“Bendito el que viene en nombre del Señor” (Sal 117, 26)
Bonita reflexión sobre la dignidad infinita de las personas de Fr. Miguel Ángel Gullón, OP
El 8 de abril de 2024 se dio a conocer la Declaración "Dignitas infinita sobre la dignidad humana” (DI) del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Este precioso texto fue fruto de una reflexión que necesitó cinco años de contemplación de la realidad y de diálogo para ofrecernos una guía de compromiso. Tanto dentro como fuera de la Iglesia siempre ha habido una preocupación por la custodia de la dignidad pues la fe nos lleva a velar por lo más sagrado que es la imagen de Dios presente en las personas. Tiempo atrás, San Juan Pablo II, en su Carta Encíclica “Redemptor Hominis” ayudaba a comprender la relación que existe entre la encarnación de Jesús y la dignidad del hombre, afirmando que ese profundo estupor respecto del valor y de la dignidad del hombre se llama Evangelio. Este estupor justifica la misión de la Iglesia en el mundo que anima a respetar la vida, dignificarla y darle plenitud. Pero la amarga realidad nos muestra la existencia de muchas formas de violencia en nuestra sociedad, que la ponen continuamente en peligro: “la redención llevada a cabo por medio de la cruz, ha vuelto a dar definitivamente al hombre la dignidad y el sentido de su existencia en el mundo” (RH 10). Conculcar la dignidad del ser humano es ir contra el Dios de la vida que quiere que todos los hombres “tengan vida en abundancia” (Jn 10, 10).
Los textos del Magisterio recuerdan que promover la dignidad humana forma parte de la tarea evangelizadora. La renovación de la enseñanza social de la Iglesia emprendida por Juan Pablo II apuesta por una sociedad justa con total respeto por la vida y la dignidad humanas. Esos textos nos recuerdan que los valores depaz, justicia y libertad no son únicamente metas de un compromiso social, sino que deben inspirar desde ahora los métodos para lograr una sociedad humana respetuosa de los derechos de todos. La denuncia de las violaciones a la dignidad humana es un gesto necesario, porque la Iglesia está profundamente convencida de que no se puede separar la fe de la defensa de la dignidad humana, la evangelización de la promoción de una vida digna y la espiritualidad del compromiso por la dignidad de todos los seres humanos
El papa Francisco toma esta rica herencia afirmando que “una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre. Este principio, plenamente reconocible incluso por la sola razón, fundamenta la primacía de la persona humana y la protección de sus derechos. La Iglesia, a la luz de la Revelación, reafirma y confirma absolutamente esta dignidad ontológica de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y redimida en Cristo Jesús. De esta verdad extrae las razones de su compromiso con los que son más débiles y menos capacitados, insistiendo siempre sobre el primado de la persona humana y la defensa de su dignidad más allá de toda circunstancia” (DI 1). Mención especial hacia los emigrantes, “benditos los que vienen en nombre del Señor”, “su acogida es una forma importante y significativa de defender la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión” (DI 40). Es conmovedora su petición final: “a cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle” (DI 66).
Fr, Miguel Ángel Gullón Pérez O.P.
Comunidad de Dominicos de El Seibo