Pedro Rey, misionero en Shintuya (Perú)
Hoy nos cuenta su experiencia misionera Pedro Rey, fraile dominico que se encuentra actualmente en Shintuya, en el río Madre de Dios en medio de la amazonía peruana.
Pedro acaba su testimonio afimando que es feliz:"Ciertamente soy feliz. Soy feliz, porque me siento realizado. Y me he realizado porque he entregado mi vida a los demás. En todo este camino he tenido que sufrir; pero el grano tiene que morir para dar fruto. De la entrega viene la felicidad".
1. ¿Qué te llevó a ser misionero?
Cuando estaba en León, en el colegio de la Virgen del Camino, solían pasar por allí los misioneros que venían de América. Nos hablaban de su vida, de sus experiencias, nos ponían filminas de la gente. Todos escuchábamos con atención porque era bonito lo que nos decían, y además veíamos felices a los misioneros.
A mí siempre me gustaron los misioneros que venían de las misiones del Perú. Me gustaban las filminas que nos ponían de la selva y de los indígenas. Desde la primera vez que escuché al misionero del Perú (recuerdo que fue el P. José Alvarez y después al P. Ricardo Alvarez) dejaron en mi alma un gusto y un deseo de ir un día a esos lugares.
Durante los años que estuve en la Virgen del Camino fui cogiendo entusiasmo por las misiones del Perú. Algo me movía por dentro y todos los días rezaba algún misterio del rosario por las misiones; incluso, algunas veces daba el postre a mi compañero y lo ofrecía por las misiones. Cuando nos hablaban los misioneros había algo que mi encandilaba, y no eran tanto las cosas que nos hablaban, sino la forma como nos hablaban. Realmente Dios estaba en ellos, y en su forma de hablar era Dios quien se comunicaba.
Terminé los estudios en León y fui al noviciado, y así seguí la carrera, siempre con esa idea cada vez más firme y madura del ir a las misiones del Perú. Y así fue. Terminé la carrera en junio de 1974 y en noviembre me embarqué para el Perú.
Lo que más me motivó el ir a la misiones no fue tanto la selva y los indígenas, sino el tener la firme convicción de que en ese lugar me realizaría plenamente en lo humano y en lo sacerdotal. Y así ha sido.
2. ¿Cuál ha sido tú trayectoria misionera?
Llevo 37 años en las misiones del Perú. Durante este tiempo he estado en muchos lugares de misión. En la actualidad estoy en la misión de Shintuya. El trabajo fundamental que he realizado ha sido predicar la Buena Nueva de Jesús; que conozcan a Jesús que les llama a formar una sociedad mejor basada en el principio de la libertad y el amor. Esta predicación conlleva, también, una acción social. He realizado mucha ayuda humanitaria (gracias al Secretariado de Misiones) en salud, en educación gestionando creación de escuelas y colegios y en la promoción de becas a estudiantes.
Cuando estoy en Shintuya, me levanto a las 5:30 am. Voy a la capilla a rezar y a celebrar la Eucaristía. A las 7 desayuno. A partir de ahí comienza el trabajo que es muy variado. Unos días voy al colegio y otros días estoy haciendo chapuzas por la casa.
En Shintuya tenemos un albergue estudiantil para estudiantes de secundaria. Esto implica tener una infraestructura adecuada que facilite su estadía durante el curso escolar. Aquí no hay electricista, ni mecánico, ni gasfitero, ni cerrajero, etc. Si se quiere sobre vivir hay que ser multiservis. Todos los días hay que hacer chapuzas: un día falla un baño, otro día falla la congeladora, el grupo electrógeno, la electrobomba, la computadora; otro día hay que quitar una gotera, arreglar una cerradura, la camioneta, el fuera borda; otro día hay que curar la pata del perro que está sangrando porque tuvo bronca con sus semejantes; y así, etc.
Cuando hacemos la visita pastoral a las comunidades, la vida es distinta. Nos ceñimos más a la predicación y a visitar a la gente.
Pero esta trayectoria misionera no ha sido fácil. La mayoría de las veces he tenido que remar contra corriente, porque se encuentran o ponen muchas piedras en el camino. Pero andando se hace camino y al final queda la satisfacción de haberlo recorrido.
3. ¿Alguna experiencia personal?
Hay muchas experiencias. Ahora vengo de una visita pastoral de quince días por el rio Manu. Hay cuatro comunidades Matsiguenkas, que están bastante alejadas de la civilización. Siempre cuando estoy de vuelta siento cierta nostalgia. Esas gentes viven con mucha sencillez y una bondad natural que uno queda impactado. El tiempo que paso con ellos se me hace muy corto. Y, a veces, solamente me siento en su estera y estoy mucho tiempo sin decir nada: solamente miro cómo hablan, cómo ríen, como hilan, etc. Y ellos se sienten contentos por la visita que les hago. Siempre hay sitio para la acogida, y me ofrecen un masato, un pescado o carne ahumado. Veo la sencillez en que viven y me doy cuenta de lo complicado que hemos hecho nuestro mundo, nos sobran muchas cosas. La felicidad no es solamente de los ricos.
4. ¿Con qué te quedas?
Ciertamente soy feliz. Soy feliz, porque me siento realizado. Y me he realizado porque he entregado mi vida a los demás. En todo este camino he tenido que sufrir; pero el grano tiene que morir para dar fruto. De la entrega viene la felicidad. Ciertamente que siempre he tenido presente a mi familia, y el hecho de venir a misiones tantos años no la olvido, es más, la necesito. Este es un precio que hay que pagar, para que la entrega sea total y la cosecha sea más abundante.