Un lugar en el mundo
Echube nos cuenta el tercer encuentro de voluntariado misionero con todo lujo de detalles, ¡no te lo pierdas!
Puede que alguien se pregunte por qué esta crónica lleva por título «Un lugar en el mundo», lo cierto es que yo también me haría esa pregunta. Pero, ¿qué otro título pondríamos a un encuentro de personas comprometidas a ir de misión, a ser con otros en sus realidades y en sus «mundos»? Si sigues leyendo esta crónica, descubrirás la razón del título.
Del viernes 5 al domingo 7 de abril ha tenido lugar en la localidad de Collado Mediano, a 38 minutos de Madrid en coche, el tercer encuentro de formación de Voluntariado Misionero “Selvas Amazónicas”. Comenzamos a llegar al albergue del Colladito sobre las 19 h. Una vez allí, Belén, fray Cacho y otros que habían llegado antes, orientaban a los que íbamos llegado acerca del espacio que ocuparíamos durante nuestra estancia. Los cuartos estaban distribuidos de forma que las ellas dormían en un sitio y ellos en otro.
Una vez aterrizados, dejado el equipaje, realizada una breve presentación para saludarnos y conocernos los que aún no nos conocíamos hasta ese momento, fuimos a cenar a eso de las 21 h. La cena también sirvió para seguir presentándonos e intercambiando experiencias sobre las que eran nuestras motivaciones o lo que esperábamos del encuentro, ...
Después de la cena del viernes, se propuso ver una película que llevaba como título «Un lugar en el mundo», del director argentino Adolfo Aristarain, estrenada en el año 1992. La trama se desarrolla en el contexto de un conflicto entre los habitantes locales de una provincia de Argentina y los terratenientes que desean desalojar a las familias campesinas para expandir sus negocios agrícolas e industriales. Mario (uno de los protagonistas), con su formación política y su conciencia social, se involucra en la lucha de los campesinos por sus derechos y por mantenerse en sus tierras. La película aborda temas como la amistad, la lucha por la justicia y la búsqueda de nuestro lugar en el mundo en un contexto de injusticia y desigualdad social.
Después del visionado de la película hubo un momento para compartir, hicimos un videoforum donde cada uno iba compartiendo los ecos que le había suscitado la película. Después del videoforum nos fuimos todos a nuestras habitaciones.
La jornada del sábado 6 comenzaba con el desayuno a las 9 de la mañana. Luego del desayuno nos citamos en la capilla del albergue para una oración donde pusimos en la presencia del Señor nuestros anhelos y esperanzas. Justo antes de la oración llegaban otros compañeros que no habían podido llegar el viernes, se unieron a la oración y cantamos juntos.
Después de la oración nos encontramos todos en la sala donde Elga Mayo Montero nos dio una charla sobre la salud en la misión. Un tema realmente importante si tenemos en cuenta, como dijo Elga citando a Lao Tse, «la salud es la mayor posesión». En esta charla, Elga nos hizo ver que «la salud también viaja», de ahí la importancia de que no nos olvidemos de la salud cuando preparemos el viaje, cuando estemos en nuestra comunidad de destino y a la vuelta del mismo.
Antes de la comida, Belén nos habló sobre la importancia de la seguridad en la misión y la creación de espacios seguros, constatando el hecho de que uno mismo debe ser responsable de su propia seguridad, de ahí la necesidad de conocer las medidas de prevención ante posibles riesgos o amenazas (intentar que no ocurran) y las de mitigación (si ocurren, que el daño sea irrelevante).
Después de la comida, Belén y Carmen concluyeron el punto anterior presentándonos el Código de Buenas Prácticas de la Provincia de Hispania, para trabajadores, voluntarios y colaboradores con menores y personas vulnerables.
Concluido este punto, hicimos trabajo en equipo, esto es, dinámicas pensadas para desarrollar o potenciar nuestras habilidades sociales. El primero de los trabajos consistió en crear grupos de dos personas donde cada uno ponía en una hoja qué era para él/ella una comunidad cristiana; renglón seguido, los dos miembros del grupo debían elaborar una definición conjunta sobre lo que era para los dos una comunidad cristiana. Después, se tenía que cruzar dicha definición con la que había elaborado otro grupo con el fin de elaborar una más general o específica entre cuatro personas.
Lo siguiente fue realizar un dibujo colaborativo sobre qué es la misión, cada miembro del grupo (4 personas) disponía de 30 segundos, de un total de minuto y medio, donde plasmaba una idea que el otro debía desarrollar o ampliar. Luego acabamos todos en la entrada del albergue donde Carmen nos animó a hacer un nudo humano que luego habría de ser deshecho, como metáfora de los nudos existenciales que claman por ser desechos en las fronteras de nuestro mundo.
Finalizadas estas dinámicas, contamos con la presencia de fray Rafael Colomé, quien nos compartió su testimonio de misión y nos impartió un taller sobre afectividad y emociones en la misión con una imagen muy bonita sobre la conciencia de que vamos a la misión con el “corazón en las manos” para, entre otras cosas, compartir y recibir. Fue un momento realmente rico donde se nos recordó nuestro ser afectivos y relacionales, una relacionalidad que emana de la “singularidad” de cada uno y que nos hace “diversos”, de ahí que estemos llamaos a darnos, a relacionarnos con otros en un ejercicio sincero de co-realización. Esto propicia la creación de vínculos que se nutren con la comunicación y el contacto con el “mundo afectivo” propio de cada lugar de misión y de cada comunidad dominicana que nos acoge.
Después de escuchar el testimonio de fray Rafael Colomé, tocaba la hora de la cena donde todavía resonaba en nuestros oídos y corazones sus palabras en taller que nos había dado. Terminada la cena nos despedimos de fray Rafael y de otros compañeros que, por razones varias, volvían a sus hogares esa misma tarde.
Los que quedamos aquella noche, escribimos en una hoja qué era lo que queríamos dar a la misión y qué deseábamos recibir nosotros de la misión. Cada uno fue compartiendo lo que había escrito con las demás compañeras. Un momento hermoso donde pudimos alimentarnos de testimonios y motivaciones que seguro nos acompañarán en nuestro propósito de acompañar la vida de los misioneros, compartir con ellos y con la gente de esos lugares.
Antes de irnos a las habitaciones, en la noche del sábado, Sagrario Rolllán nos deleitaba con la lectura, en primicia, de unos poemas que había escrito en su último lugar de misión, Guinea Ecuatorial. Poemas que apuntan al rostro de Dios, inspirados en el salmo 101: «Señor, no me escondas tu rostros». Ese rostro de Dios que ella era capaz de contemplar en el rostro del necesitado, del pobre, del olvidado, ...
Como ya sucediera en la mañana del sábado, el domingo desayunamos a la misma hora para luego encontrarnos todos en la capilla a poner en la presencia del Señor lo que haríamos ese día, en un ejercicio de contemplación y escucha.
Esa mañana contamos con la presencia de Manolo y Almudena, quienes nos contaron (parece que no era la primera vez que lo hacían) su testimonio de cuando siendo adolescentes enamorados, también lo estaban de la Misión, es decir, soñaban con la Misión. Estando casados, trabajando (uno médico y la otra química) y con sueldo, decidieron dejarlo todo y embarcarse hacia lo desconocido, hacia la tierra que el Señor les mostraría, esos lugares fueron Sepahua y Puerto Maldonado (Perú). Nos contaron cómo estando allí fueron testigos del “gran milagro de compartir”, hasta el punto de que llegaron a escuchar en labios de un anciano de una de las aldeas la siguiente frase: “eso de Dios Padre algo de verdad será, porque estos viven aquí como si fuesen nuestros hermanos”. Desde sus profesiones y ganas de servir al prójimo, querían acompañar al hombre concreto, a su familia y comunidad en su proceso de desarrollo sanitario desde una perspectiva evangélica, esto es, para dar vida y vida en plenitud. Ya que la salud es amada por Dios y es tarea de todos cultivarla.
Era el segundo domingo de Pascua, participamos de la Eucaristía presidida por fray Cacho. Tocaba celebrar y dar gracias a Dios por estar presente y acompañarnos durante todo el encuentro. Cantamos, oramos y pedimos por los que ya nadie pide.
Llegaba el momento final, la comida, recoger las habitaciones, algunas fotos en la escalera del albergue y despedida entre abrazos y besos. Un sentido hasta luego esperando volver a vernos en el próximo encuentro.
Quisiera concluir esta crónica con un testimonio de una de las hijas de Manolo y Almudena, ella es Teresa y dice lo siguiente:
«no se puede ser cristiano sin comprender que Dios nos llama a poner nuestra vida al servicio de los demás. Cuando alguien me pregunta por qué creo en Dios, o critica tantas cosas que se leen de la Iglesia en la prensa, pienso en las misiones. En la manera en la que Dios está presente en tantas personas entregadas y dispuestas a darse por los demás. Es algo tan vivo que no puede negarse o ignorarse. Porque al final la respuesta a todo eso se reduce en algo muy sencillo: el amor.»
¡Que el amor ampare todos nuestros viajes y que descubramos nuestro lugar-en-el- mundo!
Andrés Echube