, a veces desconcertante, a veces sufriente, se impone. Se trata de revivir el deseo siempre abierto, el proyecto tantas veces fallido, de aceptar, por lo tanto, lo incompleto, lo imposible, lo que ya no fue... La experiencia de misión te puede plantear muchos interrogantes, y en cierto modo revolver, como en una enfermedad, en una convalecencia o en un duelo, lo vivido y el desvivirse, y así puede llegar a ser también, en lo más certero, una experiencia de perdón. Porque siento, con Sölle, “que todos los que creen cojean un poco, como Jacob después de haber luchado con el ángel”, esto tiene la fe, un andar distinto..., menos seguro tal vez, pero más confiado."

Curiosamente la vivencia misionera reabre roturas del alma que tal vez quedaron sin suturar, sin coser adecuadamente, sin abrazar, sin cuidar... Entonces el contacto con los otros viene a impregnar el hilo de plata de los días en el imprevisible encuentro, con ellos tan distintos, tan iguales, tan desconocidos, tan entrañables, con ellos tan precarios, con ellos con tanta hambre y sed... con ellos que cantan y celebran la vida. El tejido oculto de la misión, ese que se va entrelazando por detrás del tapiz visible de las fotos, es el que te hace ahondar en tus  propias carencias, en tus nudos,  es un contacto con los que te acogen y reciben  que te va restaurando por dentro, siempre que te dejas contagiar,  es como el premio al final del recorrido en El pájaro dorado de Grimm, uno de los cuentos que nos relata la teóloga, sobre los que construye la experiencia religiosa en su doble vertiente, de interioridad y compromiso, y que yo hago mía hoy a la luz de la misión de Malabo:
“Sin viaje nada resuelve el hombre, y todo intento de evitarlo conlleva la demolición de la verdad de la reconciliación alcanzada (...) La cuestión crítica dirigida a toda expresión de las experiencias humanas más profundas concebidas como camino hacia adentro, es la pregunta acerca de su religación con la dimensión social del ser humano, ... el retorno a una tierra que, por fin, se vaya haciendo habitable”
 
Sagrario Rollán

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