San José: modelo de una confianza plena en Dios
Reflexiones de Fray Miguel Ángel Gullón sobre el testimonio de San José, la fe y la esperanza, inspiradas en la Carta Pastoral de la Conferencia del Episcopado Dominicano
"¡Búsquenme a mí y vivirán!"(Am 5, 4-6).
La reciente Carta Pastoral de la Conferencia del Episcopado Dominicano, “¡San José, custodio del redentor y modelo del creyente”!, publicada con ocasión de la solemnidad de Nuestra Señora de la Altagracia, es muy sugerente e inspiradora. Dicen nuestros Pastores: “el verdadero drama de nuestro siglo es el vacío de Dios en el alma de tantos pueblos y la verdadera pandemia que nos aqueja es la anemia espiritual: el hombre de hoy “se muere por falta de conocimiento de Dios” (Os 4,6). De ahí la importancia del “siervo fiel y prudente” (Cf. Mt 24,45-47) que edifica su casa sobre la Roca, que es Cristo (Cf. Mt 7,24-25; 1Cor 10,4)” (Carta n. 4). San José es modelo de una confianza plena en Dios que le lleva a ser un esposo y padre ejemplar, pilar de la Sagrada Familia de Nazaret. Se le menciona poco en los evangelios, pero su vida está adornada de tantas virtudes que lo hacen testigo y partícipe privilegiado del misterio de la Encarnación.
Como consecuencia de la indiferencia hacia Dios se presentan otras pandemias, “ese vacío de Dios en el alma de tantos pueblos se hace palpable en por lo menos cuatro pandemias que le amenazan constantemente. Se trata de una lucha sin igual que se desarrolla en el corazón de las personas y de los pueblos. Estas pandemias son, entre otras: la mentira, la violencia, el afán de dinero y el hedonismo” (Carta n. 4). A pesar de todo, el Reino de Dios siempre es una utopía para el hombre que permanece sin desvanecerse. Es ese horizonte utópico el que alientaa los hombres de todos los tiempos. Y para ello nada mejor que interrogar al Libro que da razón de la Esperanza, porque ella anima sus páginas y las traspasa de punta a cabo, la Biblia. Nos preguntamos muchas veces: ¿puede aportarnos en este sentido la fe en Dios un plus de sentido a nuestra vida? La fe nos abre el camino al mundo de las personas, de la humanidad y de la cultura; la fe es el umbral de la comunicación y del espíritu. Es una forma de salir de nuestro ego enjaulado y romper todas las cadenas que nos atan e impiden que nos realicemos tal cual somos o según el proyecto que tengamos pensado hacer; es abrirse a un horizonte de nueva humanidad.
Ahora bien, en el origen de la fe está la experiencia radical de la unidad de ser con los demás hombres tal como nos lo manifiesta la Revelación de Dios en la historia de Israel. La Revelación de Dios "mediante obras y palabras intrínsecamente ligadas" (DV, 2), preparada en el AT y culminada en Cristo (DV, 3-4), puede ser acogida libremente por el hombre mediante la fe (DV, 5) como escucha atenta a los signos de Dios en la azarosa y multisecular historia de la humanidad. ¿Cómo se fue haciendo realidad este encuentro siempre novedoso y utópico del hombre con Dios?
El Pueblo de Dios siempre ha estado caminando, en marcha. Nunca se aferró a ningún marco geográfico ni ambiental por el peligro de quedarse aletargado y sin ninguna inquietud o deseo de mejorar. Siempre ha tenido un horizonte que le impulsa a seguir viviendo. "Los cielos nuevos y la tierra nueva" (Is 65, 17; Ap 21, 1) siempre le dieron alas a un hombre que sueña con volver al paraíso perdido; un paraíso en el que no haya guerras, violaciones de los Derechos Humanos, injusticias, esclavitudes, etc., y donde el hombre pueda ser capaz de ver en el otro hombre el verdadero rostro de Dios. Por eso “San José es el hombre para nuestro tiempo. Él fue el espejo terrestre donde se miró el Hijo de Dios y ha sido un modelo de fe adulta para toda la Iglesia. Hoy día, su presencia y su testimonio se hacen más necesarios que nunca con vistas a salvar la civilización cristiana, amenazada seriamente por la cultura de la muerte. Dirigir a él nuestra mirada e invocar su protección y amparo, es reconocer las maravillas de Dios en este su siervo. Gran santo de la Iglesia, a través del cual Dios sigue actuando en favor nuestro” (Carta n. 28).
Fray Miguel Ángel Gullón, OP, desde la Misión de Santa Cruz de El Seibo, República Dominicana