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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

Voluntarios en Koribeni

Os dejamos las primeras impresiones de los voluntarios que están en la misión de Koribeni. Nos cuentan sus primeros días en la misión y su llegada al país. ¡Merece la pena leerlo!

Ya estamos las 4 voluntarias que este mes vamos a estar en la misión de Koribeni, en la selva peruana. A finales de mes Carmen se tiene que volver y llega Jorge para el mes de agosto. Desde que marchamos de Lima no sabemos nada de los otros 5 voluntarios que están en Kirigueti, pero seguro que están genial. Ellos tenían más aventuras hasta llegar a su misión, porque tenían que coger autobús, carros y muchas horas en barca por el río.

Nosotros estuvimos un día y pico en Lima al llegar, donde nos acogieron muy bien. Estuvimos todo el día recorriendo la ciudad y nos gustó mucho. No hacía tanto frío como en otras ocasiones. Desde allí cogimos un avión a Cuzco que es una pasada de ciudad. Solo pudimos estar unas horas recorriendo la ciudad, pero nos gustó mucho. Nos acompañó en nuestra visita una niña de 6 años que nos dejó su mamá porque se quería venir con nosotras (así, casi sin conocernos). Ese mismo día, después de un viaje en minibus con una música atronadora y que se nos hizo algo pesado, llegamos a Quillabamba, donde ya nos recogió Roberto y donde dormimos. Al día siguiente en seguida salimos con él para Koribeni.

Koribeni les encantó a todas. A mí me parece precioso. Además nos acogieron con los brazos abiertos, todos los niños del internado con besos y abrazos, una misa de bienvenida preciosa y una cena con todos los misioneros (Roberto y otro muy mayor) y misioneras de aquí (son 4).

Al día siguiente ya empezamos a preparar con la directora del colegio de aquí toda la formación que quieren que hagamos a los profes. Van a venir 60 profes de distintas comunidades del 19 al 24 de julio a reunirse con nosotras y convivir entre ellos. Así que estamos trabajando mucho preparando todos los talleres y dinámicas. Estamos un poco asustadas con las expectativas que hay, pero esperamos estar a la altura.

Ya el segundo día nos fuimos con Roberto a la comunidad machiguenga de Tipeshiari. Fueron dos días de ida, uno allí y otro día para volver porque no teníamos mucho más tiempo. La subida fue muy dura, porque todo es cuesta arriba. Bajaron a buscarnos a la carretera varias personas de la comunidad para guiarnos y ayudarnos a subir cosas que llevábamos para la escuela. Hubo algún momento que pensábamos que no llegábamos y como era todo barrizal no parábamos de resbalarnos. Al principio del camino teníamos que cruzar el río con una orolla, una especie de cesta en una tirolina, una pasada. La primera noche dormimos en una cabaña de una mujer llamada Selina. Las vistas eran una pasada, un sitio precioso, y la acogida que nos dieron. No nos podíamos comunicar mucho por el idioma, pero nos sentimos muy acogidos. Con nosotras iba Marina, una machiguenga de la comunidad que nos estaba ayudando a subir y como hablaba español nos hacía de traductora. Nos estuvieron enseñando hasta a disparar las flechas con el arco. Lo malo fue que llevábamos varias latas de sardinas y atún y pan para compartir con ellos y cenar y desayunar y los que las llevaban se subieron directamente hasta Tipeshiari y no las teníamos con nosotros. Así que solo cenamos un cachito de yuca cocida y no desayunamos, por lo que al día siguiente que era una ruta de 7 horas cuesta arriba y bastante dura (de saltar troncos, esquivar derrumbes, etc.) estábamos flojas de no comer.

Cuando llegamos a Tipeshiari no nos lo creíamos, pero la acogida fue una pasada. Nos estaban esperando para comer todos juntos. Se había reunido la comunidad en la escuela y habían cocinado tres monos para todos. Los machiguengas viven muy aisladas unas casas de otras, incluso kilómetros, pero allí estaban todos. La verdad es que fue muy bonito. Teníamos un poco de miedo con lo que nos iban a dar de comer pero la verdad es que el mono no está mal, un poco duro y de olor fuerte pero bueno De las opciones que teníamos era lo que preferíamos que nos diesen, porque nos habían dicho que a lo mejor nos daban gusanos tipo orugas o renacuajos vivos. También estuvimos bebiendo masato, que es una bebida fermentada de yuca un poco fuerte.

Toda la tarde nos hicieron bailes y celebraciones típicas suyas. Al día siguiente nos toco a nosotras enseñarles juegos y canciones. La verdad es que fue muy bonito. Y ese día ya cocinaba la profe y comimos lentejas, arroz y latas y pudimos recuperar fuerzas. Todo el mundo era muy cariñoso y nos sentimos muy a gusto en todo momento. El sitio es de estos increíbles que no imaginas nunca que puedas estar, un claro en un alto entre montañas con el río abajo, todo de árboles alrededor. En las noches hacía mucho frío y no podíamos dormir, estábamos acurrucadas sobre una madera con varias mantas que nos habían dejado.

Es una pena porque hay mucha desnutrición. Cada vez tienen más difícil la pesca y la caza por la influencia de las petroleras y otras empresas y por los colonos quechuas que llegan a la zona. Además con el frío hay mucha tuberculosis y neumonía. Los niños eran monísimos y al principio te miran con mucho recelo hasta que se van acercando.

Anoche llegamos a casa (Koribeni ya es nuestra casa) muy cansadas, muy muy sucias, pero con una sensación de felicidad absolutas. Simplemente estar en medio de esta naturaleza es un privilegio y una pasada.

Hoy ya tenemos muchos planes aquí, con las niñas, bañarnos en el río, preparar lo de los profes, y muchas cosas más. No paramos un momento, pero estamos encantadas. La verdad que es guay poder vivir esta experiencia en grupo con más gente, porque nos reímos muchísimo con todo y nos hacemos mucha compañía.