La Comunión de los Santos
Desde la catequesis de mi infancia, proclamo que creo en la Comunión de los Santos.
La Hna. Luisa, con paciencia, se empeñaba en que yo memorizara el credo. Más difícil que lo entendiera. Era la misma víspera de mi primera comunión. Desde entonces no he dejado de encomendarme a quienes ya están en la casa del Padre, con la confianza de que interceden por nosotros.
¿Cómo entiendo hoy la Comunión de los Santos?
No puedo concebir un Dios que se haga de rogar. Su amor es demasiado grande y, como dice Jesús, él sabe lo que necesitamos (Mt. 6, 8). Sin embargo, Jesús pidió a su Abbá por nosotros. ¿Cómo intercede ahora Cristo, el único intercesor? ¿Cómo, en su nombre, interceden María, los santos y nuestros seres queridos y que en vida cuidaron de nosotros? Pienso que es el amor lo que interrelaciona todo lo que existe y, con mayor razón, a los seres conscientes, que nos llamamos y somos hijos de Dios.
Es el AMOR, con mayúscula, que estuvo, está y estará siempre presente sin dejar de inspirar y promover el bien, respetando la libertad con la que dotó a quienes creó a su imagen y semejanza. Se me ocurre una experiencia de la vida ordinaria: una persona necesita comunicar a un familiar, angustiado por una situación difícil, que cuenta con la solución a su problema. Insiste en llamarlo a su móvil, pero es preciso que él responda para liberarlo de su angustia. De modo similar, y salvando las distancias, Dios nos mira con bondad y quiere nuestro bien, y con él, lo quieren todos los que participan plenamente de su amor, los que están en comunión con él, y por eso son santos. Simplemente hace falta que nosotros respondamos al móvil y comuniquemos con él.
Fr. Fernando Solá Soler