“Los indígenas nos ofrecen valores para una espiritualidad sana”
Paul McAuley, hermano de La Salle y defensor de los indígenas de la Amazonía realiza una entrevista para la revista Vida Nueva publicada el 01.02.2013.
Aquí os dejamos una parte de la misma. El trabajo de formación y denuncia de la Red Ambiental, la repercusión de los abusos en las comunidades indígenas y el relato de cómo y por qué estuvo a punto de ser expulsado, en la entrevista completa en la revista.
El 2 de junio de 2010, el Ministerio del Interior de Perú informó al británico Paul McAuley, presidente de la Red Ambiental Loretana, que su residencia había sido cancelada y que tendría que abandonar el país en siete días. Dos décadas atrás, este hermano de La Salle había llegado al país con el deseo de “arraigarse en la realidad”.
Después de diez años al frente de un colegio de Fe y Alegría, en una zona marginada de Lima, se embarcó en un proyecto sin retorno: la defensa de las comunidades indígenas y del medio ambiente en la Amazonía peruana. Desde el año 2000 vive en Iquitos, donde continúa liderando procesos educativos, con profetismo evangélico, aunque reconoce que recién ha descubierto la Amazonía.
- ¿Cómo es la vida en la selva?
- Frágil. Va de un extremo a otro: de frío a calor, de inundaciones a sequías… de una vida plena se puede pasar rápidamente a la muerte. No hay un día igual a otro, todo es cambiante. Desde una mirada crítica, lo que está pasando ahora podría tener grandes repercusiones en el futuro de la humanidad. En la Amazonía se refleja la fragilidad del planeta frente a los abusos de la civilización occidental.
- ¿A qué abusos se refiere?
- Inicialmente, a los abusos de las empresas petroleras. En 2004 descubrimos los niveles de contaminación de las aguas de tres grandes ríos (Tigre, Corrientes y Pastaza), ocasionados por empresas como Occidental, Pluspetrol y Petroperú. En esa época denunciamos que se estaban vertiendo 200.000 barriles diarios de aguas saladas. Nos trataron de mentirosos. Hoy en día, esos ríos casi no tienen peces, lo cual ha generado desnutrición. También descubrimos el nivel de deforestación ilegal y sus implicaciones sociales.
- ¿Qué presencia de Iglesia se requiere en este momento?
- Imagínese… Mirando el panorama de emergencia, se necesita gente comprometida: laicos (solteros o matrimonios), religiosas, religiosos, sacerdotes, obispos… equipos muy despiertos, críticos en el buen sentido, generosos, que contemplen incluso la posibilidad de morir en el camino de la misión.
- ¿Qué le han enseñado las comunidades indígenas?
- Cerca de donde vivo hay más de 50 jóvenes indígenas de diez etnias diferentes. Todos hablan su idioma y van a la universidad. Valoro su vínculo con la naturaleza, su capacidad de entender que ellos son parte de un mundo espiritual, y no son ni más ni menos importantes que el río, los árboles, las plantas… Eso es lo primero: poner al ser humano, con sus ambiciones, dentro de un plan mucho mayor. En segundo lugar, aceptar la fragilidad como un hecho diario, en un mundo donde se pregona que todo está planificado y no se puede fracasar. Los indígenas nos ofrecen valores para una espiritualidad sana que confronta a la espiritualidad enfermiza que nos están imponiendo los modelos extractivistas sin límites, donde todo es apetecible.
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