Más que un carro
Carmen Calama y Carlos Luna nos siguen enviando sus reflexiones desde la misión de Shintuya en la selva peruana.
Estos días para movernos por las comunidades salimos normalmente en bote y en el carro ( coche ) de los Padres.
En estas tierras de manera habitual la gente se traslada a pie de una comunidad a otra, y camina a cuestas con su saco, sus niñitos, y sus cosas.
El domingo nos movimos por 4 comunidades a celebrar y a lo largo de todo el día el carro fue instrumento de comunicación al servicio de todos.
Iniciamos el camino Carlos y yo con el P. Hilario y esta vez nos acompañan dos de los chicos de la misión: Roger y Natanael.
De manera natural, aprovechamos el camino a Salvación –primera comunidad – para saludar a las gentes y llevarles la Buena Noticia. A lo largo de todo el recorrido entre comunidades asoman pequeñas viviendas y en algunas de ellas, donde va parando el P. Hilario, al toque del claxon llegan corriendo los niños o papás a saludar al Padre y recoger la hoja dominical.
En ese trasiego de hoja por aquí y saludo por allá, se van cruzando encargos varios aprovechando la facilidad que da moverse en la camioneta: ‘Padre, de camino a Mansilla, en la casa amarilla de la derecha, diga al Sr. Wanca que urge que venga que le esperamos acá. O, Padre, a la entrada del puesto del parque, deje este sobre de mi parte al encargado, o…’ Y así en cada comunidad.
Celebramos en Salvación, Aguanos, Alto Carbón y Shintuya. El P. Hilario, además de ir concentrado en los baches y desprendimientos de la carretera, va atento a cuantos encontramos en cada paso, para acercar, hasta donde sea posible y mientras haya sitio en el coche a los que caminan con carga o con niños, o ancianos de acá para allá. En cada uno de los recorridos vamos subiendo gente que sale a nuestro paso, acortando de algún modo su llegada y poniendo el carro al servicio de los demás.
Aquí casi nadie tiene licencia de conducir y mucho menos carro, pero la necesidad de moverse entre comunidades para salir a vender lo que sacan de la chacra y a comprar lo que la chacra no da como el azúcar, la sal, ropa, o calzado, es una realidad que alcanza a todos.
Ya de camino a Alto Carbón, donde fuimos a celebrar, recogemos una familia que sube a pie desde su comunidad para unirse a nosotros en la celebración. Una vez más nos acomodamos todos en el carro – unos delante y otros detrás – haciendo más llevadero el camino y juntos llegamos hasta la orilla del río Carbón donde, tras dejar el coche a un lado, atravesamos el río a pie para acceder a la pequeña capilla e iniciar la Eucaristía.
A veces en silencio, otras comentando, algunas incluso durmiendo, estas gentes nos acompañan, suben, bajan… y aquí, donde nadie tiene carro, el coche de la Misión, es un poco la camioneta de todos.
Regresamos ya tarde a Shintuya a celebrar, y en mi cabeza surgen caras y nombres del día: Domingo y Juan, el Sr. Alejandro y familia, la mamita de Mansilla, el paisano de Ayacucho, la pareja de Shintuya….
Y en esta última Eucaristía de hoy surge en mí una oración: Gracias PADRE por darnos la oportunidad de compartir a través del camino y con el carro la historia de tantas gentes que TÚ y los Padres, con su disponibilidad y servicio, ponéis en nuestro paso por la Misión.
Unidos en Misión!
Shintuya – 13 agosto de 2014