Mi cansancio que a otros descanse…
Sagrario reflexiona sobre su cansancio tras un trimestre largo, y cómo el adviento le ayuda a ponerse en pie y seguir amando
Como ya se va acercando el final de trimestre, remontamos el comienzo del año litúrgico -Adviento- con cierta fatiga. Así la vida, tiene sus valles y sus cumbres. Momentos de deslumbrante epifanía, como recién llegada en septiembre, y sendas pisadas y pesadas de recorrer. En los momentos de cansancio nos iluminan los anteriores, lo que ha sido el impulso inicial, el empuje de la primera llamada. Ocurren en el tiempo de misión, cuando se prolonga a lo largo de las semanas, momentos muy distintos y estados de ánimo también diversos y complejos: “En la mañana hazme escuchar tu gracia…, indícame el camino que he de seguir, y enséñame a cumplir tu voluntad” (Salmo 142)
El sentido de la aventura, el entusiasmo de la salida, la excitación del primer aterrizaje se ven puestos a prueba. Es entonces cuando tenemos que procurarnos momentos de descanso, que sean a la vez de soledad y apartamiento, y también de oración. Ahí damos cabida a los ecos de nuestras frustraciones, al revuelo mental de contradicciones, interrogantes y esperanzas. A veces retazos de conversaciones que hemos tenido hace tiempo con amigos que vivieron experiencias misioneras semejantes, o letras de canciones que sedimentaron en el fondo de nuestra juventud vienen a sacudir nuestra conciencia. Porque constato cada día que no vale solo pasar por lugares, paisajes, rostros o aventuras sorprendentes, - instante like, o mira donde estoy- si no dejamos quetodo eso pase por nuestro corazón, lo penetre, lo remueva, lo descoloque, y hasta lo maree un poco…Pasar por la vida sin que la vida pase por nosotros no tiene mucho sentido. Por eso, como hablaba este verano con mi querido amigo y compañero de Selvas, David, en la misión es muy importante el ejercicio de la escritura. Porque sólo así se transitan de verdad los espacios y los encuentros que solicitan nuestra atención y nuestro compromiso. Primero está la conciencia, luego el registro y después la vivencia con sentido y consentida, es más, incluso ofrecida.
Así estos últimos días, un poco cansada, bastante acatarrada, y algo desencantada por los resultados académicos del primer trimestre, me venía a la memoria el verso de aquella canción de mi juventud primera, que todavía se canta también aquí: Mi cansancio que a otros descanse…, cuando al salir a clase con la mochila llena de exámenes y el corazón rayado de nombres me cruzo en el camino con tanta gente esforzada y sacrificada. Y entonces lo sé, sé que ya lo sabía, el mundo necesita amor que quiera seguir amando. Por eso escucho a Isaías, y me repito y os repito como una letanía: levantad las manos caídas y fortaleced las rodillas vacilantes.
Sagrario Rollán