La Antropología de las Misiones es muy interesante, porque ¿conoces el sentido...
...que tiene el matrimonio en las comunidades indígenas?
Los nativos sienten una responsabilidad ética por la perpetuación biológica del grupo, y esto es lo que les mueve a realizar el matrimonio. Pero es el mismo grupo al que pertenecen el que debe proporcionarles los consortes y los medios para la propagación biológica, social y cultural de sí mismos. Porque, ¿a dónde van a acudir? Los que no pertenecen al grupo, son enemigos, extraños en todos los órdenes, a los cuáles hay que temer y evitar. Esto fuerza, que los matrimonios se realicen dentro del grupo, pues unirse con los enemigos es exponerse al exterminio físico y cultural.
Habría que decir pues, que el parentesco sería una condición propia del matrimonio y necesaria para la reproducción del grupo. Por el matrimonio se establecen relaciones de alianzas entre grupos de parentesco y estas alianzas son más importantes que las relaciones de marido y mujer y, por tanto, más importantes que las relaciones sexuales. La función del matrimonio es asegurar la existencia de la familia. Cuando uno se casa, sabe que su matrimonio incluye también una estrecha relación con los parientes del otro. Es el grupo el que se casa. Traer a otra persona lejana al seno de la familia, significa, por un lado, huir del incesto y, por otro, acercar a los lejanos al parentesco consanguíneo.
El matrimonio supone un contrato implícito, que está reglamentado por la ley de la tradición que todos conocen. Al mismo tiempo está asegurado por una serie de acciones simbólicas y por rituales que tienen lugar antes y después del matrimonio, y que son practicados, no solo por los contrayentes sino también por los familiares de éstos. Mirada, regalos, invitaciones, habladurías, discusiones, fiestas, peleas públicas, etc.
Al concertar el matrimonio, tienen en cuenta un parentesco adecuado y preferencial, aunque también intereses políticos, sociales y económicos que aporten alguna ventaja. Si se quiere hablar de que la mujer no decide su suerte, tampoco el hombre lo hace, ya que tienen el deber de casarse con la persona adecuada, que elige la familia.
Es norma que, desde la pubertad, la mujer debe manifestarse públicamente mediante diversos signos que la declaran casadera. Al mismo tiempo, mediante otros signos, provocativos y de carácter sexual, se dirige a hombres concretos manifestándose como pretendiente al matrimonio.
Hasta hace treinta años, la atracción de los sexos mediante signos externos, como pinturas, tatuajes, adornos, brebajes, era la norma prescrita que mantenía en secreto las relaciones amorosas hasta que eran oficializadas mediante la “pishta” o presentación en sociedad, que muchas veces terminaba en matrimonio. Pero hoy día, estas manifestaciones son comentadas en público, se critican, por acoso sexual e inmoralidad.
Para cualquier nativo, hombre o mujer, la suerte que pueda tener en la vida no depende de los bienes personales, pues los bienes materiales no son considerados permanentes y duraderos, ya que no se acumulan. Son, más bien, caducos y pasajeros. Ni bienes ni dotes se exigen al matrimonio. Cada cual va al matrimonio con lo que es y no con lo que tiene. Los verdaderos bienes de una persona están en el origen, en las redes de parentesco y en las alianzas que pueda realizar.
Otra de las motivaciones que hacen necesario el matrimonio es la división sexual del trabajo. La mujer da a luz a los hijos; el hombre los engendra. El hombre caza, pesca y hace las chacras; pero la mujer es dueña de los productos y los elabora. El hombre y la mujer hacen cosas diferentes porque les está prohibido hacer las mismas cosas. La familia funcionará bien si existe una complementariedad en las actividades sociales y económicas asignadas al hombre y la mujer. No existe un dominio del uno sobre el otro sino gran reciprocidad.
Fr. Ricardo Álvarez Lobo, OP en “El otro es mi espejo”.
La foto corresponde a una pareja de la Misión de Kirigueti, Perú