“Me hizo conectar con la creación, y por ende, con Dios"
Ángela, voluntaria en misión, nos envía su segunda crónica desde la Misión de Koribeni, en Perú
Hace ya un mes que aterricé en Perú, y desde esa fecha, siento que la Selva me ha vuelto a conquistar.
Las dos primeras semanas, como ya conté en la crónica anterior, las pasé en Pangoa, y llegadas las Fiestas Patrias, regresé a Koribeni para hacerme cargo de la Escuela de Verano. Los Frailes, junto con algunos miembros de la Comunidad, la habían planteado para que los niñostuviesen no sólo un entretenimiento, sino también una formación más relajada durante los días de vacaciones.
La Escuela de Verano se dividió principalmente en tres partes. Al principio se trabajada un valor (solidaridad, confianza, honestidad...) a través de cortos de películas, de esa forma los niños eran capaces de comprender mejor de lo que se iba a hablar. Aprovechando que el sol no estaba tan fuerte, después tenían lugar los juegos colaborativos, y, al final de la mañana se llevaban a cabo actividades que estaban más relacionadas con lo artístico.
Al principio venían pocos niños, pero poco a poco se fue pasando la voz y llegamos a ser 25, con edades comprendidas entre los cuatro y los quince años. Estas grandes diferencias de edad fueron todo un reto, pero debo admitir que los más mayores lo pusieron muy fácil. Se implicaron desde el principio en la Escuela de Verano ayudando mucho a la motivación y a la participación de los más pequeños.
Acompañados por el Padre Edwin, la profesora Marleni y la Señora Bélani, fuimos de excursión hasta el Mirador. Muchos de los niños nunca habían ido, así que fue bonito descubrirles un sitio nuevo de su propia Comunidad. Desde allí se podía ver todo Koribeni, la naturaleza apabullante de la Amazonía y el río.
A lo largo de la mañana, les insistimos mucho en la recogida de la basura, ya que a lo largo del camino había botellas y envoltorios de plástico.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención es que no se cuida mucho el medio ambiente, pese a que se vive rodeado de él. Aunque no es nuevo, me parece llamativo encontrar botellas de plástico o cristal, envoltorios de galletas o de chupetes (chupa chup) y latas tiradas por la selva, ya que, pese a que son conscientes de la naturaleza, no siempre la cuidan como es debido. Esto me llenó de tristeza porque, desde mi ignorancia, pensaba encontrarme con personas con un sentido más pleno y respetuoso con el medio ambiente, aunque me temo que el ser humano ya ha perdido todo respeto a la Madre Tierra.
De los talleres que hicimos, quiero destacar la visita al Museo de Koribeni y el taller de pulseras de semillas. La encargada de explicarles a los niños el Museo fue la señora Susana, presidenta de la asociación de artesanas, una mujer machiguenga que lucha por la conservación de su cultura. Ella fue la encargada de mostrarnos el inicio de la Misión de Koribeni, contarnos cómo vivían los nativos y enseñarnos algunas de sus costumbres.
Al final de la mañana los niños tuvieron la oportunidad de hacer pulseras de semillas, en concreto de la Sara Sara, semilla autóctona de la selva peruana.
De la Escuela de Verano me llevo muchos nombres: la pequeña Karima, Alondra, Jorge, Edú, Marco, Mahalius, Yhorvi, Jhana...pero, sobre todo, lo que más me llevo son las sonrisas, la alegría, los abrazos, en definitiva, el cariño que te vuelcan los niños cuando haces algo por ellos.
Personalmente la Escuela de Verano ha sido todo un reto. Quien me conoce sabe que soy más de adolescentes, pero estos niños me han enseñado a superar mis propias limitaciones. He aprendido a cantar sin vergüenza, sabiendo que lo importante no es tener una voz melódica, sino una voz capaz de enseñar una canción y motivar; he reconectado con mi niña interior, jugando con ellos y divirtiéndonos juntos; y que, una sonrisa es capaz de transmitir no solo cariño, sino ilusión.
Pero, no todo ha sido Escuela de Verano. Con el Padre Edwin y la profesora Marleni, he descubierto la apabullante naturaleza. Hemos visitado la catarata Macoshoato y hemos nadado en el río Koribeni. La catarata es un espectacular fenómeno de la naturaleza, no solo por el agua, sino por la flora y fauna que la rodea. Sin embargo, el Padre me contó que hace años la poza estaba mucho más llena, y caía mucha más agua. En esta zona del mundo están notando mucho las sequías, y sobre todo el cambio climático que les afecta sobre todo en los cultivos.
También pude asistir a las eucaristías que hubo esos días. De todas ellas quiero destacar la que tuvo lugar en Alto Koribeni. Esta zona está a unos quince minutos en camioneta de la Comunidad, de camino a la cascada. En ella viven unas cuantas familias, y tienen un espacio al aire libre donde llevan a cabo sus reuniones y la celebración de la misa.
Para mí esta eucaristía fue muy especial. El estar rodeada de la naturaleza, que no hubiese paredes que nos delimitaran en el espacio, me hizo conectar con la creación, y, por ende, con Dios. La misa fue muy participativa, dado que los asistentes la vivieron mucho, y eso hizo que se creara un ambiente muy bueno, donde por un momento, todos nos sentimos participando de una fiesta.
Para terminar, no puedo evitar narrar el encuentro que tuve con la Asociación de Artesanas. Son un grupo de mujeres que se reúnen los sábados para tejer, no sólo la tela con la que luego hacen las carteras o las kushmas, si no que también hacen pulseras, collares, pendientes de semillas o mostasina (piris de plástico). Con ellas aprendí a tejer con el telar, la verdad es que no es tarea fácil, ya que requiere de concentración a la vez que fuerza.
El tiempo que estuve con ellas volví a sentir lo mismo que cuando voy a las clases de tejer en mi ciudad natal: el hilo es capaz de unir a un grupo de mujeres, donde no importa ni la edad ni la procedencia, solo las ganas de compartir su tiempo y sus conocimientos con las demás. Se crean grupos de sororidad, de escucha, y apoyo. Las asociaciones de artesanas en las Comunidades Nativas empoderan a las mujeres ya que, de cierta forma, les permite ser independientes. La artesanía ha estado siempre ligada a las Comunidades Nativas, y en el fondo, a las mujeres. Hoy en día, las asociaciones de artesanas permiten que perduren las tradiciones y en el fondo, son las guardianas de una cultura ancestral.
Las Fiestas Patrias han llegado a su fin, y con ellas esta segunda parte de mi viaje. ¿Dónde me llevará la tercera?
Ángela Burguet, voluntaria de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas, desde la Misión de Koribeni, Perú
Lee la anterior crónica del voluntariado misionero de Ángela en este enlace