Dejé mi cántaro y, corriendo, fui a anunciarte
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: “Dame de beber.” Juan 4, 42. No te importa estar cansado de ir de pueblo en pueblo: Jericó, Jerusalén , J...
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: “Dame de beber.” Juan 4, 42.
No te importa estar cansado de ir de pueblo en pueblo: Jericó, Jerusalén , Judea, Galilea…”Era necesario que pasaras por Samaría.” Para hacerte hoy el encontradizo conmigo.
Llego con mucha sed, traigo mi cántaro vacío por eso voy con prisa a sacar agua. Estoy entretenida en mis pensamientos y no me doy cuenta de que estás ahí, sentado junto al pozo. Quieres llamar mi atención: “Dame de beber.” Y entonces te veo y entablo una conversación contigo, extrañada de que alguien que no había visto nunca antes necesite mi ayuda.
En cuanto empezamos a hablar comienzo a sentirte familiar, muy cercano, como si de algún modo me conocieras… de toda la vida, como si no te extrañara nada de lo que soy, ni de lo que he hecho.
Me hablas de un agua que no se acaba, y aunque no te entiendo muy bien, sé y estoy convencida de que es eso lo que quiero.
Entonces, algo en mí se alegra y brota como esa fuente de la que me hablas y dejo mi cántaro vació en el pozo, y voy corriendo a contarles a todos lo que se están perdiendo.
Me creen al ver que ya no cargo con mi cántaro, que no necesito ir al pozo donde iba antes, que algo mucho más valioso ha saciado mi sed para siempre.
Lucía Fonts