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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

A vueltas con la crisis

Os dejamos la reflexión de un misionero de la diócesis de Burgos, escrito para el Instituto Español de Misiones Extranjeras, sobre la crisis.

 

El severo aislamiento con el exterior al que me tiene acostumbrado el bosque africano se resquebraja de cuando en cuando con los avances de la tecnología. Por estas latitudes los connaturales del lugar pueden ya hacer uso de los teléfonos móviles en sus casas o aledaños sin necesidad de cables. Es uno de los escasos positivos frutos de la globalización. En el lugar donde vivo tengo que conformarme, de momento, con las ondas magnéticas de la radio, encargadas de “enredarme” con cuanto ocurre en el hemisferio norte, aunque de un tiempo a esta parte no se escuche otro tema que no sea la crisis que azota al globo entero y, de una manera particular, a los españoles.

La crisis económica que ha disparado el paro a niveles insospechables hace unos años; crisis en el sistema educativo, que nos ha puesto en la cola de Europa; crisis de la zona euro con la moneda tambaleándose; crisis del sistema financiero... y un largo etcétera que, a la contra, nos ha metido de lleno en las subidas de impuestos y los impopulares recortes de los Populares. A los únicos a quienes parece no afectarles la crisis es a los jugadores de la selección española de fútbol. “La Roja” no sólo no está en números rojos, sino que ha llenado los bolsillos de dinero a unos y de ilusión y orgullo español al resto. La tan tarareada crisis tiene por objeto mentalizarnos en apretarnos el cinturón otro poquito, sin tener aún en claro por donde saldremos del túnel. No es éste tema frívolo ni baladí, pero merece que se le acompañe con otra tonada diferente, pues corremos el riesgo de mirar sólo los ojales y la hebilla de nuestro cinturón.

La cabaña de Never, un joven de 21 años, no mide más de 9 metros cuadrados. Cuando en la noche entramos a dormir en el suelo sobre la esterilla, todas sus pertenencias estaban bien a la vista: tres bolsas que cuelgan de un clavo en la pared donde guarda toda la ropa de que dispone, la bicicleta destartalada de su abuelo que, cual pieza de museo, posa contra la pared de adobe, y un par de zapatos a medio uso para los días de fiesta.

Los cristianos con los que fuimos en coche a las órdenes de un cura y tres diáconos el día 30 de junio, no disponían ni de un solo dólar con el que comprar una barra de pan en el supermercado de Hwange para llevar a sus casas y compartirlo con sus familias. Se vinieron con lo puesto.

Mientras los precios de la ropa y la comida siguen en alza, todos soñaban con que el precio del algodón fuese parecido al del año pasado: 1 dólar por kilo. Pero, para desconsuelo de todos, la empresa estatal, que controla el mercado del algodón, ha rebajado su precio hasta dejarlo en un tercio de su valor. Una gran decepción e impotencia se percibe ahora en la gente, viéndose obligados prácticamente a regalar a sus compradores el algodón que ha requerido tantísimo trabajo y dedicación por su parte. ¿Robo, injusticia, crisis? Todo el trabajo de un año ha sido en vano.

Los catequistas de Sikomena, comunidad que dista 60 kms, llegaron andando a la reunión general de la misión, porque su comunidad no disponía de dinero para pagarles el viaje en autobús. Robert y Precious salieron a las 5 de la mañana antes de la salida del sol y entraban por la puerta de la misión a las 7 de la tarde, después de su puesta. Por cierto, Precious se hizo todo el trayecto con una maleta en la cabeza y su niña de 5 meses a la espalda.

En el territorio que abarca la Misión hay 29 escuelas de primaria y 6 de educación secundaria. Es muy frecuente ver a los chavales a media mañana por los caminos volviendo a sus casas. No hace falta preguntar qué ocurre, todo el mundo sabe que han sido expulsados de la escuela por no pagar los 10 ó 20 dólares que cuesta la matricula cada trimestre. Y es que más de la mitad de los padres no pueden hacer frente al gasto que supone el derecho a la educación gratuita de sus hijos.

El paracetamol se ha convertido prácticamente en la receta común en las clínicas de la comarca. Estas pastillas, que en condiciones normales usamos para curar el dolor de cabeza o un resfriado, aquí parecen tener el poder milagroso de combatir toda clase de enfermedad y dolencia, simplemente porque no hay más medicación o paliativo disponible.

Espero que este pequeño botón de muestra llevado a vuestras casas por las ondas del Internet o por las páginas de la revista ID, corrija en parte nuestro ángulo de visión y la miopía en que nos puede sumir la pesadilla de la crisis, repetida estos meses hasta la saciedad. Seguro que nadie va a renunciar a tomarse unas cervecitas con unas tapas en la terracita del barrio. Y que tanta crisis no afecte a la solidaridad del corazón ni a la del bolsillo, lo cual no nos es ajeno del todo.

Nos vemos en la misión de cada día.


Luis Carlos Rilova.
Diócesis de Burgos

Misionero en Zimbabue