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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

San Juan de la Cruz, pobre y huérfano nos ilumina el camino de la vida

Sagrario nos cuenta como fue el encuentro juvenil a unos 1000m de altitud de la isla de Malabo

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En esta crónica de hoy os quiero contar mi última jornada misionera, del sábado 11 de noviembre. Tuvimos un encuentro juvenil, arriba de la isla, a unos 1000 ms. de altitud. Un lugar precioso de montaña que en un primer vistazo se podría asemejar a algunas zonas del sur de Cantabria, el norte de Burgos, o incluso de Galicia por la manera como transitan las nubes y las nieblas sobre las laderas de los montes: ¡oh bosques y espesuras!, Un paraíso recién estrenado después de haber sido lavado por la lluvia torrencial.


En primer lugar, hay que decir que la subida desde la ciudad de Malabo es una insólita aventura, atravesando barrios que parecen a medio  construir, arrabales de la ciudad que en un sábado por la mañana empiezan a animarse perezosamente con la apertura de tiendecillas y abacerías, gente que transita allá y acá, pero menos que entre semana. En todo caso un ambiente siempre colorido.

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Una vez que salimos de la ciudad, antes de empezar a ascender, dejamos a un lado a la derecha los preciosos edificios del campus nuevo de la Universidad de Malabo, aún por inaugurar, modernos edificios que todo el mundo, en particular los estudiantes, desea ver consolidados, abiertos y estrenados, pues los aularios y las sedes universitarias actuales son más bien pequeños y un tanto precarios.

Sin embargo, el campus nuevo luce elegante y ojalá pronto se llene de juventud ansiosa de saber.


Pasada esta última zona semiurbana empezamos a ascender por una carretera poco señalizada y con muchas curvas, donde se expande la
vegetación. Palmeras, cañaverales, plataneras, magníficas ceibas, y gente pequeñita, transitando de una finca a un poblado, al lado de la carretera muy despacio con alguna carga a la espalda en un cesto de mimbres, o sobre la cabeza, vienen de recoger sus pequeñas plantaciones, productos de subsistencia diaria, algunos tal vez para vender en el mercado de la ciudad. Y ya un poco más adelante descubrimos casitas con su ropa tendida, cabañas de madera con colores amarillos y azules deslucidos, y a veces algunas edificaciones un poco más sólidas, pero venidas a menos, casi ruinosas, que nos recuerdan ciertas películas, parecen ser construcciones de la época colonial.


sagrario 3.4Pero vayamos a lo nuestro, arriba, a Moca: cuando llegamos a la entrada del pueblo en una gran explanada, abierta, luminosa aireada con el frescor de la montaña contemplamos cómo se alza la hermosa Iglesia que respira
cierto aire alpino.

Alrededor cantan y juegan una multitud de niños y niñas, todos los que son de la zona y pertenecen a la población y a los internados de los alrededores. De hecho nosotros también hemos subido en ruta a los estudiantes del internado de Luba, una bonita población de costa que nos pillaba de camino.

Se trata de un dia especial de convivencia, dirigida a niños y niñas y jóvenes, desde unos 8 o 9 años hasta probablemente 20, en total cuando suben todos llenamos la iglesia, tal vez con cerca de 200. El programa invita a una jornada de amistad: hay que mezclarse, a mi lado se sienta un muchachito de 8 años que dice tener hambre porque ha madrugado mucho y ya es casi mediodía. Entre las diversas actividades, juegos y cantos, así como dinámicas de grupo, se han programado un par de charlas formativas.
La primera del padre Manolo, que es el responsable que vive y convive allá arriba con los chavales, en el Reino de Moca, como él gusta decir, un hombre joven, entusiasta, recientemente ordenado y realmente entregado a los niños y a la pastoral. La segunda charla me corresponde a mi, soy, según consta en el programa, la invitada especial.

¿Cuál es el tema? El caso es que me han hecho la invitación hace menos de una semana, y como me han escuchado las cosas de espiritualidad que hablo en Radio María, me proponen hablar de san Juan de la Cruz, y al tiempo motivarles para el estudio...

sagrario cronica 3La verdad es que después de haber aceptado, e incluso preparado un guión, casi me parecía un disparate. Y mi presencia allí un garabato de niebla y nubes intempestivas. Pues al llegar me los encontré bailando y jaleando reguetón ¿Cómo haría para atraer su atención?, una población que no conozco, niños tan pequeñitos con los que no trabajaba desde que fuera joven catequista. Mientras los veo bailar me pregunto cómo voy a hablar a estas alturas de mi vida a esas lejanías de la infancia, otro pueblo, otro color, otra condición y cultura, y otra altura, que es la altura de esta pequeña población de montaña en la pequeña isla tropical.

Así que por las indicaciones que me había dado el padre Manolo, he decidido hablar de la infancia de san Juan de la Cruz, un niño pobre entre los pobres de la vieja Castilla del siglo XVI, un niño pobre de solemnidad, tempranamente huérfano, alguien que sufrió penas y sinsabores. Así, una vez que comencé a hablar, las miradas inquietas y soñadoras me iban despejando el camino del decir, y allí estábamos, ellos y yo enfocando nuestra atención hacia los sinsabores de su propia vida. Por mi parte iba entendiendo aquello de los dichos de luz y amor, que al santo poeta le habían llevado por derroteros tan difíciles, porque buscando mis amores, esos eran al fin y al cabo los mismos que estos jóvenes tenían que recorrer, y aunque es de noche, que bien se yo la fonte, ellos habrían de descubrir la luz, la gracia y el amor que tanto ansiaban. Entre perfiles biográficos y consejos pedagógicos, fuimos insertando la audición de algunos poemas cantados de nuestro gran místico... Y me parece que en algún momento algún Angel de los que adornan los frescos de esa hermosa iglesia sobrevolaba las cabecitas de este jovencísimo auditorio. Porque no hubo bulla ni jaleo, como es frecuente en las aulas.

sagrario 3.2El medio fraile, como le decía Teresa de Jesús, el mudejarillo que se alzara sobre la pobreza y la orfandad desde la vieja Castilla hasta las más altas cumbres de la mística, andaba a su anchura y solaz dejándose conocer por los habitantes de estas ínsulas extrañas...

De tal modo, ni más ni menos, narrando las peripecias de nuestro gran poeta místico a estos muchachos y muchachas, a veces pobres, a veces
huérfanos, a veces maltratados por la vida, a veces picaros, como tantos contemporáneos del santo, vine a experimentar de una manera muy viva el aliento de las bienaventuranzas: bienaventurados los pobres, los misericordiosos, los que lloran.... Regresaba a casa descendiendo por el horizonte de un bellísimo atardecer, pasó por estos sotos con presura y yéndolos mirando, vestidos los dejó de su hermosura, dando gracias por tanta luz en aquellas miradas imborrables.

Sagrario Rollán