Panchita y Gerardo
Hoy queremos escribiros desde Koribeni sobre Panchita y Gerardo.
Panchita y Gerardo son un matrimonio entre un alemán y una francesa que llevan viniendo a colaborar con los agricultores de los alrededores de Koribeni desde el año 2000.
Son un ejemplo de amor, servicio y VIDA. El haber tenido la suerte de poder convivir con ellos en la misión nos ha hecho aprender a vivir mejor, como bien dice el lema de la ONG que crearon hace ya 12 años.
Hoy queremos escribiros desde Koribeni sobre Panchita y Gerardo. Panchita y Gerardo son un matrimonio entre un alemán y una francesa que llevan viniendo a colaborar con los agricultores de los alrededores de Koribeni desde el año 2000. Ese es el año en que murió aquí su hijo Frederik ahogado en el río Urubamba justo antes de cruzar el peligroso Pongo de Mainique. Tenía 20 años y estaba con un amigo viajando por Perú.
Desde la muerte de Frederik sus padres llevan viniendo a Perú entre 3 y 4 meses al año. Han creado una ONG que en español se llama "Frederik Aprender a Vivir Mejor", que capacita a los agricultores de la zona para crear biohuertos, instalar placas solares, reforestar, mejorar la nutrición en las escuelas, utilizar la medicina natural, ... entre otras cosas. El nombre de la ONG está muy bien elegido, porque a su lado y viendo su trabajo se aprende a vivir mejor. El resto del año en Alemania no paran para conseguir fondos y difundir el trabajo que realizan aquí.
Panchita y Gerardo, con sus alrededor de 68 años, son un ejemplo de como de algo tan triste como la muerte de un hijo puede salir algo tan bueno como la vida que regalan aquí a todos. Son muy queridos y conocidos por todo el mundo. Son un ejemplo de amor entre ellos, de energía incansable, de paciencia y de trabajo constante. Andan kilómetros y kilómetros para llegar a las comunidades, durmiendo en cualquier sitio, siempre con un gran sentido del humor y con Gerardo y su guitarra amenizando todas las veladas. Ojalá todos llegasemos a esa edad con esa energía inagotable y ese estar disponibles para los demás.
Hemos tenido la suerte de poder convivir con ellos en la misión y de haberles podido acompañar hasta la roca donde murió su hijo, que visitan cada 15 de agosto para conmemorar el aniversario de su muerte. Allí Gerardo escribe cada año el nombre de su hijo en la roca, le llevan flores secas de su jardín de Alemania, colocan una linterna solar y le rezan. Vinieron con nosotros algunos hombres de las comunidades vecinas, donde se veía el gran cariño que tienen a esta pareja. Fue un momento muy emotivo. Se les veía fortalecidos y con ganas de seguir luchando para que la muerte de su hijo no quede en nada. Son un ejemplo de como de la muerte puede salir VIDA.
Luego siguieron con nosotros hasta la misión de Timpía, cruzando el Pongo. Y os podemos asegurar que no hay un momento con ellos que tenga desperdicio. Después de estos días juntos esperamos haber aprendido a vivir mejor.