Un camino largo y difícil, pero no lo hacen solos
Compartimos la 2ª crónica del voluntariado misionero de Patricia Rosety desde Santa Cruz de El Seibo
Tenía ganas de conocer a los campesinos de El Seibo. Desde la distancia, desde Madrid, seguí sus problemas durante todo el año, seguí su peregrinación, la segunda, hasta la capital de República Dominicana, Santo Domingo, hasta el Palacio Nacional, para reivindicar lo que era suyo, sus tierras, de las que fueron desalojados en 2018 por un terrateniente que dice que son suyas. Desalojo con violencia, con mucha violencia, con cárcel y muerte, la de un niño de doce años, Carlitos Rojas Peguero. Una auténtica y continua lucha por la dignidad en pleno siglo XXI. Llegó el día en el que pude subir a la Culebra, en Vicentillo, y hablar con ellos. Aquel día sentíamos, todavía, los coletazos de la tormenta tropical Franklin. Acompañaba al misionero, acompañaba a Miguel Ángel Gullón, mi paisano Gullón, asturiano, como yo. Una subida por caminos estrechos, embarrados, nada fáciles, con vegetación frondosa. Un paisaje de película. Otros días nos acompañaba el sol, un sol de justicia.
Cuando llega Gullón llega la luz para los campesinos, llega la esperanza. Es su gran apoyo, les acompaña. Para muchos es su ángel. Nos reunimos en la loma con ellos. Miguel Ángel me presenta a los campesinos, conocidos en toda República Dominicana como los “Peregrinos de El Seibo”. Y, casi uno a uno, me explicaban la situación. Aproveché para entrevistarlos. Como periodista que soy viajo con mi micrófono y mi grabadora. Han vuelto a su tierra, de la que fueron desalojados, mientras esperan si el Gobierno se la devuelve o les da otra, que es lo que pretende, para poder cultivar y poder vivir. Una tierra que reúna las condiciones adecuadas. Y eso está por ver. La charla se amenizaba con café negro, el más rico que probé en los últimos años. De cafetera italiana y al fuego de la leña. Mejor imposible.
Comprobé la dureza de la vida de estas personas que nos dan de comer. El campo nos da de comer. Los asuntos de la tierra son importantes en El Seibo, como importante es el centro de Agricultura ecológica Virgen de Covadonga. Me encanta ver el nombre y la imagen de mi “Santina” en República Dominicana. Es uno de los tres proyectos de esta misión de los Dominicos. Los otros dos son Radio Seybo, una radio que escucha y lucha por la dignidad, y el Centro de Salud Luis Oregui, que trabaja por tener un banco de sangre. Gullón me llevó a sembrar ají, me llevó a sembrar pimientos morrones. No lo había hecho en mi vida, pero tengo que decir que me gustó. Metí mis manos en la tierra y sembré, según me dicen, unos trescientos. No está mal, para ser la primera vez. Eso sí, pasé un calor tremendo en el invernadero, como los habituales trabajadores, que son buenos profesionales. Cinco grados más dentro que fuera.
Otra de mis actividades en este voluntariado misionero transcurrió fuera de El Seibo. Fui a Santo Domingo, al Centro de Teología Santo Domingo de Guzmán, de la Universidad Santo Tomás de Aquino de Roma, conocida como Angelicum. Un auténtico privilegio dar una clase como profesora invitada en un centro de tan alto nivel, una clase sobre “Ética en los medios de comunicación”, con alumnos religiosos, muy interesados y participativos. Me invitó Gullón a participar en su curso, imparte la asignatura de “ Moral Social”. Para los Dominicos es muy importante conjugar la cátedra con la misión, no se puede disociar, en el estudio viven los problemas de la misión. La universidad nutre a la misión y la misión nutre a la universidad. Se necesita colaboración permanente entre los frailes comprometidos en la misión y los dedicados a los estudios, tal como ocurrió en el siglo XVI entre los misioneros del nuevo mundo y los frailes del convento de Salamanca. Y tal como recogieron los Dominicos en el Capítulo de Trogir, Croacia, en 2013 con el llamado “ Proceso de Salamanca”.
Patricia Rosety, voluntaria de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas en la Misión de Santa Cruz de El Seibo, República Dominicana.