Nuestro MJD particular
“Amor con humor es nuestra herencia disponible ya”, de la mano de Fr. Fernando y Fr. Paco, ponemos atención al valioso testimonio de los dominicos más mayores

Hace unos tres años, el MJD (Movimiento Juvenil Dominicano) de la parroquia de la Crucita dejó de existir. A raíz de ello, y en tono de broma, tuvimos la idea de formar en Santo Domingo Ray´kuera nuestro MJD particular, pero, esta vez, sería el Movimiento de Jubilados Dominicos, cuyos componentes fundadores (y hasta ahora únicos miembros) son los dos frailes de más edad de la comunidad. Nos procuramos nuestras propias remeras, donde figura nuestro lema tomado del salmo 92, 14:
“En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo y que en nuestra Roca no existe la maldad”.
Lo que fue una broma, lo hemos ido viviendo como una ocasión para expresar e intensificar nuestra vocación en esta etapa de nuestras existencias.
Somos conscientes que la ancianidad es un tema candente de nuestro tiempo. Por primera vez en la historia, la vida se prolonga por más años y en más personas. Geriatría y gerontología nos señalan que es una etapa fructífera, con sus propias necesidades y fortalezas, con su propio sentido y misión. Con su propia espiritualidad. Y todos somos novicios de esta etapa. Los integrantes del MJD de esta Comunidad, nos ayudamos recíprocamente en la reflexión, en la vivencia, en el camino espiritual como dominicos de la tercera edad. En el plano humano, además, el venir de dos provincias distintas (Aragón y Bética), con sus tradiciones propias y de dos ricas culturas diferentes, catalana y andaluza, nos permite un intercambio sabroso de contenidos y sentimientos. Compartimos también momentos lúdicos e intercambio de programas virtuales para nuestra propia formación continua.
Vemos nuestro papel en una comunidad a la vez intergeneracional, internacional y formativa. Nuestras trayectorias personales, teológicas y pastorales están a disposición de los más jóvenes y gracias a ellos, nosotros nos abrimos a nuevos horizontes y perspectivas. No hay tiempo para el hastío, la sensación de inutilidad o la tentación de “tirar la toalla”. Como dice nuestro admirado P. Manuel Uña: “Nosotros no dejamos pasar al viejo”. Tal vez, nuestro testimonio más importante, es el de mostrar, no nuestra fidelidad dominicana en tantos años, sino la fidelidad del Señor a cada uno de nosotros. Fidelidad de Dios que puede alimentar la esperanza teologal en los más jóvenes. Amor con humor es nuestra herencia disponible ya. Cariño por nuestros hermanos de dentro y de fuera y capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas.
En alguna ocasión y a causa de las tareas ministeriales de nuestros hermanos, somos los que les están apoyando en la liturgia de las horas. Con conciencia de comunidad contemplativa y apostólica. Rezamos por ellos y con ellos que predican la Palabra que, en ese preciso momento, nosotros celebramos.
Todo esto puede parecer una crónica humorística y quedarse en la mera anécdota. Y, sin embargo, creo que es un pequeño signo de los tiempos. En estos momentos de descubrir la importancia de la ancianidad para los que la viven o la acompañan, este pequeño signo de nuestro MJD (aunque el nombre es forzado e inexacto, porque no estamos de ninguna manera “jubilados”, aunque sí “jubilosos”), puede servir de humilde referencia para otras personas y otras comunidades.
Fr. Fernando Solá, OP y Fr. Paco
desde Asunción, Paraguay