La partida del Papa Francisco
Fr. Fernando Solá, OP, dedica estas emotivas palabras en agradecimiento al Papa Francisco por ser buen pastor que cuida de sus ovejas

El vocablo “partida” hace referencia a dejar esta realidad temporal para adentrarse en la realidad eterna, es decir, adentrarse en Dios. Otra acepción de “partida” es la competición entre dos equipos que se disputan una victoria. El Papa Francisco ha jugado bien en el campo de la responsabilidad humana que le correspondió, y en su fidelidad a la llamada de Dios. La comunicación del fallecimiento del Papa Francisco en la mañana de este lunes de Pascua, 21 de abril, nos ha conmovido a todos.
A mí, en particular, me ha suscitado un sentimiento de profunda gratitud. No puedo llorar. Pensar que en este domingo de Resurrección nos ha regalado el fruto pascual de doce años de pontificado, me colma de alegría. A imagen del buen Pastor, condujo la Iglesia a nuevas praderas, atrajo las ovejas excluidas, cuidó a las heridas. Esa mañana, asomado al balcón de la basílica de San Pedro, contempló a la multitud congregada en la plaza y, forzando la voz, felicitó la Pascua. En un último mensaje, leído por un ayudante, instó a la paz, al cese de las guerras, a liberar a rehenes y prisioneros; hizo un llamado al diálogo, a respetar a todas las personas, a reconocer las diversas culturas y religiones, a combatir el hambre en el mundo y asumir el principio de humanidad. Al finalizar, bendijo a la ciudad y al mundo. Después quiso hacer un recorrido por la plaza, entre la gente, como otras tantas veces, y se retiró a descansar. Era el descanso definitivo en los brazos del Padre. Nos dejó la consigna de confiar en Dios, de confiar unos en otros, a pesar de todo, porque “la esperanza no defrauda”.
Fr. Fernando Solá, OP