¿Superheroes o misioneros?
Una gran reflexión de Carlos Luna sobre los misioneros.
"Dicen que llevan capa negra y su traje es blanco, que tienen una misión y que se sienten elegidos para ella. Su fuerza es la Fe y su símbolo la luz del evangelio. Como todo superhéroe también tienen una debilidad: la misericordia por los más desfavorecidos. Luchan por la justicia y la dignidad de los últimos acercando la Verdad contemplada a todo ser humano".
Dicen que llevan capa negra y su traje es blanco, que tienen una misión y que se sienten elegidos para ella. Su fuerza es la Fe y su símbolo la luz del evangelio. Como todo superhéroe también tienen una debilidad: la misericordia por los más desfavorecidos. Luchan por la justicia y la dignidad de los últimos acercando la Verdad contemplada a todo ser humano. Ayer pude contemplar a uno de ellos.
Ayer domingo tuvimos la suerte de poder acompañar a Fray Hilario en su ruta dominical por las comunidades para celebrar.
Fue un regalazo de día. Pude apreciar en primera persona el esfuerzo que los misioneros dedican a llevar la palabra a aquellos que apenas tienen recursos y que por su situación de aislamiento no pueden acercarse a participar de la celebración eucarística.
Reconozco que ocurrieron tantas cosas, y mi corazón está tan agitado que no sé si podré poner orden a mis ideas en este escrito. Pero realmente fue impresionante. Disculpas pero allá voy: Dios Existe. Si no fuera así, estos hermanos nuestros no harían lo que ayer hicieron por celebrar la eucaristía con los últimos de esta región del Madre de Dios. Si no hubieran tenido experiencia de algo,-o mejor dicho de Alguien-, no habría explicación para complicarse la vida de esa forma. Me pasé todo el día tomando notas, videos, fotos, cuando no me descubría perplejo y boquiabierto por todo lo que estaba contemplando. A cada instante había un nuevo matiz evangélico que cubría esa ruta dominicana.
Salimos a las 7 de la mañana para llegar a Salvación a celebrar. Y volvimos a las 18.30 a la misión para celebrar la última eucaristía con los chicos del internado y la gente de Shintuya. No paró ni un momento. Partimos de la misión y con nosotros venían dos chicos que se quedarían en salvación con sus familias mientras nosotros seguíamos nuestra ruta para acercar la palabra a las gentes de la zona.
Según íbamos avanzando, Fray Hilario se iba deteniendo por las pequeñas casas que se iba encontrando para dejar la hoja dominical. Su claxon era reconocido por las familias que salían a su encuentro. Familias que no tendrían la suerte de tener misa ese fin de semana y que por lo menos se sentirían más cerca leyendo las lecturas dominicales.
No había tiempo que perder. Un simple claxon, un apretón de manos, un afectuoso saludo y un proseguir la marcha hacia todas las casas antes de llegar a Salvación. Nunca sabes lo que te puedes encontrar en estas carreteras y el tiempo apremia si quieres llegar a tu destino.
Al momento paró la camioneta, no vimos ninguna casa y nos extrañó.
-“Está sólo”. Dijo el misionero. Y bajando del carro se dispuso a abrir la parte de detrás para que un anciano que iba andando por el camino hasta Salvación (en coche son 1,5 horas), pudiera subirse y acercarle a comprar su comida del día.
Rápidamente volvió a subirse, prosiguió con su ruta. No sé a cuantas personas les dimos la hojita dominical (ésa que muchos de nosotros apenas le prestamos atención cuando vamos a nuestras confortables iglesias de Madrid por el ladrillo intelectual que son). Pero para esa gente era más que un papel, era saber que son importantes para alguien.
El camino iba avanzando. Y este Superhéroe,-perdón, Dominico-, iba cumpliendo su misión de acercar la la palabra a los pocos que se encontraba. Otra persona nos paró y nos pidió que le lleváramos a Salvación. La niña por lo que nos contó después Fray Hilario era adventista. ¡¡Viva el ecumenismo de carretera!! ¡¡Ése que acerca a las personas más allá de la interpretación bíblica y los encuentros formales de las instituciones!!
Aquí las comunicaciones son pésimas. Por no decir que son casi inexistentes y las familias que viven en medio del camino no tienen forma de acercarse al centro dónde adquirir lo mínimo para vivir.
No sé cuántos terminamos en la camioneta, pero después de más de una hora de trayecto comenzaron a bajar del carro personas como si de un concurso televisivo se tratase: ¿cuantos caben en la nave de este superhéroe, -perdón Dominico-.?
En Salvación pudimos celebrar con una comunidad muy sencilla y acogedora la Eucaristía. En esta capilla hay un grupo “estable” de catequesis y confirmación acompañado por una laica y Fray Hilario.
Cuando terminamos la celebración marchamos para otra comunidad en la que viven sólo cinco familias a celebrar otra Eucaristía. Para ir a ella teníamos que retroceder en nuestro camino que habíamos andado toda la mañana. Pero antes volvimos a subir a otra persona.
Comenzamos de nuevo la marcha y Fray Hilario, como el gesto más natural y con extremada prudencia, paró, bajó la ventanilla y casi sin que nadie lo viera, le dio algunos soles para comprar algo de comida a un anciano ciego que había cerca de la iglesia de Salvación.
Cuando llegamos, comenzó a barrer la capilla y limpiarla de toda clase de arácnidos. Celebramos. El número de asistentes eran tres. Todos de la misma familia. Sacó unos caramelos, los compartimos después de la celebración y rápidamente este superhéroe,-perdón Dominico-, emprendía un nuevo trayecto hacia Alto Carbón a celebrar otra eucaristía. En este caso sería una comunidad totalmente aislada por este río y que su patrón es Santo Domingo.
Pasaban las horas y los ríos, baches, socavones, curvas cerradas, troncos, rocas… no podían impedir que este Dominico acercara la palabra a esa comunidad.
Adentrándonos en el río Carbón, hubo un instante en el que no se veía la huella de los camiones por donde el río es más bajo. Nadie había pasado por allí posiblemente desde el viernes y las lluvias del fin de semana habrían borrado el último rastro. Cruzar el río es peligroso, porque nunca sabes lo que te puedes encontrar y cuanto puede crecer el caudal en las próximas horas.
El coche se paró. “Ay! Hemos perdido el rastro!” dijo Fray Hilario lamentándose. El calor era asfixiante y después de llevar horas rumbo a esa comunidad, no íbamos a poder lograr nuestro objetivo. Fue entonces cuando este superhéroe,-perdón Dominico-, sin perder su mirada en el río, sacó su superpoder. Dicen que todo superhéroe, tiene siempre guardado un superpoder que lo usa en casos extremos ante la adversidad y ésta era una ocasión más que apropiada para ello.
Echó el freno de mano, miró hacia sus pies y comenzó a desabrocharse sus botas. Yo no podía creer lo que estaba observando. Se quitó los calcetines y comenzó a arremangarse los pantalones. Dicen que este Superpoder lo aprendieron de su Maestro que se arrodilló ante otros siendo capaz de mover montañas y transformar a las personas.
Se bajó del coche y comenzó a adentrarse en el río para cerciorarse de su profundidad y las posibilidades de ser cruzado. Se mojó hasta casi la cintura. Cruzó el río y volvió a donde nos encontrábamos. Sin calzarse de nuevo, quitó el freno de mano y comenzamos a cruzarlo.
Lo único que inundaba el carro era el silencio y una mirada fija en llegar al otro lado del río. Silencio que se rompió por un espontáneo aplauso iniciado por mi compañera de misión Carmen y por una pregunta que lancé:
-¿Cuántas familias nos esperan?
-Dos. Me contestó Fray Hilario
Mi mente comenzó a “echar cuentas” de lo que estábamos haciendo: ¡¡¿Dos?!! ¡Llevábamos más de cinco horas ya en el carro, con gasolina gastada, ruedas, tiempo, y pasando riesgos en un camino que no se lo desearía ni a mi peor enemigo para celebrar cincuenta minutos con tan sólo dos familias!!! Eso en la lógica del mundo lo tacharían de poco rentable, ineficiente, poco eficaz, insensato, imprudente, o simplemente nos convenceríamos para no hacerlo con la tan manida frase: “no merece la pena”… pero entiendo que la lógica que siguen estos misioneros Dominicos es la del Reino y la de la Alegría que uno siente cuando ha encontrado un tesoro escondido, una perla preciosa , la oveja perdida, un grano de mostaza, y no puede no salir corriendo a contarlo a otros.
Continuamos atravesando el ancho río Carbón por sus tramos secos, hasta que encontramos a una de las familias que iban a acudir a la misa. Serían ya las 13 horas. ¡¡Iban andando por todo el río Carbón simplemente para escuchar misa!! Descalzos, cargando alimentos y con su hija pequeña bajo un sol de justicia. En ese instante recordé esa “pereza dominguil” que a veces me invade para celebrar la eucaristía… y simplemente me volví a quedar boquiabierto.
Por fín llegamos a la comunidad de Alto Carbón, todavía nos quedaba volver a cruzar el río; esta vez a pie, para poder llegar a la capilla. Nos encontramos con esa familia que celebraban a Santo Domingo como su patrón. Gente humilde y que llevaban esperándonos desde las 10,30 horas sin saber si al final llegaríamos. Una vez celebrado, el Dominico,-que no superhéroe-, sacó unas gaseosas y unos caramelos para compartir con ellos. Aprovecharon para pedirnos ropa, y contarnos la problemática que tienen al encontrarse tan aislados. Se creó un clima de encuentro en el que “donde dos o más se reúnen en mi nombre…”; encuentro que a todos los que estábamos allí nos llenó de Espíritu.
Nos despedimos. No había tiempo que perder y teníamos que llegar a la última celebración en Shintuya a las 18.30. Pronto anochecería y no sabríamos lo que el camino de vuelta nos iba a deparar.
C.Luna-Unidos en Misión!!