Reconocerse en lo desconocido
Teresa Buxo, voluntaria de Selvas Amazónicas en Camboya, nos envía una reflexión a partir de su experiencia de voluntariado en misión, recapitulando y compartiendo todos los aprendizajes vividos.
Hace ya tres meses que llegué de Camboya. Pero ahora me paro a pensar. Pensar qué me llevó a irme un año de voluntaria en misiones y qué me he traído de ahí. Uno de los objetivos que tenía, entre otros, era conocer otras realidades alejadas de la mía y que ese viaje exterior, me condujera a uno interior. En parte, cumplí ese objetivo, descubrí un montón de cosas, lo suficiente para saber que nunca se conoce del todo.
Encontré un pueblo acogedor, alegre, sencillo. Vivían con lo básico y eso les bastaba, no necesitaban más para tener cada día una sonrisa que contagia. También me encontré con voluntarios, de diferentes asociaciones, de diferentes nacionalidades, poniendo lo mejor de sí mismos para mejorar las condiciones de las familias y educación.
Conocí una Iglesia misionera, en salida, ya la vez un hogar y una madre. Allí dónde iba encontraba las manos abiertas, me mostraban su obra, misioneros, laicos, religiosas y sacerdotes. Comprendí tangiblemente el significado de católica, universal; gente venida de tantas partes y de diferentes espiritualidades, unidas por una fe y trabajando por la dignidad de las personas desde su realidad concreta, mezclándose en su cultura, a veces tan diferente y a veces tan similar.
Percibí a Dios en los pequeños gestos y en lo inmenso de la naturaleza. Desde una abuela enseñando a rezar a sus nietos o las caricias de un abuelo hacia su nieto con discapacidad, hasta los atardeceres en los vastos campos de arroz que se perdían en el horizonte. No es precisamente en grandes cosas, sino en lo cotidiano, pero cuando todo parece nuevo, prestas más atención al detalle y reconoces lo extraordinario en lo que de normal, no te paras a ver.
Viví situacionesa las que tuve que adaptarme y amoldarme; otras, que llevaron a empujar un poco mis límites. Vi pobreza. Me liberé de ‘necesidades’. Me cuestioné muchas preguntas, y encontré alguna respuesta. Me sentí en ocasiones como pez en el agua y en ocasiones impotente: sin saber qué hacer, extranjera, analfabeta y sin voz por no saber cómo expresarme. Me di cuenta de la cantidad de personas que pueden vivir o sentirse así; con la gran diferencia que yo puedo volver, pero hay mucha gente que no tiene esa opción.
Me fui a lo desconocido a conocer, y ahora vuelvo a lo conocido y desconozco, esta nueva realidad, esta rara situación. Supongo que el camino de la vida es eso, un camino de aprendizaje continuo, un volver a comenzar, que en parte asusta y en parte hace avanzar hacia nuevas oportunidades y nuevos retos.
Teresa Buxo
Voluntaria de Selvas Amazónicas en Camboya.