Corazones ardientes, pies en camino: los misioneros dominicos
El compromiso y presencia desde la escucha, el diálogo y la VIDA
Tener la oportunidad de salir cada año de misión y haber podido además conocer distintas realidades a lo largo del mundo, abre mi mirada y me predispone a ensanchar el corazón, atento al otro, en escucha y con disposición de acoger sus preocupaciones y necesidades.
Esa actitud de vivir desde el otro y con la confianza en Dios es algo que voy aprendiendo sobre todo con el testimonio vivo, sencillo y activo de tantos misioneros con los que cada año comparto misión y vida en las misiones que los Dominicos tenemos repartidas por el mundo.
Si bien algo que nos caracteriza a la Orden y que se palpa muy claro entre los frailes y hermanas es el valor y respeto a nuestra diversidad – decimos que no hay dos dominicos iguales–, debo decir que nuestro estilo de presencia sí es un denominador común.
LA PRESENCIA DE LOS MISIONEROS DOMINICOS
La presencia en los territorios que atienden los misioneros dominicos está marcada por ese sentirse uno con la gente, construyendo Comunidad y viviendo con ellos y como ellos. La actitud siempre de escucha del misionero, el conocer las preocupaciones de los pueblos, su forma de vivir sencilla y la inquietud por llevar la Palabra a través de su presencia en medio de todos determina un estilo de misión donde el mensaje de Jesús llega desde la vida, en lo cotidiano.
Algo que metí en mi mochila la primera vez que salí a una misión dominicana, en la selva de Perú con las comunidades indígenas, fue que Dios ya estaba allí mucho antes de que llegáramos nosotros y la Misión. El convencimiento con que el misionero nos lo dijo, marca nuestra misión y la relación con todos los que constituyen la Comunidad.
EL CARISMA DOMINICANO
Nuestro carisma, vivido siempre desde la compasión, se sustenta en los pilares de la Oración, la vida en Común, el estudio, y la predicación. Todo ello define la manera de estar en el mundo y la misión de los frailes, hermanas, y laicos que repartidos por distintos territorios han dado respuesta al SAL DE TU TIERRA para ponerse en camino y vivir con otros, anunciando el mensaje del Amor de Dios para todos.
El misionero dominico es voz de los sin voz y denuncia de las injusticias que, allí donde esté, encuentra. Una denuncia firme, dialogada siempre, y buscando la dignidad de aquellos con los que comparte caminar en la construcción de un mundo mejor donde el mensaje del Evangelio sea vida.
La lucha incansable por la defensa de los derechos humanos haciendo protagonistas de su propia historia a cada una de las Comunidades, acompañando y animando siempre de la mano con el otro, son clave común en los puestos de misión. Y eso requiere ponerse en camino para tocar la realidad de la gente, ser uno con ellos y caminar. La itinerancia es un rasgo nuestro, siguiendo los pasos que marcó Santo Domingo. En ese ponerse en camino y salir a las periferias es donde el desapego a lo material y a lo ‘nuestro’, poniendo la vida en las manos de Dios, afloran con claridad y es algo que se palpa en cada uno de nuestros hermanos misioneros cuando llegas a la misión.
Hace un par de veranos en Cuba escuchaba de manos de una hermana la expresión: El bolsillo de Dios siempre está lleno. Y es verdad. Nunca en la misión me he sentido desprotegida: pese a momentos de fatigas a veces, escasez en alguna ocasión, dificultad para llegar a una Comunidad… La fuerza y la confianza del misionero nos contagia a todos con su optimismo, persistencia, y paciencia fruto del amor hacia aquellos con los que comparte vida y misión. Y eso que la vida del misionero no está exenta de cansancio, soledad a veces también, dificultades y sinsabores. No son super héroes; son hermanos con una gran dosis de HUMANIDAD y de AMOR a Dios y a los hombres.
CONTEMPLAD Y DAD LO CONTEMPLADO
Siempre digo que en la misión me resulta más fácil sintonizar con el dial de Dios, y es en gran medida por ese CONTEMPLAD Y DAD LO CONTEMPLADO tan equilibrado y contagioso con que los misioneros afrontan a diario la misión. El contacto con el otro, con el que sufre, con los preferidos de Dios, conocer y tocar la realidad herida de tantas personas dolientes, y llevarlo a la oración y ponerlo en manos de Dios y compartirlo en Comunidad no sólo sana, sino que nos ayuda a encontrar el gesto, a veces también la palabra, para acompañar al otro. La oración personal y comunitaria pese al mucho ajetreo que a veces trae el día a día en la Misión, es un regalo que el misionero cuida y al que deja siempre su espacio. La dimensión orante es parte fundamental para sustentar la misión y vida del misionero dominico.
Hablar con Dios y de Dios, desde lo que somos. Predicar con la vida y la palabra al estilo de Domingo y apoyados en el estudio y la oración, juntos. Ese es el testimonio que he recibido de Roberto, Pedro, Miguel Ángel, David, Edwin, Herminia, Rubiela, Matilde, Salvador, Mariela y César, Dionelli, Eduardo, Raisel, Juan Ma, Bendito, Paco… y algunos hermanos más con los que he tenido la suerte de compartir voluntariado y vida en misión. A todos, GRACIAS por vuestra VIDA desgastada por AMOR al otro y gracias por vuestra acogida.
Carmen Calama, laica dominica y voluntaria de Misioneros Dominicos – Selvas Amazónicas