Ser catequista es dejarse formar por Dios en lo cotidiano
Alejo Obama Ondo Nchama, catequista de Malabo, nos comparte su experiencia en el ministerio catequético.

Mi formación como catequista es un proceso que va más allá de la simple transmisión de contenidos doctrinales. Se trata de una experiencia integral que abarca mi dimensión humana, espiritual, comunitaria y pedagógica. Cuando esta habilidad parte de mi experiencia personal, se vuelve más auténtica y significativa. Mis vivencias, logros, dudas y fracasos se transforman en recursos valiosos para construir un camino formativo que responde a la realidad concreta de mi misión evangelizadora.
Desde el año 2014, como catequista de Santa Maravillas de Jesús, he vivido una experiencia profunda. Al principio, apenas sabía cómo comunicar el mensaje y me sentía inseguro. Pero con el gran esfuerzo que me dio mi compañera Emilia y con el apoyo de los niños, cada encuentro con los padres, cada retiro, fui aprendiendo. La formación que más me ayudó era en los momentos que me dejaba solo con los catecúmenos, no solo estudiar contenidos. Entendí que ser catequista es también dejarse formar por Dios en lo cotidiano. Mi experiencia muestra cómo mi crecimiento personal y espiritual se convierte en el motor principal de una catequesis viva y cercana.
En definitiva, esta experiencia resalta la importancia de acompañarme como catequista en mi realidad concreta. No se trata solo de ofrecer talleres o encuentros formativos, sino de generar espacios donde pueda reflexionar sobre mi práctica, compartir con otros mis vivencias y sentirme parte de una comunidad que camina junta. La formación así entendida se vuelve un proceso continuo, que fortalece mi identidad como catequista y me permite responder con creatividad y fidelidad a los desafíos de la evangelización en el mundo actual.