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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

Entrevista a Leonides Fueyo, vicaria general de las Dominicas Misioneras del Rosario en Madrid

La hermana Leonides Fueyo, vicaria general de las Dominicas Misioneras del Rosario en Madrid, responde a unas preguntas sobre su vocación misionera.

Leo es una hermana amable y acogedora; sus ojos se iluminan cuando comparte su vasta experiencia misionera en los diversos pueblos en los que ha gastado su vida y anunciado a un Jesús cercano y liberador.

Es bonito sentir con y como el pueblo, en sus luchas y celebraciones.

Leo es una hermana amable y acogedora; sus ojos se iluminan cuando comparte su vasta experiencia misionera en los diversos pueblos en los que ha gastado su vida y anunciado a un Jesús cercano y liberador.

¿Cuántos años estuviste acompañando a los pueblos de América Latina?

Cincuenta y tres años: en Guatemala cuatro años, en Nicaragua diez, y treinta y nueve en República Dominicana.

¿Cuáles son las experiencias más significativas que has vivido junto a los tres pueblos con los que has compartido la misión?

Del pueblo dominicano lo que más me ayudó fue su espíritu de alegría, incluso en las dificultades; la acogida, por muy pobres que fueran, siempre tenían un cafecito o algo para brindarte; la fe y el entusiasmo de los catequistas y promotores de salud, el acompañar la formación de los presidentes de asamblea de las diferentes comunidades y mi trabajo en salud como enfermera; todo ello ha sido muy gratificante.

En Guatemala lo que más destaco, es que en todo siente la presencia de Dios. Me refiero a los mayas kekchís donde yo estuve en Cobán; no hay separación entre la vida cotidiana y lo religioso. Tardan un poquito en coger confianza, pero una vez que te conocen y que tienes interés por ellos, se abren y cuentan sus penas.

En Nicaragua vivíamos en un barrio marginado que lo había patrocinado el partido sandinista; había cierta distancia con quienes no pertenecían al partido. La misión que desarrollábamos como comunidad era diversa: Arancha en la UCA y el Inter-congregacional; Ángela daba formación bíblica en las parroquias; Rosa y Hermidia en Redes de Solidaridad; yo estaba más centrada en el barrio, sobretodo en el trabajo con las mujeres. Algunas de estas mujeres tenían un letrero en su casa: “se repara todo tipo de ropa”, llegaba mucha ropa de USA. Teníamos una pequeña comunidad cristiana, catequesis de niños, apoyo escolar, y una vez al mes Eucaristía, etc. Recuerdo que una señora decía: “antes no nos conocíamos, ahora somos una comunidad cristiana, nos apoyamos y nos hicimos buenos amigos”.

¿Qué ha significado para ti la opción por la mujer?

Tuve la oportunidad de dirigir la Escuela de la Mujer en Fantino; teníamos diecisiete cursos de distintas especialidades. Esta escuela nació gracias al esfuerzo de la Hna. Felisa y el apoyo de la comunidad. Ella trabajaba con clubes de madres, Asunción Lerga en educación y yo en salud; todos estos esfuerzos se unieron y surgió la escuela. Algunas mujeres comenzaron a trabajar por su cuenta; con la formación que se les daba llegaron a tomar más conciencia de su dignidad, incluso un señor me dijo: “¿Qué le enseña a mi esposa, que cosas que antes me toleraba ya no las acepta?”; algunas decían: “si mi esposo me deja ya me puedo defender sola”. Luego de un tiempo las alumnas pasaron a ser profesoras de las demás.

Tuve la oportunidad de trabajar en programas de salud materno-infantil y con otra enfermera apoyamos, por medio del hospital, diez clínicas rurales. Fue una gran satisfacción al sentir el interés de la gente que al principio, en algunas comunidades nos rechazaban por miedo a las vacunas y prejuicios de que los americanos les querían hacer daño; sin embargo, luego reclamaban nuestro servicio. Cuando las familias no respondían a la cita del hospital hacíamos visitas domiciliarias, esto para la gente era un privilegio que los fueran a visitar a sus casas y que nos interesáramos por ellos.

¿Cuáles eran los principales desafíos de la misión?

En algunas situaciones tuvimos que apoyar a los desalojados, protestas, visitas a presos, incluso a catequistas. Cuando hicieron la represa de Cotuí, hubo gente desalojada y se les apoyó desde la parroquia. Recuerdo una vez que tomaron presos a los catequistas; yo les fui a comprar comida. No toda la gente veía bien que los apoyáramos, nos decían “monjas revolucionarias”, pero sentíamos que teníamos que hacerlo.

¿En qué te fundamentabas para enfrentar la misión?

En el Jesús histórico, el Jesús cercano, en el evangelio, en las reflexiones de Medellín y Puebla. En el año 1974 hicimos un curso; allí nos explicaron la pastoral y vimos lo errores que habíamos cometido en la evangelización y se nos abrió el camino. Era bonito sentir con, y como el pueblo, el acompañarlos cuando protestaban por la luz, el agua y luego celebrábamos juntos los logros.

¿Qué aprendiste de los pueblos con los que compartiste?

A vivir los acontecimientos con más serenidad, a dar importancia a los pobres, a cada hermano, y a dejar costumbres que no eran tan evangélicas.

¿Cuál es tu aporte misionero en la realidad española?

Tengo la oportunidad de participar en el equipo de Caritas en la Parroquia, que me acogieron muy bien. No es tanto lo que hago, pero apoyo lo que ellos hacen. Se ayuda a 35 familias por medio de alimentos, pago de alquiler, servicios básicos, etc. Son en su mayoría migrantes latinoamericanos, de Europa del Este, musulmanes, pero también hay familias españolas. El desafío es lograr un dialogo más cercano, escucharlos, orar con ellos. También participo en un grupo misionero; cuando llega alguna hermana, la invito para que les hable de su misión. A los que participan en el grupo y les gusta porque se les abre su horizonte.