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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

Entrevista a Fr. Máximo Maestro, misionero del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, Perú

“Las misiones van a florecer en otras personas inclusive en los mismos nativos”

Entrevista a Fr. Máximo Maestro, misionero del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, Perú, por Mónica Villanueva Galdos.

Natural de Palencia, España. Fr. Máximo Maestro llegó al Perú hace 54 años. La casi totalidad de su trabajo misionero lo ha dedicado a las Comunidades Nativas de la Selva Peruana. Fr. Máximo nos recibió con mucha sencillez en la biblioteca del Convento de frailes Dominicos de Santa Rosa en Lima. Quedamos conmovidos por sus cálidas respuestas y su firmeza al contestar cada pregunta. Sin duda, su servicio, valía y sensibilidad han supuesto un destacado aporte al trabajo misionero por estas tierras.

 

“Las misiones van a florecer en otras personas inclusive en los mismos nativos”
Entrevista a Fr. Máximo Maestro, misionero del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, Perú

Por Mónica Villanueva Galdos


Natural de Palencia, España. Fr. Máximo Maestro llegó al Perú hace 54 años. La casi totalidad de su trabajo misionero lo ha dedicado a las Comunidades Nativas de la Selva Peruana. Fr. Máximo nos recibió con mucha sencillez en la biblioteca del Convento de frailes Dominicos de Santa Rosa en Lima. Quedamos conmovidos por sus cálidas respuestas y su firmeza al contestar cada pregunta. Sin duda, su servicio, valía y sensibilidad han supuesto un destacado aporte al trabajo misionero por estas tierras.

Fr. Máximo empecemos desde los inicios de todo, me refiero a su vocación ¿Cómo nació? y ¿Quién influenció en esta importante decisión?
Estoy dudando de contestar de una manera chistosa o real.

Como guste
Mi vida religiosa comenzó desde pequeño, como monaguillo en la Catedral de Palencia, ahí fue a predicar un Padre llamado Antonio Solís, lo vi y en ese momento, el de arriba (Dios) me dijo que tenía que ser misionero. Hablé con los padres dominicos allá en Palencia y ahí empezó mi historia religiosa enrumbándome hacia Villava, lugar donde se encontraba en ese entonces el postulantado y noviciado de la orden de predicadores. Luego de mi preparación y formación me propuse ir a misiones. Por supuesto, no sabía nada de misiones. Sólo había escuchado lo que habían dicho de un lado a otro y me vine para misiones así, sin más, sin conocer adonde iba a ir, ni con qué gente iba a trabajar, ni cuál sería mi trabajo.

¿Cuántos hermanos tiene?
Tengo 7 hermanos, todos vivos, y tengo una hermana religiosa en Guatemala, ella ha estado en Puerto Rico y en Santo Domingo.

¿En qué año vino al Perú?
He llegado al Perú hace 54 años, el 18 de julio de 1958. Anclé en el Callao, donde fueron a recogerme y ahí comenzó mi periplo por el Perú.

¿Quiénes y cuantos frailes vinieron en este viaje?
Vinimos tres: el P. Constantino Gómez, Fr. Tomás y yo; viajamos en el “Reina del Mar”, una embarcación Italiana, y el trayecto duró 18 días de navegación. Como anécdota, todo el viaje la pase mal, totalmente mareado.

Fr. Máximo ¿Cuál fue su primer destino llegando a Perú?
Vinimos tres para fundar la Misión de Puerto Esperanza. Los superiores me mandaron para allá. Y allá fue la primera y única misión en la que estuve 11 años.

¿Qué significo crear una misión?
Si te digo la verdad, no lo sé. Por una razón muy sencilla, yo venía de otro lugar, de un sitio totalmente distinto, y aunque tenía clara la idea de ayudar a los nativos en su hábitat, la verdad que lo hacía sin conocer absolutamente nada de lo que era aquello entonces. Por ello, fue de una manera natural admitirlo. ¿Por qué? Porque no conocía cómo era su manera de ser, cómo pensaban… Por lo menos en el primer año, fue un tiempo de asimilar las experiencias que recibía de todo el conjunto de los que estaban allá y del trabajo que debíamos realizar.

De esas primeras impresiones que tuvo podría describirme ¿Qué realidad encontró por esa zona (Puerto esperanza)?
Por un lado me encontré con los grupos nativos, pero en Puerto Esperanza no habían nativos radicados, sino que la población estaba formada por antiguos caucheros que se habían quedado ahí después que el caucho bajó de precio. Se trataba de gente que se había quedado anclada en Puerto Esperanza y no pudieron salir de allí. Ellos formaban el núcleo principal de los pobladores. Pero alrededor había numerosos poblados indígenas formados por etnias como Cashinahuas, Mastanahuas, Chantinahuas… a lo largo de los ríos Curanja y Purús.

¿Cómo fue esa relación que estableció con los nativos?
Era una relación era totalmente abierta, dispuestos a recibir lo que se encontraba, sin enjuiciar nada y ayudando en todo lo posible. Nuestro objetivo era ayudar en todos los aspectos, especialmente en el aspecto natural, porque me di cuenta que ellos tenían su idioma y forma de pensar, mientras que nosotros tenemos la nuestra. No se podía mantener una relación de imposición en el contacto, porque cada uno estábamos en un universo totalmente distinto.

Entiendo que ese contacto fue básicamente de acompañamiento
Acompañamiento desde un principio, ayudándoles en lo exterior de la manera mejor posible, y también a través de la escuela. Porque, claro, yo entiendo que la Misión no es propiamente un individuo, es un conjunto de individuos y cada uno está haciendo una labor y todo este conjunto es lo que forma el trabajo de las misiones en los pueblos nativos.

Fr. Máximo, en estos avatares siempre surgen anécdotas, cuéntenos alguna que recuerde
Estoy escarbando en mi memoria, pero recuerdo que uno de los primeros impactos que tuve, era normal también, consistió en ver a las mujeres con los pechos al aire. Aunque suene un poco raro, esa era una de las cosas que me impactaron. Y no sólo por el simple hecho de que los tengan así, sino por cómo se desarrollaban dentro de su sociedad.

¿Y a Usted los hermanos nativos no le gastaban bromas por su color de piel o su barba?
No, eran totalmente abiertos. Los nativos abren las puertas de su corazón para recibirte sea como sea. Y si vas por las casas, te invitan y te aceptan.

¿Cuáles fueron sus principales labores llegando a la misión?
Primeramente hacer la casa, cuando llegamos no había ni siquiera tambitos. Como dije, en Puerto Esperanza no habían nativos, solo población descendiente de caucheros. Una familia muy cercana nos dejó su casa, a los misioneros seglares que venían con nosotros les dejaron su casa y a nosotros un pasillo que había por ahí. Lo curioso es que una noche toda la casa se quemó. Nosotros estábamos construyendo una casa propia para los misioneros, pero por mientras todo vivíamos en esa casa prestada. Luego que se incendió, tuvimos que dejar toda la casa a los misioneros seglares y nosotros nos fuimos a vivir a un pequeño tambito. Así que ampliamos la casa que todavía estaba en construcción y cuando la terminamos servía de escuela, de capilla, de casa de los misioneros, en fin, servía de todo. Claro, la casa era de materiales rústicos de la selva como chapaja (hoja de palmera), de caña, de zapote (corteza de árbol), piso de pona y de madera.
Después de más de 10 años hicimos una casa mejor construida, toda de madera. Todo lo que había ahí era lo que había en la zona y nosotros imitábamos al nativo.

¿Qué otras actividades realizaron luego de tener la casa ya lista?
Principalmente la educación, tarea que realizaban las misioneras seglares. Además, también hacíamos constantes viajes a las comunidades que estaban por el río, para ayudarles allá y atenderles de una manera general. Luego se fueron fundando escuelas en los distintos poblados, ampliando así nuestro trabajo, pero muy lentamente nos dimos cuenta que la barrera era inmensa, sabíamos que un trabajo capaz de producir mejoras en su vida requería de mucho tiempo. Porque el cambio, tanto para ellos como para nosotros, era tremendamente fuerte, de ideas, de manera de trabajar, de manera de pensar y de dar a conocer lo que nosotros queríamos que fuera la escuela y también nuestra misión evangelizadora, de la conversión.
Y sobre esto que te acabo de contar, viene a mi memoria un anécdota. Un día, uno de los nativos, ya no recuerdo de qué etnia era, estuvo trabajando con nosotros, él era ya mayor, y en aquella temporada se hizo la procesión del Santísimo Sacramento. Entonces le preguntamos cómo creía él que estaba Jesucristo dentro de la hostia, en ese pedacito de pan. Y él, como no tenía idea de cómo expresarlo, lo que hizo fue encogerse lo más posible para darnos a entender que Jesucristo estaba dentro de ahí pero lo vimos muy encogido, muy encogido, y con esa acción, como no tenía las palabras indicadas para explicarnos, nos demostró que así creía él que estaba Jesucristo, muy encogidito.

Que conmovedor lo que nos cuenta. Pasando a otro tema, cuéntenos ¿qué otros destinos tuvo?
Estuve once años en el Purús, y después pasé a Misión de Shintuya, donde permanecí unos 4 o 5 años. Luego vine un año en Lima, y después fui a Sepahua y a la zona del Río Urubamba, Kirigueti, Timpía, Sepahua. Después otra vez a Shintuya y luego nuevamente Lima. Y ahí tienes mis 54 años de misiones.

Gran parte de estos años los ha dedicado a trabajar con las Comunidades Nativas ¿Qué ha significado ese esfuerzo para Ud?
Aunque sea una idea radical, quiero decir que yo vine solo y exclusivamente para trabajar con los nativos. Desde un principio, no quise ir ni a Quillabamba, ni a Maldonado. Si hubiese querido trabajar en parroquias me hubiese quedado en España, pero mi deseo era trabajar por los nativos y ahí me mandaron y ahí estuve en un 99 % de tiempo que llevo aquí en Perú.

De esos 54 años que estuvo acompañando a las Comunidades Nativas, Ud. Definitivamente ha sido protagonista y observador de los Pueblos Amazónicos ¿Qué progresos y qué cambios ha visto en estos años de experiencia con estos Pueblos?
Si entendemos por cambio el que no estén viviendo como antes y tengan más medios de subsistencia, sí han progresado bastante. Además, debemos tener en cuenta que la escuela ha hecho mucho. Tanto es así, que por ejemplo en Puerto Esperanza, durante los primeros años radicaban allá, pero a medida que fueron progresando intelectualmente iban saliendo a las ciudades como Pucallpa, porque encontraban mejor vida que en Puerto Esperanza. Por conocimientos o sencillamente por tener mejor calidad de vida para poder subsistir, porque en la selva con las justas tienen para comer, aunque siempre han tenido sus charas y sus siembras, y además con la llegada del misionero y con la llegada de la gente de fuera han mejorado su sistema de vida y han contactado también con el resto de la nación.

Esa evolución creemos que tenía que suceder porque nuestra sociedad es dinámica y los Pueblos Amazónicos se van adaptando a estos cambios. Sin embargo, hubo o hay una visión de algunos antropólogos que afirman que hubiese sido mejor que ellos se quedaran como antes porque así vivían más felices. ¿Qué tan acertada o errada puede ser esta afirmación?
Aunque suene radical, la niego totalmente, el hombre es evolutivo, cambia, se perfecciona y ve lo que tiene el otro y compara. Y el aceptar lo que ha venido de afuera generalmente es progreso, no es aislamiento. Para mi es una falsedad que haya “pueblos aislados voluntariamente”. Esos antropólogos quizás hayan estado viviendo adentro con los nativos, pero el nativo nunca está solo porque en su mismo hábitat va constantemente visitando a diversos grupos que tiene alrededor, incluso a explorar otros lugares, otros ríos.
Ellos siempre tienen conocimiento de qué cosa hay en la selva, quienes están, por qué van, cómo se comportan, eso el nativo lo sabe. Otra cosa es que se adhieran a eso porque además es normal. Un hombre en la ciudad, para hacer una comparación, sabe lo que hay alrededor de la ciudad. Lo mismo ocurre con los nativos en su medio amazónico. Hay que tener en cuenta que la selva es su hábitat, él la conoce, la respira, y se relaciona con lo exterior, con los espíritus, es decir todo el conglomerado de la vida humana reside en la selva y el nativo lo conoce. Entonces no están aislados, no están fuera de ese medio.
Ahora, contrastarlo como lo hacen a través de nuestra “civilización” (entre comillas, porque yo no sé si nuestra civilización es mejor o peor que la de ellos), en cierta manera es peor porque somos mas maliciosos, algunos por los menos, claro que no toda la sociedad. Lo que sí es cierto es que la dinámica del ser humano se basa en progresar, no quedarse anclado en una idea, sea de religiosa o humana o del tipo que sea.

De sus expediciones en la selva, ¿cuales son las que recuerda con mayor impacto?
En el río Curaja hay una quebrada llamada Yaminahua-shiro (río Indira). Con el Padre Adolfo hicimos una expedición para ir a visitar la parte del Brasil, porque nos habíamos enterado que se encontraban un grupo de Costanahuas y Yaminahuas y deseábamos visitarlos. Estuvimos por allá como 15 días y tuvimos que volver porque no encontramos aquel sitio a grupos nativos, vivían mucho más abajo y ya no teníamos víveres para poder subsistir. Es cierto que había caza y pesca pero la gente ya se cansaba de estar andando por la selva y nos volvimos a los 15 días de estar por los afluentes del Indira en la parte del Brasil.

Entonces la duración de esos viajes era breve. ¿Se encontraban con familias de nativos en el trayecto de la expedición?
La duración no se podría precisar, se iba a la aventura, en esa expedición no encontramos a un nativo ni por casualidad, todo era agua y verde, así que tuvimos mala suerte y tanto es así a la vuelta habíamos dejado la canoa y el deslizador en una casita y se nos estropeó el motor, así que tuvimos que bajar a remos durante 2 días hasta llegar a Curaja.

¿Cuales eran los instrumentos de “batalla” para esas expediciones?
Pues, lo que mejor se conservaba era generalmente algunas latas de conserva de atún, y después lo que podíamos cazar y pescar durante el trayecto, siempre se cazaba un venado, o alguna Sachavaca, se ahumaba la carne y teníamos para 8 a 10 días.

También sabemos que realizó una expedición al Alto Timpía y tuvo un encuentro con los Kugapakori (Nanti). Cuéntenos de esa experiencia
Sí claro, no encontramos a los grupos que íbamos a visitar porque se habían ido a otro río pero estuvimos 3 a 4 días subiendo el Alto Timpía, acompañados de los Machiguengas de Timpía. Ahora que recuerdo, creo que en la primera expedición encontramos a 1 ó 2 nativos que después pasaron la voz a otros, encontramos sus chacras y les dejamos algunos machetes porque no tenían nada, para que ellos mismos bajaran si lo deseaban a Timpía. Y luego tuvimos contacto con ellos, e incluso llegamos a instalar una escuela en el Alto Timpía.

De los misioneros con los que ha compartido grandes retos y aventuras ¿A cuál de ellos recuerda con mayor cariño y admiración?
De todos, no hay excepción, porque cada uno en su faceta de misionero tenía algo especial, algo que podría resaltar por encima de los demás. Todos ponían lo que tenían al servicio del trabajo, todos hacían lo que estaba en sus manos para pasarlo lo mejor posible y para tratar de alcanzar una buena convivencia. Porque éramos solamente dos, a lo máximo tres, los que vivíamos en una misión.

Dentro de todas esas expediciones, Fray Máximo, ¿alguna vez vio peligrar su vida, sintió de cerca la muerte?
No tanto, porque las expediciones las hacía con gusto, entonces estaba dentro de la dinámica del viaje. Recuerdo algunas anécdotas, como una noche que habíamos ido a pescar a una pequeña quebrada, se volteó la canoa y yo me quedé debajo, dentro de la canoa y no podía salir, entonces golpeando pude salir sin mayor tropiezo. Esto sucedió porque las quebradas tienen palos atravesados, entonces había que pasar por encima con la canoíta pequeña. Se quedó en medio del palo la canoa, así que me dijeron “ponte en la proa”, mientras los otros dos empujaban la canoa y yo atrás para hacer contrapeso y poder pasar, lo hicieron pero como estaba en el otro extremo el mismo peso mío me hundió por unos cuantos minutos bajo el agua. No fue cosa tan peligrosa, pero me asusté bastante, por estar un buen rato debajo del agua y no poder respirar, pero como te digo eso se asumía como parte del trabajo misional.

Sabemos Fray Máximo que le ha tocado vivir sólo en alguna misión. ¿Qué significó estar en esa soledad?
Una gran alegría (piensa por unos segundos)… el pensar que estaba solo, trabajando para la gente de allá y que estaba ayudándoles y que había que hacer lo que fuera para ayudarles mientras esperaba a que viniera mi compañero de misiones (que entonces era el Padre Adolfo o el Padre Tomás Fernández o el Padre Antonio Martín). Una gran alegría estar en soledad y además no da mucho tiempo para pensar, porque toda la jornada de trabajo la tenía bien ocupado con trabajos que hacer en la casa, de todo hacía. Algunas veces de mecánico, otras de carpintero, de todo.

A partir de lo que nos dice, ¿Cuán importante era el aporte que como hermano cooperador Ud. realizaba a nivel técnico y pastoral?
A nivel de trabajo, era necesario cuando llegamos hacer de todo, porque no había nada. Hacíamos mesas, sillas, todo había que hacerlo. Tampoco teníamos maquinaria, con un pequeño motorcito movíamos un eje y con eso hacíamos una sierra para sacar tablas con que construir la casa, y tenlo por seguro que lo hicimos. Y a nivel pastoral, sonará extraño pero de inicio no teníamos ningún plan, por una razón muy sencilla, porque en aquel tiempo, como no había nada, teníamos que ocuparnos de las cosas por construir o reparar y esto lo hacíamos con mucho cariño para las misiones y para que el sacerdote pudiera dedicarse exclusivamente a la pastoral, sin necesitar que le interfiriera el trabajo manual que podría realizarse.

¿Cuánto ha contribuido esta experiencia de las misiones en su desarrollo personal, hubo algún cambio en Fray Máximo?
Todo, todo (se le ponen los ojos llorosos)… ha sido una vivencia continua de entrega a Dios porque si no es así no hubiese resistido a nada.

En su libro “Dios y yo en las serenas noches de la selva”, usted se pregunta: “¿Dónde encontrarte Señor, dónde estas?” Y se responde; “en la mirada ingenua y sencilla de los ojos abiertos de par en par de los niños, en la paciencia infinita de tus hijos de la selva para quienes hoy es igual que mañana y lo mismo que ayer”. Eso nos habla de un Dios que está presente en las personas, en su pueblo ¿por qué mirarlo de ese modo?
Porque era la respuesta que yo encontraba a todo lo que estaba haciendo, porque si no había eso, no había nada, había que cerrar la puerta y marcharse. Era la única cosa de la que se podía estar seguro, Dios ahí, presente. Porque la llamada vocacional me la dio Dios y él fue quien me dio la fuerza. Dios está en el trabajo, es Dios quien da el impulso para todo, en todos los campos, no solamente en la misiones, sino en tu trabajo, y es él quien nos ayuda y si no ves a Dios entonces estás perdido.

Se atrevería a esbozar algunas ideas del perfil que debe tener un hermano Cooperador para ser Misionero.
No (responde con firmeza)… es una vivencia sumamente particular, una vivencia que tiene la persona que Dios lo ha llamado para eso y que él tiene que responder como tal, de manera particular. Las vivencias que yo he tenido nadie más que yo las puede tener, porque cada uno somos personas distintas, percibimos a un Dios de forma distinta. Somos personas diferentes y aunque vivamos la misma experiencia, ésta se circunscribe a la persona. Entonces yo no puedo hacer una pauta de una personalidad específica. Porque para ser un misionero caben todas las posibilidades humanas, todas. No específicamente la del Fraile, sino todas. En este sentido, todas las personas pueden aportar, aún desde su casa, puede aportar todo su bagaje cultural y todo su ser de ser persona y de ser cristiano al bien de los demás, porque todos formamos una Iglesia universal.

Finalmente ¿Cómo ve el presente y el futuro de las misiones en la selva?
Ahí hay un peldaño negativo, porque a nivel mundial las vocaciones religiosas y la vida de fe han disminuido. También se nota mucho entre nosotros, en España no hay vocaciones, hoy las gentes tienen otras miras y sí piensan en misiones, pero de manera distinta para trabajar. Lo veo muy difícil, muy negro. Pero aunque diga que está negro, no quiere decir que esto vaya a desaparecer, de ninguna manera. Dios tiene otras maneras, aunque no se mantenga la manera en que hemos trabajado nosotros, puede haber otros sistemas distintos. Puede ser que la religión católica tenga otra manera de pensar, otra manera de ser y otra manera de comportarse los cristianos, pero Dios está ahí y eso no se va a perder.
Es posible que estas misiones en que estamos nosotros florezcan a través de otras personas, incluso entre los mismos nativos para los que estamos trabajando, gentes que van a trabajar de otra manera, pero la Iglesia y Cristo no van a desaparecer. Aunque el futuro se vea negro exteriormente, siempre va a existir la voluntad de Dios de continuar con nosotros, eso no se va perder. La Iglesia lleva muchos siglos y recibe muchas bofetadas por todos los sitios, pero como se suele decir, se mantiene, baja y sube, a veces se sepulta en la tierra, parece que va desaparecer a través de la historia, pero eso no va a suceder.

Muchas gracias Fr. Máximo hemos aprendido mucho de su experiencia en esta entrevista

(Sonriendo) Amén, aleluya, como diría no sé quien.