“Todo va a ir bien, Dios va a ayudar”
Desde Malabo, Gema y Fermín comparten cómo el voluntariado misionero con los dominicos les está transformando y abriendo nuevos caminos de servicio y esperanza

Hace tres semanas que llegamos a Guinea Ecuatorial, enviados por Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas a colaborar en una de sus misiones. En este tiempo hemos ido compartiendo vida, cultura, experiencias nuevas. En todo momento hemos estado colaborando en diversidad de proyectos de los Dominicos, siendo una experiencia siempre enriquecedora y diversa.
Algunos de estos proyectos en los que hemos colaborado, han sido las actividades que propone la Parroquia Santa Maravillas de los Dominicos, como en el Verano Útil. Allí impartimos algunas clases y talleres de lunes a viernes y nos permite conocer la realidad de los jóvenes y adolescentes que viven cerca de la Parroquia.
También hemos participado con mucha ilusión en la formación que los dominicos han iniciado a los profesores de Malabo en Rebola, abriendo un nuevo camino en las acciones de misión que a partir de ahora van a desarrollar en la ciudad.
Hemos estado siempre acompañados y guiados por los frailes dominicos, que también nos han ido ofreciendo su cariño, acompañamiento y orientación. Además nos han posibilitado conocer la isla, disfrutar de espacios de ocio y compartir vida unos y otros.
Pero quizás la experiencia que más nos ha marcado hasta el momento es la que estamos viviendo dentro del orfanato de las hermanas Misioneras de María Inmaculada. Aunque no es un proyecto propio de los frailes dominicos, debido al contacto entre los dominicos y las hermanas se enmarca nuestra posibilidad de dormir allí como voluntarios y alternar las actividades de los proyectos propios dominicos con la colaboración también de la vida y dinámicas del orfanato.
Fruto de esta experiencia, os queremos compartir alguna reflexión conjunta, pues los dos vivimos y compartimos esta vivencia, que nos está marcando de manera radical nuestra vida y de alguna manera también nuestra experiencia de misión aquí, pues este conocimiento profundo de lo que viven muchos niños, especialmente los niños del orfanato también nos hace caminar, orar y acompañar afectados e interpelados por esta realidad que vivimos.
Los dos coincidimos en que es como si nos hubiese sacudido un tsunami por dentro, algo o Algo nos ha zarandeado poniendo patas arribas nuestras entrañas, e invitándonos a “reconstruirnos de nuevo”. También a no quedarnos impasibles ante todo lo que hemos ido descubriendo. Un tsunami disfrazado de realidades diversas nos ha ido llevando con cada una de las historias personales de los que viven en el orfanato. Historias que vienen acompañadas de abandonos, abusos, maltratos, indiferencia, más abandonos… 130 niños y niñas, impactando a golpe de realidad en nuestro ser. El hecho de dormir aquí y formar parte de su hogar nos dio la posibilidad de ir profundizando cada vez más. Son historias traspasadas por el dolor. Unos te cuentan que llevan aquí desde pequeños, otros que algo más mayores y en muchos hay algo que se repite, el rechazo y el abandono.
Las dos primeras semanas estábamos sobrecogidos, abrumados, nos quedamos absolutamente paralizados. Nos sentíamos como esos discípulos de Emaús andando sin rumbo, paralizados por todo el sufrimiento y barbarie que habían visto infringir en Jesús y que además venía acompañado de impotencia y desesperanza al ver como enfermos, paralíticos, pobres, ciegos.. todas las personas rechazadas, se quedaban también huérfanas de esperanza y de sinsentido tras su muerte. Así también nos quedamos nosotros. Asustados, con miedo, absolutamente paralizados por tanta orfandad y sufrimiento.
Pero a medida que hemos ido avanzando, la invitación por parte de todos se iba haciendo más fuerte; “¡quedaros con nosotros!" aunque vuestra “noche oscura del alma está cayendo” os invitamos a “compartir nuestro pan”. Y así fue comodesde esta invitación y desde esta mirada cómplice que surge de lo más hondo de su corazón, hemos ido compartiendo noche y pan, pero también día y esperanza. Y nuestro corazón ha ido “ardiendo” cuando ha ido encontrando pequeños destellos que nos han ido mostrando también otras aristas de esta realidad que es mayor. La de unas personitas resilientes, colaboradores, que disfrutan con cualquier cosa, estudiosos, con gran capacidad de sacrificio, divertidos, que comparten y que viven con una cierta esperanza. Sus manos llenas de “heridas por los clavos de la vida”, se nos ponen de frente para mostrarnos a su vez unas manos que ayudan, comparten, rezan, bailan, celebran… Hay una invitación también a “tocar y sanar esas cicatrices”. Es esta llamada a la Esperanza compartida la que nos ha ido sacando de ese “zarandeo interno” y haciendo cómplices y co-partícipes de cada uno de ellos. También animándonos a “ponernos en camino”.
Bibi, una niña mayor del orfanato, nos lo recuerda siempre con su peculiar saludo acompañado de una preciosa sonrisa; “Todo va a ir bien, Dios va a ayudar”. Y así, con este peculiar saludo que vamos interiorizando como un mantra cálido que va haciendo mella en nuestro corazón, es como poco a poco vamos poniéndonos en camino y “reconstruyendo” nuestros cachitos de alma a golpe de risas, actividades, bailes, tareas de casa conjuntas, rezando, disfrutando de partidos de fútbol, ayudándoles con su aseo diario, “bocadilleando”, dándoles medicamentos, contando cuentos, acompañando en sus tareas y al verano útil…
Y también gracias a ellos, nosotros vamos conectando con nuestros propios abandonos y juntos reconstruimos de nuevo la VIDA, en nuestra debilidad nos hacemos fuertes y nos consideramos UNO y parte de una misma familia que es mayor.
No estamos solos en esta “reconstrucción familiar”. Hay un envío desde Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas que nos hace sentirnos parte de una Comunidad de voluntarios y voluntarias mayor y que camina en oración y Misión desde cada uno de los lugares que hemos sido destinados, con su corresponsabilidad y dejando entrever su complicidad y ayuda a través de su cercanía y mensajes de ánimo constantes. También familiares y amigos que están pendientes desde España y que han contribuido con gran generosidad y aliento en todo momento a que esta misión sea posible.
Especialmente destacar el acompañamiento cercano y cariñoso de los Padres Dominicos, siempre atentos a todo lo que nos ocurre. Con su especial acogida, predisposición, mensaje de ánimo, palabra, oración y gestos constantes. Destacar también a las hermanas del orfanato que sin su entrega y apuesta por cada uno de estos niños y niñas nada sería posible y que nos han ido haciéndonos cada vez más partícipes de la realidad y que a pesar de que son solo tres, intentan llegar a todos y estar presente en la vida diaria de cada uno de ellos.
Siempre habíamos soñado con tener una familia con muchos hijos y aunque hasta ahora hemos sido los tres felices, tenemos la intuición de que con esta nueva “reconstrucción” volveremos a España siendo una familia más que numerosa. Es un sueño que se va haciendo realidad.
¡Os invitamos también a poneros en camino con nosotros y a ser partícipes de esta gran familia!
Gema Gabaldón y Fermín Ibañez
Voluntarios misioneros en la Misión de Malabo