Vivir y celebrar la Comunidad
Carmen Calama, colaboradora de Selvas Amazónicas, nos relata cómo vuelve a vivir el valioso regalo de la misión compartida en familia y en comunidad.
Hace apenas 4 días aterrizaba en Montevideo a vivir de nuevo el regalo de la misión compartida en familia y en Comunidad.
El frío de Uruguay en estos días se ve más que compensado por el calor de Fr. Felipe y Fr. Pedro, los frailes que nos reciben y nos abren su casa. Ellos atienden la Parroquia de la Virgen del Rosario y Santo Domingo en la capital y las distintas actividades pastorales y sociales en torno a ella.
Estamos en un barrio céntrico de Montevideo. Nuestra misión como Dominicos aquí se reparte entre el centro y la periferia y en los pocos días que llevamos nos hemos movido entre ambas zonas para compartir y celebrar con toda la Comunidad casi ya al completo en espera del regreso de algunos hermanos en estos próximos días. Los frailes, estiran la jornada para atender los dos territorios y sus correspondientes parroquias y proyectos además de su actividad como profesores y capellanes en varios colegios y en la Universidad.
La misma tarde de nuestra llegada tuvimos el primer contacto con la vida de Montevideo con la oportunidad de impartir un taller de formación a los jóvenes del grupo Antorcha vinculado a las Dominicas de la Anunciata. Les hablamos y compartimos sobre el compromiso cristiano y es un regalo la posibilidad de conocer su experiencia y preocupación por el otro, su actividad y compromiso en los barrios y la atención que realizan a las familias con mayor dificultad a través del Apoyo escolar. Reflexionamos sobre sus inquietudes, alegrías y cansancios también. Nos compartieron sobre lo que significa ser joven cristiano en un país totalmente laico e indiferente al hecho religioso.
Tras un día muy largo e intenso que había empezado en Madrid más de 24h antes, nos acostamos tras compartir con nuestros hermanos Pedro y Felipe un ratito de conversación.
El domingo conocimos a los primeros parroquianos en la Eucaristía, temprano, para salir después con Fr. Felipe y Fr. Pedro a Camino Maldonado a conocer al resto de la Comunidad. Llegamos a la parroquia de la Santísima Trinidad a media mañana. Allí junto con los frailes presentes estos días– fr. Santiago y fr. Cristino -, y Guillermo, prenovicio, celebramos la vida con la comida fraterna por el cumpleaños de Felipe y Santiago. No faltaron los cantos, los regalos y las risas. Con ello llegó también nuestro primer asado Uruguayo!
En ese ambiente cercano y festivo, Belén y yo participamos felices, junto a ellos de las canciones y conversaciones en familia y de la preparación de la fiesta de la tarde donde las comunidades de los barrios con sus animadores y catequistas se hicieron presentes para celebrar con motivo de los cumpleaños, la Fé y la vida. Una riqueza tantas familias y grupos reunidos en torno a esta comunidad con los dulces y el chocolate, y la gran fiesta de la Eucaristía. Muchos nombres en nuestras cabezas a los que dentro de unos días visitaremos en sus barrios y comunidades.
El lunes, de nuevo en Santísima Trinidad, arrancamos el día con la Eucaristía en la pequeña capilla, para unirnos después a la reunión semanal comunitaria de los frailes. Nos compartieron su misión y el proyecto de Comunidad y su visión profética de la misión dominicana aquí. Gracias por el compartir desde la esperanza y lo sencillo; desde el deseo de ser Comunidad cercana, itinerante, fraterna y abierta a todos.
De regreso a casa un alto para conocer la Academia, frente a la parroquia del centro, como parte de la actividad social de la Comunidad: la Academia es un espacio de compartir conocimiento y conversar donde cada uno ofrece lo que tiene a través de los talleres de crochet, literatura, idiomas o manualidades. Merendamos con las mujeres y compartimos cantos, risas, inquietudes y dulces en medio del punto y el ganchillo.
Aprovechando que los martes hay ropero nos hemos pasado de nuevo por allí y el mismo ambiente de acogida de la tarde anterior: mujeres bien alegres e implicadas desde hace más de 20 años en hacer más fácil la vida de quienes se cruzan por allí, atentas a quien pueda requerir un apoyo, una conversación, o un desahogo.
Entre semana la actividad en los locales de la parroquia del Rosario y Santo Domingo es un no parar de entrar y salir gente. Distintos grupos de acompañamiento a dependientes y familias con problemas muy presentes en la vida de Montevideo como el alcohol y las drogas encuentran aquí un espacio donde poder encontrarse, reunirse, y conversar.
Mañana partiremos a Camino Maldonado, a estar un tiempo con la Comunidad allí, participando en la vida de la misión de Santísima Trinidad, abrigadas, y al calor de nuestros hermanos. Será una oportunidad de conocer los barrios y a su gente.
En estos pocos días sólo puedo decir que la alegría y forma sencilla de vivir de esta Comunidad de frailes Dominicos de Montevideo repartida en sus dos casas, la acogida que nos dan a nosotros y a todo el que se acerca, y el sentido Comunitario tan arraigado, cautivan a cualquiera y a nosotras desde luego, desde el primer momento.
Cierro esta crónica feliz y agradecida por tantos rostros que se han cruzado en estos primeros días y que nos han tendido la mano y calentado con su sonrisa, sus tés, cafés y chocolate; y por el regalo de la Comunidad que nos acoge.
Gracias Belén por ser siempre hermana. Gracias Felipe, Pedro, Cristino y Santi que junto a Guillermo, nos dais tanto calor y fraternidad en este frío del invierno Uruguayo. GRACIAS Frays!
