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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

Preparación a la misión al interior de Paraguay

Fr- Fernando Solá, OP, da una formación a los 40 misioneros que del 20 al 22 de diciembre irán a evangelizar a la ciudad de Arroyos y Esteros

Foto misión en Paraguay Familia Dominicana

I  ¿Por qué la Misión?
 
Nos encontramos un pequeño grupo que nos disponemos a organizar una Misión en una población del interior del País. Ya es costumbre en la Familia Dominicana del Paraguay hacer cada año una Misión todos juntos. Además de ser una buena obra, nos hace bien. Nos sentimos predicadores, como corresponde a nuestra vocación de dominicos. Estamos frailes, hermanas, la Fraternidad laical, Anunciatistas, jóvenes de Redes Vocacionales, venidos de colegios de las dominicas y otros invitados/as. Para unos es una práctica conocida, para otros será una experiencia nueva. Todos nos sentimos agentes activos de la predicación que ha sido confiada a la Orden.
Lo primero que hay que señalar es que lo importante de salir de misión es salir a encontrarnos con otras personas. El Papa Francisco insiste en ser Iglesia en salida. Salir, primero de nosotros mismos, de nuestra comodidad, de nuestros criterios, e ir al encuentro de otras personas. Son personas todavía desconocidas para nosotros. Serán una sorpresa, algo nuevo. Dios mismo nos espera ahí.
 
La Misión es una experiencia inserta en la vida cristiana. Fuimos bautizados; el bautismo nos consagró. El seguimiento de Jesús es la opción fundamental del cristiano. Somos discípulos y discípulas que vamos aprendiendo a poner en práctica el Evangelio. Nuestra vida cristiana está en continuo crecimiento. También en la vida religiosa. Y la Misión es un momento de gracia. Nos puede enseñar mucho.

Salir al encuentro misión de Paraguay
 
La verdad es que en una sociedad tan individualista y autosuficiente como la nuestra, pensar en los demás es algo inusual. Por eso mismo, este ejercicio de salir de uno e ir al encuentro del otro es una necesidad. Lo necesitan las personas a las que vamos a visitar; lo necesitamos nosotros mismos; lo necesita nuestra sociedad. Es una urgencia para mejorar nuestro mundo.
 
El Espíritu es el que suscita el encuentro. El Espíritu mueve a que pensemos unos en otros. Cada vez somos más los que sentimos este impulso. Y aquí estamos. En esta Misión nos vamos a encontrar con niños, adolescentes, adultos y personas mayores con los que se va a crear un vínculo. Dependerá de nosotros que sea un vínculo pasajero o más profundo. Es elvínculo que crea el ser hermanos y hermanas. Durante la Misión y después que termine, no dejemos de dar gracias por haberlos conocido; no los olvidemos, y recemos por sus necesidades.
 
Aunque hayamos participado en otras misiones, no pensemos que ya nos lo sabemos. No vayamos con espíritu colonizador, ni hagamos de la evangelización un proselitismo. Vayamos, más bien a aprender. No vayamos a bendecir sino a recibir la bendición de los que verdaderamente son depositarios de las bienaventuranzas: los pobres, los que, a pesar de todo, viven con sencillez y en paz con los vecinos, con la naturaleza y con Dios; personas y familias también con problemas, que luchan diariamente con las adversidades. Hay mucho que aprender de ellos.  
 
El tiempo destinado a la misión es muy corto y el deseo de llevar un mensaje a las personas que vamos a visitar y a la vez aprender nosotros de ellas, puede resultar una dicotomía difícil de equilibrar. ¿Cómo llevar las dos cosas a la vez? Es muy importante que en la organización de actividades de la Misión se priorice el espacio de compartir nuestras experiencias y de reflexionar y orar juntos. El tiempo que se emplee en comentar lo que hemos visto y oído, y en observar nuestros propios sentimientos, será en beneficio del mensaje que queremos transmitir.
 
Dejemos, pues, que el Espíritu empuje. ¿Qué quiere el Espíritu, y cómo debemos actuar? Quiere que miremos a las personas. Que las miremos con la mirada de Jesús. ¿Cómo las ve Jesús? No en su apariencia, sino en su realidad más profunda. Y las mira con amor. Así quiere que las miremos. Podemos, de antemano, imaginarnos la vida de las personas que vamos a visitar. Después podremos mirarlas a los ojos, y escucharlas. Tendremos el privilegio de conocerlas. Serán, seguramente, familias pobres a merced de las cosechas o trabajos irregulares; con niños a quienes alimentar, y ancianos y enfermos a quienes atender.
 
Los pobres son el tesoro más grande de la Iglesia. Cuando entremos en sus casas piensemos que es tierra sagrada. Recuerdemos el episodio de Moisés ante la zarza ardiendo. Ex 3, 1-5. Es la zarza que arde por la justicia, por el derecho que tienen todas las personas a ser reconocidas como tales. Descalzarse es una actitud de reverencia ante el misterio.
 
 
II  El envió de Jesús a sus discípulos
 
Acudamos al Evangelio. Es nuestra guía, nuestra luz y nuestro alimento. Miremos a Jesús. Lc 9, 1-6.
Dice: Jesús convocó a los Doce. Es él quien nos ha convocado para esta Misión. Es Jesús quien ha convocado a cada uno/a de nosotros y nosotras. Lo ha hecho a través de mediaciones como la costumbre de misionar de la Familia Dominicana, o por Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas, o por alguien que nos invitó, pero quien nos convocó fue Jesús. Tal vez no nos hayamos dado cuenta, pero estamos en situación de tomar conciencia y dar una respuesta libre y voluntaria a él. No tenemos que dar cuenta a nadie más. Es importante ser conscientes de la llamada. Es Jesús. Nos dice: vengan conmigo, tengo un trabajo para ustedes.
Es el momento de preguntarnos ¿Qué relación tenemos con Él?  Según sea nuestra relación con él, podremos hablar de él y presentarnos en su nombre. Ni que seamos frailes, religiosas o laicos comprometidos nos garantiza que lo representemos. Se trata de tener una relación íntima con Jesús. Aprovechemos el tiempo para intensificar nuestra amistad con él por la oración y la meditación del evangelio. Pero no vayamos a la misión a hablar de él, si sólo lo conocemos de oídas.
Misión Paraguay en el interior 3 
Si Jesús llama para esta misión, también nos capacita para realizarla. A los apóstoles les dio poder para expulsar toda clase de demonios y para sanar enfermedades. A nosotros nos dará un poder extraordinario, que apenas podemos imaginar. Tal vez nos dé poder para aliviar la aflicción de algunas personas con las que vamos a encontrarnos. Según se dé el caso, podremos expulsar malos espíritus de rencores, de enemistades, depresión, tristeza, mal humor o soledad. Podremos sanar enfermedades y curar heridas del corazón.
 
Pero todo esto lo podremos hacer si vamos como Jesús dijo a sus discípulos: No lleven por el camino ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni lleven dos túnicas. Es decir, podremos actuar en nombre de Jesús, si nos desprendemos de las seguridades en las que nos apoyamos, si no nos revestimos de clericalismo o de creernos portadores de la verdad, si nos despojamos de arrogancias creyéndonos mejores y con más conocimientos que los demás. Sólo así, con sencillez, sin pretender adoctrinar a nadie, podremos ser misioneros, porque solo Jesús es el maestro y nosotros solo somos discípulas y discípulos que intentamos aprender de él.
 
Dice Jesús: Cuando entren en una casa quédense en ella hasta que salgan de aquel lugar. Entrar en una casa es señal de la confianza que nos conceden. Debemos estar agradecidos y corresponder con la misma cordialidad. Entrar es respetar a las personas, respetar su religiosidad, su pensamiento o modo de ser. No somos quienes para juzgar a nadie ni dudar de su veracidad. Hay muchos caminos en la vida y sólo Dios tiene el conocimiento de la verdad de cada persona. Él tiene cuidado de cada uno de sus hijos. Será muy bueno que escuchemos y hablemos acerca de cuáles son sus preocupaciones y sus intereses. Tendremos la oportunidad de reconocer el bien que hay en cada persona. Será un privilegio. Sólo después de un diálogo abierto, podemos proponerles hacer juntos un momento de oración. No una oración rutinaria. Una oración de confianza en un Dios que es amor y nos mira a todos con ternura.
 
Aunque es extraño, puede ser que algunos no nos reciban o no nos hagan caso. Jesús dice: Váyanse y sacudan el polvo de sus pies. Es decir, no se enojen, ni se preocupen. Que no les quede ni una brizna de resentimiento. Añade el texto de Lucas: sacudan el polvo de sus pies, como testimonio contra ellos. Eso no es como revancha, sino como testimonio de que el bien vence el mal. Actuando con amabilidad, damos ocasión a que la persona que nos rechaza, lo piense y caiga en la cuenta del bien que trae la Buena Nueva del Evangelio.
 
Termina el texto diciendo que los discípulos partieron y fueron recorriendo los pueblos, anunciando la buena noticia y sanando enfermedades por todas partes. También nosotros/as recorreremos las casas, y tendremos actividades con pequeños y grandes, contentos de poder predicar el reino de Dios, porque éste fue el objetivo de la Misión y la razón por la que Jesús nos llamó.
 
Demos gracias a Dios que nos ha hecho dignos de esta misión.
 
 
III   Con rasgo dominicano
 
La Misión es un elemento esencial de la Iglesia. Pablo VI en “Evangelii nuntiandi” (14) dice que “la evangelización constituye la identidad más profunda de la Iglesia”. Desde las primeras comunidades cristianas hasta hoy día, la Iglesia cumple el mandato de Cristo de anunciar el evangelio a todas las naciones. Las comunidades y grupos eclesiales, adaptándose a las culturas y circunstancias de cada tiempo y lugar, dedicaron todas sus energías a la Misión. Entregaron su vida incluso hasta el martirio. Lo hicieron de formas diversas y con sus características propias, Es así que podemos hablar de unas características de la misión en la Orden de Predicadores.
Unción de enfermos en la misión de Paraguay 
Santo Domingo de Guzmán fue un incansable misionero. Junto a su obispo Diego de Osma recorrió el sur de Francia presentando la nitidez del evangelio frente a los errores del maniqueismo. De plano, en esta simple fisonomía de Domingo, ya observamos tres características: dedicación plena a la evangelización, actitud eclesial, y compasión por los que viven en tinieblas.

De su experiencia misionera, surge la idea de fundar una Orden dedicada a la Predicación. Le siguieron mujeres y hombres entusiasmados con este ideal: Jordán de Sajonia, Raimundo de Peñafort, Jacinto de Polonia, Pedro de Verona, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Margarita de Hungría, Inés de Montepulciano, Catalina de Siena, Vicente Ferrer, Antonino de Florencia, el Papa Pio V, Catalina de Ricci, Luis Bertrán, Juan de Colonia, Martín de Porres, Juan Macías, Rosa de Lima, Marie Poussepin, Francisco Coll, Imelda Zapata, el gran exégeta bíblico Marie Joseph Lagrange, el mártir Pierre Claverie, obispo de Orán, Argelia, y un  número incontable de frailes, monjas contemplativas, religiosas, laicos y laicas, todos siguiendo el carisma de la Predicación. Cada uno de ellos imprimió en la Orden algún matiz de su espiritualidad.
 
Recientemente el Papa Francisco ha anunciado la canonización de otro santo dominico: Pier Giorgio Frassati. Es un joven laico dominico italiano, graduado como ingeniero civil, amante del deporte, esquiador y montañista, que disfrutó de la belleza de la vida y del buen humor. Con 24 años de edad se le diagnosticó poliomielitis fulminante que lo llevó a la muerte en una semana. Falleció el 4 de julio de 1925. Desde su adolescencia cultivó un ferviente vínculo con Cristo que se expresaba en la oración y en la amistad y cercanía con los más pobres. Es considerado en Italia como uno de los santos “sociales”. Es para nosotros un motivo de alegría. Es un modelo misionero laico dominico. Será canonizado en el marco del jubileo joven de mayo y junio del año santo, junto con Carlo Acutis, otro ejemplo de joven laico comprometido con la evangelización
 
Este es el patrimonio que hemos heredado como Familia: el amor a Jesucristo, a la Virgen María; el amor a los pobres, la dedicación a la oración y al estudio; tener los pies en el suelo, es decir, la atención a la realidad. Son características que configuran la fisonomía dominicana.  No podemos prescindir de ello en nuestra vida como misioneros. Con este bagaje vamos a la Misión. Somos misioneros dominicos. No podemos descuidar estos aspectos: nuestra oración, la formación permanente, el conocimiento de la Palabra de Dios, nuestra sensibilidad hacia los pobres y la justicia. Poco a poco, año tras año, y en todas las circunstancias que se nos presenten, hemos de ir avanzando en este modelo de evangelizadores que hemos recibido de nuestra Familia Dominicana.
 
Este modelo de evangelizadores ha de distinguirse por sutalante sinodal, y su carácter eclesial. Es fundamental. La Misión es una participación en la Misión de la Iglesia. Lo nuestro es una pequeña colaboración que hacemos con gozo y gratitud.. No somos francotiradores, vamos en nombre de la Iglesia Local, con su obispo, su párroco y su proyecto pastoral.
 
 
IV   Un matiz mariano en la misión dominicana
 
La misión dominicana tiene un claro matiz mariano.El amor y devoción a María ha marcado la trayectoria de la Orden. Especialmente la meditación de los misterios de la vida, muerte y resurrección de Jesús en el rezo del rosario ha sido un elemento privilegiado de evangelización del pueblo cristiano.
La preparación inmediata a nuestra Misión en Paraguay la hacemos en diciembre, mes con sabor a adviento, con la festividad de la Inmaculada, el día 8, y la fiesta de nuestra Patrona la Virgen de Caacupé. Celebramos también la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de toda América Latina, el dia 12. El mensaje de sus apariciones al indio Juan Diego es un mensaje de reivindicación de los derechos del pueblo indígena frente al poderío de los colonizadores. Ocurre en los comienzos de la evangelización en nuestro continente, en el año 1531. Y marca cómo ha de ser la evangelizción. María le encomienda a Juan Diego un pedido al obispo Juan de Zumárraga para que erigiera una ermita “en la que pudiera mostrar todo su amor y compasión a cuantos acudieran a ella, y allí oír sus lamentos y remediar todas sus miserias, penas y dolores”, como dice el Nican Mopohva, una de las fuentes más originales del relato de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. El obispo lo atendió con cortesía, pero dio largas al asunto. Juan Diego replicó a María que mandara para su encargo a personas más importantes y respetadas, pero ella insistió: “es del todo punto necesario que seas tú quien lleve este mensaje al obispo”.
 
María nos encomienda también hoy a nosotros un mensaje a toda la Iglesia: es la hora del laicado, hora del reconocimiento de la mujer en la Iglesia, hora de la sinodalidad. Entre todos hemos de llevar al mundo el anuncio del evangelio. Concretamente ha de ser en esta Misión a la población de Arroyos y Esteros del interior del Paraguay. Es una zona agrícola. Son mujeres y hombres creyentes, forman comunidades de oración y de cuidado mutuo. Son ellos y ellas las que evangelizan a sus vecinos. Esperan la visita de los misioneros. Podremos fortalecernos mutuamente en la fe. Y es en muchas otras ocasiones de nuestra vida cotidiana que anunciemos y nos comprometamos en la construcción del Reino, cada uno desde la vocación que hemos recibido. Seamos fieles a este llamado y que nuestra Madre nos aliente como en Caná de Galilea: “Hagan lo que Jesús les diga”. 
 
Misión Paraguay en el interior 
V   El año jubilar
 
La noche de Navidad, el Papa Francisco abre la Puerta Santa en la basílica de San Pedro, dando comienzo al Año Jubilar. Es una antigua tradición de la Iglesia Católica que se celebra cada 25 años. Tiene su origen en el A.T. con la ley del año sabático. “Siete semanas de años, siete por siete, o sea cuarenta y nueve años “ (Lev. 25, 8). El año jubilar era año de descanso de las tierras, de condenación de deudas, de rescate de propiedades. Para nosotros es la invitación a la reconciliación. Un año en el que promovamos el perdón, la esperanza de renovación de los pueblos, y la confianza en que las personas podemos cambiar. El Jubileo se clausurará con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica papal de San Pedro en el Vaticano el 6 de enero de 2026, Epifanía del Señor.
 
Podemos entroncar nuestra acción misionera en el Año Jubilar. “La esperanza nunca defrauda”, con estas palabras empieza el documento del 9 de mayo de 2024, fiesta de la Ascensión, con el que el Papa Francisco convocó el Año Jubilar: “Spes non confundit”
 
En ese documento, el Papa llama a la esperanza. Dice: “es necesario poner atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia”(7). “La imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda”(1).
Es por eso que, dice el Papa, “Este entretejido de esperanza y paciencia muestra claramente cómo la vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza”(5). Este es el motivo del año jubilar. Dice: “Queel primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo, el cual vuelve a encontrarse sumergido en la tragedia de la guerra”(8).
Añade el Papa: “Mirar el futuro con esperanza también equivale a tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás”(9). Alude a la natalidad, y la misma convicción se necesita para transmitir esperanza en todas las situaciones difíciles de la existencia humana. Menciona la esperanza para los privados de libertad, que sea para ellos una invitación a mirar al futuro con esperanza y con un renovado compromiso de vida (10); para los enfermos, que sus sufrimientos puedan ser aliviados con la cercanía de las personas que los visitan y el afecto que reciben (11); muy especialmente para los jóvenes, que el Jubileo sea en la Iglesia una ocasión para estimularlos, ocupándonos de los estudiantes, los novios, las nuevas generaciones con ardor renovado (12); para los migrantes, que a nadie se le niegue el derecho a construir un futuro mejor (13); para los ancianos, abuelos y abuelas, que sean sostenidos por la gratitud de los hijos y el amor de los nietos, que encuentran en ellos arraigo, comprensión y aliento (14).Continúa el Papa diciendo: “Imploro, de manera apremiante, esperanza para los millares de pobres, que carecen con frecuencia de lo necesario para vivir. Frente a la sucesión de oleadas de pobreza siempre nuevas, existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse”(15). El Papa hace unas propuestas muy concretas a los políticos y poderosos del mundo para saldar las deudas de los países en desarrollo y para acabar con el hambre.
 
Habla también, como no podía ser de otro modo, de la esperanza del más allá, la esperanza de la vida eterna. Y, ¡atención al contenido de nuestra catequesis! “La esperanza, junto con la fe y la caridad, forman el tríptico de las “virtudes teologales”, que expresan la esencia de la vida cristiana (cf. 1 Co 13,13; 1 Ts 1,3). En su dinamismo inseparable, la esperanza es la que, por así decirlo, señala la orientación, indica la dirección y la finalidad de la existencia cristiana”(18).
 
Termina el documento, diciendo: “El próximo Jubileo, por tanto, será un Año Santocaracterizado por la esperanza que no declina, la esperanza en Dios. Que nos ayude también a recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación. Que el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza” (25).
 
Fr. Fernando SoláY nos preguntamos ¿podremos ser mensajeros de esperanza?. Lo seremos si nosotros mismos tenemos esa esperanza. Si creemos que es posible un mundo mejor. Si confiamos en el valor de lo pequeño para transformar la masa, como nos enseña el evangelio: “Sucede con el reino de los cielos lo mismo que con la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que fermenta todo” (Mt 13, 33). Los puntos que señala el Papa son fundamentales y hemos de tomar nota: La esperanza en Dios, creer en su promesa; creer en la capacidad de las relaciones interpersonales –diálogo- y también internacionales para lograr cualquier cambio; el empeño en la promoción de la dignidad de la persona, y el esfuerzo de todos por salvar la naturaleza, la casa común. Esta ha de ser nuestra convicción, y estos cuatro principios han de motivar la Misión. Del mismo modo hemos de insertarlos también en nuestras catequesis.
 
Como dice el Papa: “Dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuantos la desean”.

Fray Fernando Solá, OP