Volver a decir sí
Gloria, voluntaria en misión, nos comparte su testimonio tras regresar de Paraguay
Hace justo un mes que Belén y yo regresamos del Paraguay, y me parece que fue ayer, hay una parte de mí que se ha quedado allí desde entonces, con todos ellos y ellas que desde luego tienen un hueco en mí ya para siempre.
Mi experiencia en el Paraguay ha sido muy enriquecedora en muchos sentidos, tanto a nivel personal, social, espiritual y de mucho autoconocimiento de mí misma.
Hemos podido disfrutar de dos zonas completamente distintas, que incluso llegas a pensar que no estás en el mismo país, dos realidades paralelas, una forma de vida distinta y sobre todo una mirada muy diferente a la que aquí estamos acostumbrados.
En las primeras dos semanas de nuestra misión, estuvimos en San Roque González, en el Departamento de Paraguari, allí pudimos disfrutar de la vida en el campo, de las tradiciones y de la maravillosa cultura de compartir y estar en familia y comunidad.
Para mí fue un placer enorme poder impartir clases de danza española junto al elenco de danza paraguaya del centro cultural Tavapy, formado por jóvenes llenos de talento y compromiso por la danza y por su cultura. Me sentí como en casa a pesar de estar a tantos kilómetros de ella.
Ver esta publicación en Instagram
Durante nuestra estancia en San Roque impartimos varias charlas tanto a docentes como al alumnado de las distintas compañías de la zona, acerca del sentido de la vida, de la mediación y trabajo en equipo. Una tarea que en algunos momentos fue algo complicado debido a la poca implicación en algunos casos, pero muy enriquecedora en otros muchos al ver las reflexiones y preguntas que se replanteaban muchos de ellos y ellas.
Lo que más me llevo sin duda de este sitio es el compartir con todos los jóvenes y sus familias, la acogida desde el día uno como si fuésemos una más en sus casas, el compromiso y las ganas de afrontar la vida y cumplir sus objetivos a pesar de que la situación no se lo ponga demasiado fácil. Sin duda el bastón que les guía y les hace inquietarse tiene nombre, y es el Pai Toni Miró, alguien de quien aprendes de cada palabra que sale por su boca, que te hace reflexionar en cada una de sus homilías, él es quien impulsa y acompaña a todos estos jóvenes, enseñándoles la realidad de la vida y guiándoles en cada uno de sus pasos. Gracias Toni, por mostrarme una iglesia que realmente acoge y tiende la mano a todos y todas, que no juzga y que busca el bien de la manera mas sincera y humilde posible.
Después de esta primera toma de contacto con la misión en San Roque, nos pusimos en marcha a nuestro segundo destino, el Bañado de Tacumbú, en la periferia de Asunción, un destino que me tenía muy inquieta y en el que sabía que la realidad que íbamos a vivir allí durante las dos próximas semanas quedaría muy marcada en mí, y así fue.
Allí también tuve el placer de trabajar junto a varios grupos de alumnas de Camsat y poder enseñarles la preciosa danza española, fue una experiencia maravillosa.
Por las mañanas íbamos a la escuelita a trabajar con los niños y niñas del barrio haciendo refuerzo escolar, además de jugar y compartir mucho con ellos. La verdad que el amor y energía que desprendían todos ellos es con lo que mas me quedo de toda esta experiencia.
Durante nuestra estancia allí pudimos compartir mucho con los frailes y estudiantes dominicos del convento de Santo Domingo de Raýkuéra, nos acogieron con tanto amor y hospitalidad que nos sentíamos en casa. Sobre todo, agradecer al Pai Leoncio, una persona de las que son difíciles de encontrar, ya que son seres de luz completamente, lleno de bondad y amor para repartir, y nosotras tuvimos el placer de compartir momentos inigualables con él.
Sin duda la misión me ha enseñado y mostrado muchas cosas, pero con lo que mas
me quedo es con la mirada que me ha hecho tener frente a la vida, el compromiso que hay que tener frente a ella y que todavía existen muchas personas en el mundo querealmente se dedican a buscar y hacer el bien. Ha sido muy enriquecedor compartir y acompañar durante este mes a todas las personas que nos hemos encontrado, en todas ellas he podido ver a Dios, y entender el sentido de la vida.
Estoy muy feliz de haberme atrevido y de haber vuelto a decir que sí, de comprender que la alegría es realmente misionera, y que debemos interpretar la vida como un baile en el que cada uno de nosotros y nosotras formemos parte de él y tomemos la rienda siendo los coreógrafos de ella.
Gloria de la Iglesia, voluntaria de Misioneros Dominicos – Selvas Amazónicas, en la Misión de San Roque González y el Bañado de Tacumbú, Paraguay.