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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

43. La Historia de las Misiones es muy interesante porque ¿sabes...

...lo que pasó en la Amazonía en la era del caucho?

Bajo el nombre de cauchu o jebe se comprende una goma elástica o látex procedente de varias plantas euforbiáceas y moráceas de las regiones intertropicales. Los indígenas le daban el nombre de Cahuachu, Cauchu, o Cauchuc, que significa “madera que llora”. Las principales plantas productoras de acaucho o jebe son: “Goma” o “shiringa” (Hevea brasilensis), “Jebe débil” (Hevea guianensis) y “Caucho castilloa” (Castilloaulei) (San Román, 1994: 137).

La demanda mundial del caucho produjo un “boom” económico en la Amazonía peruana, por el cual entre 1880 y 1914 la selva cae bajo la dependencia del capitalismo industrial extranjero que presiona a los indígenas amazónicos, expulsándolos de sus áreas de asentamiento o “atrapándolos” en la esclavitud. Como resalta el Padre dominico Ricardo Álvarez, “en la verdadera historia del caucho, el indígena fue el eje y palanca de la economía: él mostró los varaderos a los patronos; él condujo a éstos por los ríos y selvas; él exploraba los manchales sobre los que se formaban las estradas; él realizaba el trabajo de la extracción; él defendía a los patronos y empleados de las asechanzas de sus competidores. Sin embargo, para que estas cosas hayan sido posibles el sistema económico de la época debió esclavizar al Nativo” (Álvarez, 1984: 199).

Pero la creciente demanda de caucho obligó a incrementar la fuerza de trabajo, fue así que empezó “la caza del indio”. El explorador Georg von Hassel escribió en 1902: “Estas tribus son objeto de continuas correrías, iniciadas por los blancos en su mayor parte y en las que hacen lucrativo negocio en carne humana".

Conocedor de las iniquidades que se cometían contra los indígenas amazónicos, el Papa Pío X escribió la Encíclica “Lacrimabili Statu Indorum”, del 7 de junio de 1912, en donde exhorta a los obispos de América Latina a buscar un remedio “a la miserable condición de los indios” (Álvarez, 1996: 256). Los misioneros hicieron eco de este llamado y defendieron los derechos de los indígenas, en lo posible, pues ellos también estaban expuestos al mal trato, a la persecución y a la muerte, sobre todo al sabotaje en los trabajos de evangelización. Aunque ni las autoridades, ni la ley, ni la predicación, ni las amenazas del Papa pudieron rebajar las atrocidades que cometían los caucheros, los misioneros tuvieron la valentía de fundar una misión en el centro mismo de la explotación cauchera. Así, el 4 de octubre de 1908 el Padre dominico Pío Aza fundó la misión “San Luis” en el río Manu, y el 30 de noviembre ya funcionaba la escuela con varios niños “piros” (yine), “chamas” (shipibos), “campas” (ashaninkas) e hijos de los caucheros; además era una escuela mixta (Álvarez, 1996: 258-261).

El año 1911 marca el súbito comienzo de la decadencia del caucho, tanto en cantidad como en precio, debido a la fuerte competencia de las colonias inglesas y holandesas. La caída del caucho fue fatal para la economía y para la vida de tantos obreros que se quedaron sin trabajo y sin casa. Pero esta catástrofe, en contrapartida, serviría de bien al bosque, que se regeneraría, y al indígena, que recobró su libertad. El indígena “volvía a ser dueño de la Selva, que dominaba. Algunos de ellos, por temor a que se repitiera “el caucho”, se retiraron a los más alejados escondrijos y se hicieron resistentes a cualquier contacto con el blanco. Su vida se constituyó en marginación, necesaria para su supervivencia” (Álvarez, 1984: 205).

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Capilla de la Misión San Luis del Manu,
foto tomada en torno a 1918. Perú