Planteamientos y Opciones de Vida: La Solidaridad
Reflexiones de hace unos años sobre a solidaridad:
"Jesús es muy radical, tanto en la proclamación de Dios-Abbá como en la urgencia de liberarse de todas las cadenas, en la urgencia de tomarse la vida muy en serio, en la urgencia de ponerse a trabajar por los hijos de Dios que sufren en el mundo. Nuestra cultura, nuestra sociedad, son blandas. Vivimos un seguimiento de Jesús bastante "light", descafeinado, compatible con comodidades, consumos, prestigio social,... Como buscamos ante todo nuestra vida, la estamos echando a perder.
Jesús es muy radical, tanto en la proclamación de Dios-Abbá como en la urgencia de liberarse de todas las cadenas, en la urgencia de tomarse la vida muy en serio, en la urgencia de ponerse a trabajar por los hijos de Dios que sufren en el mundo. Nuestra cultura, nuestra sociedad, son blandas. Vivimos un seguimiento de Jesús bastante "light", descafeinado, compatible con comodidades, consumos, prestigio social,... Como buscamos ante todo nuestra vida, la estamos echando a perder.
La urgencia es que millones de hermanos míos se mueren hoy de hambre, sufren necesidad, injusticias,... La urgencia es que en nosotros no ven el amor y la solidaridad, que no damos soluciones a los problemas del mundo.
Tendríamos que preguntarnos si alguna vez hemos entrevisto a Jesús como ese abismo entre “lo que es nuestra vida” y “lo que debería ser”. En relación a la solidaridad Jesús nos invita no sólo a abandonar la orilla y montar en la barca, a un viaje sin rumbo conocido, sino a saltar de la barca y caminar sobre las aguas como hizo Pedro. Hay que tener claro que hay gente que se atreve a andar sobre las aguas de vez en cuando y anda de acá para allá.
Por pura coherencia personal necesitamos buscar una definición clara de donde queremos estar y con quién nos queremos identificar. No se puede querer ayudar al que no tiene sin dejar de tener lo que tengo (o lo que deseo tener). El querer estar en una situación buena y conservarla o mejorarla, es incompatible con ser solidario y bajarse hacía los más necesitados.
El ser solidario implica abandonar nuestra situación de bienestar (o mejorestar) y ver al otro con un sentimiento radical de igualdad. Si al ver a un semejante nosotros lo vemos como un superior o un inferior, y le tratamos como tal, algo grave está pasando. Lo primero es amarnos como hermanos y luego hacer lo que se pueda.
La solidaridad hay que darla desde la igualdad y la interdependencia. Esta te saca de tu sitio, de tu comodidad, de tu casa y de tu tierra, para ir en búsqueda del otro. Nosotros sabemos dónde están y allí tenemos que ir y no regresar hasta que no se hayan arreglado las cosas.
¿Cómo voy a quedarme tranquilo disfrutando de los privilegios que poseemos unos pocos, mientras otros muchos sufren el despojo que ha hecho posible dicho privilegio?
Mucha gente se lamenta de que le gustaría vivir de modo diferente a como realmente viven, pero no pueden. ¿Realmente no pueden o no saben? ¿No será que falta SOLIDARIDAD?
¿Estamos nosotros dispuestos a dejar a un lado nuestros esquemas de hacer solidaridad y buenas obras y todo lo demás para abrirnos a la necesidad de cualquier gualdrapas que llega a nosotros y llama a nuestra conciencia? “porque cada vez que os topabais con uno de mis pequeños hermanos a mí me encontrabais...” Dios nos habla a través de estos seres de carne y hueso que desnudan ante ti su necesidad y no pueden llegar a tapar su vergüenza. No somos nosotros quienes tenemos que elegir quién es nuestro prójimo, con quién queremos ser solidarios.
Hay que desvivirse para transformarnos. Hay que desvivirse poco a poco para amar de verdad.
En mi experiencia personal creo que hay mucho que puedo hacer. Gracias a mi encuentro con el otro, con el diferente, al que a veces he tenido que salir a buscar, soy consciente de las muchas necesidades que ocurren a mí alrededor y de cómo yo puedo hacer algo para aliviar esas situaciones. No paro de pensar sobre mi forma de vida, mi consumo, mi ocio, en qué gasto mi dinero y donde lo guardo, cómo amo, qué transmito, con quién me junto, a quién defiendo... Todas estas cosas son relevantes y son las que me definen como una persona solidaria o no.
Estos planteamientos son los que hacen que me decida a abrir mi casa a las personas que llegan a España sin papeles, a los menores tutelados por la Comunidad de Madrid o a cualquier persona que lo necesite; aunque eso conlleve una pérdida de cierta comodidad en mi casa o falta de intimidad con mi marido. También me lleva a cambiar mi dinero de banco, mi compañía eléctrica, a consumir localmente y justamente, a renunciar a tener ciertas cosas, a trabajar en algo en lo que creo, a salir de mi mundo e irme a la misión a encontrarme con Dios en otras realidades, a salir a la calle a defender distintas causas o a plantearme un tipo de vacaciones u otras, entre otras cosas.
Hace tiempo que decidí que no voy a seguir esperando a que sean otros quienes tomen las decisiones para poder solucionar la situación de tanta gente que lo está pasando mal. Creo que Dios me pide ser ese Dios en la Tierra que actúa en su nombre y hace posible una pequeña playa donde todos vivamos felices. El camino auténtico de la solidaridad pasa por la creación, a veces al margen de la sociedad, de pequeñas comunidades auténticas donde pueda vivir cualquier ser humano la sencillez, la fraternidad y la armonía consigo mismo y con los demás.
Todo esto se puede resumir muy bien con unos versos de Pedro Casaldáliga:
No tener nada.
No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
Y, de pasada,
no matar nada.
Solamente el Evangelio, como una faca afilada.
Y el llanto y la risa en la mirada.
Y la mano extendida y apretada.
Y la vida, a caballo dada.
Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada,
para testigos de la Revolución ya estallada.
¡Y "mais nada"!
Alexia Gordillo - 2013