Confidencias de un misionero veterano (II): misión allende el mar
Fray Fernando Solá Soler, OP, nos comparte sus aprendizajes en la misión, su servicio y el porqué de su ordenación sacerdotal. Gracias por darte, ser ejemplo y compañero de camino.
La asignación a Panamá fue para mí un nuevo nacimiento. Nacimiento a una nueva Iglesia, a una nueva manera de vivir la Vida Religiosa, y a una realidad del mundo de los marginados y empobrecidos por nuestra sociedad. Como hermano cooperador, colaboré en el proceso de una iglesia menos clerical y más participativa. Me integré en el plan de formación teológico y pastoral que se realizaba en el Vicariato de San Miguelito con los agentes de pastoral laicos, las religiosas y los presbíteros conjuntamente. En la pequeña comunidad con mis hermanos encontré la confianza y el ambiente propicio para crecer en mi formación y poder dar lo mejor de mí. Estaba a mi medida, acorde con mi sentir. Pasado un tiempo, se dio un giro en mi proyecto personal: el 4 de diciembre de 1977 fui ordenado presbítero por el Arzobispo Gregorio McGrath.
Fue la insistencia del Obispo y el total apoyo de mis hermanos de comunidad y de la comunidad parroquial las que inclinaron mi voluntad a recibir el ministerio ordenado. El Consejo Provincial lo aprobó. Mi ordenación presbiteral significó una ratificación del sacerdocio bautismal. Previamente, la ordenación al diaconado marcó la dimensión de servicio que había asumido al hacer mi profesión en la vida religiosa como hermano de obediencia.
Durante los ocho años que permanecí en Panamá me fui alimentando del pensamiento y la eclesiología emergente de Medellín y Puebla, de la teología de la liberación, del surgimiento de las Comunidades Eclesiales de Base y la dolorosa experiencia de los procesos históricos y martiriales de Guatemala, Nicaragua y El Salvador. Me enriqueció sobremanera mi participación en la CLAR a través de la Conferencia de Religiosos del país.
Gracias a esa identificación con unaIglesia-Pueblo de Dios, he ejercido mi ministerio con una singular sintonía con la vocación laical. Estoy inmensamente agradecido por todo lo que se me ha permitido realizar con mis hermanos de comunidad y el laicado de las iglesias de Panamá, Argentina, Uruguay y Paraguay. En unos momentos, este servicio pastoral acentuó el acompañamiento personal, en otros, el aspecto organizativo; en unos momentos, el social, en otros, el catequético o el sostenimiento de la comunidad cristiana; en todo momento el celebrativo, especialmente de la Eucaristía. En mi recorrido por las distintas comunidades pude animar la CEB, la Catequesis Familiar, el acompañamiento a los divorciados vueltos a casar, la lectura orante de la Biblia y la pastoral social con la creación de una Cooperativa de vivienda. Ahora, reducido en actividad, es altamente gratificante para mí, poder sanar y liberar conciencias a través de la confesión, anunciar el Evangelio mediante la homilía cuidadosamente preparada, y celebrar la Eucaristía con el Pueblo de Dios.Lo que recibí gratuitamente, lo di también gratuitamente.
Una deuda con Selvas Amazónicas. Además de financiar cantidad de proyectos, costea los viajes y gastos de unas vacaciones que tomamos periódicamente los misioneros para pasar unos días de descanso con la familia. Dejamos familia y patria para colaborar con iglesias lejanas en su tarea de evangelización. No por ello, nos desentendemos de nuestras raíces. En mi caso, permanezco atento al proceso histórico de Cataluña y mantengo frecuente comunicación con mis hermanos, los sobrinos y sus hijos. ¡Qué alegría ver que van creciendo con salud y vitalidad! Y no puedo menos de recordar a mis padres. Fueron receptores y dadores de la vida. Don que es emanación de Dios y que nos envuelve en una única Realidad que llamamos amor.
Fr. Fernando Solá Soler