¿Por qué te vas de misión?
Este fin de semana pasado, celebrabamos el primer Encuentro Misionero de este curso. Para algunos fue un momento de reencuentro y de compartir las experiencias de misión de este verano; para otros fue el primer paso en un proceso que podría culminar en esa salida a la misión a partir de junio del próximo año.
A finales del curso pasado, Dioni, uno de esos voluntarios que han salido este verano, nos contaba por qué precisamente ahora quería salir a la misión.
Dioni nos cuentas sus razones, ¿cuáles son las tuyas? Quizás en este momento no tengamos la respuesta a esta pregunta, pero como nos decía Vicente Niño OP en este mismo encuentro: no tengamos miedo a hacernos preguntas.
En mi entorno más cercano, muchas personas, se hacen repetidamente esa pregunta, pero ¿por qué ahora te vas de misión? Después de un año haciendo un curso para irme de misión creo que por fin he comprendido la razón. Pero antes de responder a esta pregunta, para entender correctamente la respuesta, haré un recorrido desde que decidí ir de misión hasta hoy.
Cuando uno se enamora, todo cambia, la vida te da un vuelco y todo gira alrededor de lo único. Quizás, el enamoramiento sea lo más parecido a la relación con Dios. Cuando descubres que Él te cuida, que siempre puedes confiar en Él, te enamoras y tu vida gira en torno a su Palabra. Cuando entiendes que el mensaje de Jesús de Nazaret es entregar la vida por los demás, por los hermanos, tu vida, necesariamente ha de cambiar.
Sin embargo, como en todas las relaciones, la rutina, los años, el mundo laboral, las distintas ocupaciones, el ruido social y otras tantas razones provocan cierta relajación, cierto desapego y, quizás, en algunos casos, cierta pasividad. Posiblemente, en esos mo-mentos olvides tu proyecto conjunto vital, incluso tu relación, dejándola en un segundo plano, en un tercero o en un plano casi invisible.
Últimamente, me encontraba en una situación de cierta relajación en mi relación con Dios. Es posible que el tránsito desde una vida juvenil a una vida adulta haya sido de-masiado abrupto y por tanto, la causa inmediata de esta relajación o pasividad. Durante mi juventud he vivido infinidad de momentos que me acercaban a Jesús, que me hacían recordar casi cada día cuál era su mensaje, cuál era el proyecto vital: darse a los demás, buscar la felicidad del prójimo. Desde que entré en el mundo laboral y, quizás, desde que salí del mundo juvenil, muchos ruidos han llenado mi vida.
Pero, afortunadamente, Dios siempre sabe cómo reconducir una relación. Y así, sentado en mi ordenador escribiendo o preparando una clase pensé que algo tenía que hacer, que era el momento de volver a vivir una experiencia “fuerte” que impulsase y le diese un nuevo sentido a mi relación con Dios. Algo que me removiese, que me cambiase, que me hiciese revivir y sentir la cercanía y la confianza de Dios. Había compartido con algunos hermanosde fraternidad su experiencia en misión, en mi familia también tenía referencias de misión así que pensé que la misión sería esa experiencia buscada. Por mi sentir dominicano, me puse en contacto con la entidad que organiza las misiones dentro de la Orden de Predicadores: Selvas Amazónicas.
Pero los caminos del Señor no siempre coinciden con los nuestros. Para salir de misión en la orden de predicadores has de realizar un curso de seis sesiones de dos días de duración. Al principio pensé que estas sesiones eran un trámite, un curso “puente” para poder salir de misión y decidí hacerlo con la mayor discreción posible. Sin embargo, cada fin de semana era una lección de vida, los testimonios de los misioneros, la vida de los amazionados, la ilusión de los más jóvenes de entregarse a los demás, de entregar su tiempo y su vida por otros me permitieron salir del ruido en el que estaba inmerso para volver a enamorarme, a recordar y a sentir que mi proyecto vital pasa por lo social y es desde lo social desde donde quiero vivir.
Yo quería ir de misión, pero he comprendido, que he de ser misión aquí, allí o donde estemos. La misión se vive cada día, cada minuto y cada segundo, con los más cercanos y con los más lejanos, con los amigos y con los enemigos, con todos y para todos, uno ha de ser misionero, ha de entregarse a los demás. Unos estarán llamados a vivir su misión en lo cercano y tendremos que recibir el testimonio de aquellos que están llamados a vivir en misión en la lejanía, en zonas de denuncia donde el cambio social es aún más necesario. Desde aquí hemos de ayudar, de sensibilizar, de aportar para poder cambiar la realidad.
Por tanto, no me voy de misión, vivo en misión.
Dionisio F. Yáñez OP - Voluntario en Misión