Verano útil
Beatriz Obono, desde Malabo (Guinea Ecuatorial), nos abre una ventana a su vivencia como monitora en el curso de verano: una oportunidad para crecer, acompañar y motivar a los participantes.

Este verano tuve la oportunidad de trabajar durante dos meses como monitora en un curso de verano, donde desempeñé el rol de maestra. Fui la monitora más joven del equipo, lo cual representó un desafío adicional, pero también una gran oportunidad para demostrar mi compromiso, madurez y capacidades.
Estuve a cargo de niños y niñas de 13 años hacia abajo. Impartí clases a nivel preescolar y también enseñé manualidades, fomentando la creatividad, la participación y el trabajo en equipo. Además, tuve la responsabilidad de impartir clases a un grupo de quinto de primaria, lo cual supuso un reto diferente y enriquecedor, ya que requería adaptar la forma de enseñar y relacionarme según la edad y el nivel educativo.
Los niños, con su energía inagotable y su sinceridad sin filtros, me hicieron ver el mundo con otros ojos. Conecté con ellos a través del juego, las canciones, los talleres y hasta en los momentos más caóticos.
Aprendí que ser monitora no es solo guiar, sino también aprender constantemente de los demás.
Además, trabajar con otros monitores me ayudó a desarrollar habilidades que no se enseñan en los libros: comunicación efectiva, adaptación a los imprevistos, y sobre todo, saber escuchar.
Este verano no solo fue útil por lo que ofrecí, sino por todo lo que me llevé. Terminé la experiencia con una enorme satisfacción personal, nuevos amigos, y la certeza de que cada verano puede convertirse en una oportunidad para crecer.
Durante esta experiencia, me enfrenté a diferentes situaciones complejas: algunos niños mostraban comportamientos de falta de respeto, otros tenían dificultades para relacionarse o preferían aislarse, y en algunos casos, incluso tuve que lidiar con alumnas mayores que no aceptaban fácilmente que una monitora más joven les diera instrucciones o les pidiera colaborar con tareas como la limpieza.
A pesar de estos retos, supe mantenerme firme, con respeto y empatía. Puse en práctica valores que considero esenciales: puntualidad, responsabilidad, paciencia, creatividad, imaginación y, sobre todo, respeto hacia todos. Aprendí a establecer límites claros y a ser justa, pero también cercana, siendo franca y, cuando la situación lo requería, un poco dura para mantener el orden.
Esta experiencia no solo me permitió crecer profesionalmente, sino también a nivel personal. Me hizo tomar conciencia del verdadero significado de la responsabilidad, del liderazgo y del trabajo con niños. A pesar de los momentos difíciles, fue una vivencia muy enriquecedora que me dejó muchas enseñanzas, y sin duda, lo volvería a repetir.
Beatriz Obono - Monitora en Malabo, Guinea Ecuatorial