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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

LO TIENEN TAN DIFÍCIL …

Patricia Rosetty, voluntaria en misión, nos escribe esta reflexión sobre su visita a un centro educativo de personas con capacidades especiales.

"En Madre de Dios la vida no es nada fácil. Después de ver y vivir esto nos hacemos muchas preguntas. Lo que vemos y vivimos allí nos sirve para que forme parte de nuestra vida y nos demos cuenta de muchas cosas. Cada uno tenemos lo nuestro pero no es lo único. Todo es tan relativo…"

 

Síndrome de Down, autismo, retrasos mentales, problemas de lenguaje, sentitivos, dificultades físicas o incluso multidiscapacidad. Si la Educación no es fácil para muchos niños y jóvenes en el Departamento de Madre de Dios, en la Amazonía Peruana, es mucho más difícil para los niños con alguna discapacidad. Durante mi mes de voluntariado en Puerto Maldonado, el fraile dominico Marco Nureña, de la Misión de San Jacinto, me acercó a un centro educativo en el que se ocupan de estos niños. El Colegio Público Stella Maris. Ocho profesores atienden a cincuenta y cuatro niños de edades que van de los tres a los veinte años. Casos severos en gran parte.

No es fácil ocuparse de niños de estas características, y sin ayudas, ni económicas ni profesionales. Los profesores no son especializados, están capacitados pero no son especialistas, aprenden con el día a día, y dan lo mejor de ellos a estos niños: toda la atención y el cariño que necesitan. Me cuenta la directora del centro, Isidora Moreno, que necesitan terapeutas y otros especialistas, pero es difícil. En Puerto Maldonado no hay, y no consiguen que nadie de fuera vaya allí. Es un colegio público con cierto apoyo del Ministerio pero no el suficiente.

Uno de los días que estuve en el Stella Maris había fiesta. Celebraban el día de la “loncherita saludable”. Un concurso para educarles en la buena alimentación. Y con premio para todos. Colaboran profesores y padres. A los niños les llama la atención porque ven que hay algo especial. Y los que pueden echan una mano. Quieren participar, se sienten protagonistas. Les llama la atención, como a todo el mundo, que una persona desconocida pase por allí. Se acercan, te miran y quieren hablar, los que pueden. Te cogen de la mano y te enseñan el colegio, lo que tienen y lo que hacen, y los pequeños, sobre todo, te acarician la cara. Mi piel es muy blanca y les sorprende el color de mi pelo. Y buscan lo que todo el mundo, cariño y atención.

Los padres de los niños están por allí. Me llamó la atención un caso, el de Vanessa. Es una mujer joven con tres hijos, y uno de ellos, de 7 años, es autista. Anthony está en el Stella Maris. Ella no tiene problema en contar su historia. No es de allí. Está sola con sus tres hijos y no tiene trabajo. Nadie se lo da con un hijo especial, dice. Llegó a Puerto Maldonado porque allí vive su hermana. Y por si tenía poco le detectaron una enfermedad seria hace unos meses. Tiene que ir a tratarse a Arequipa, un poco lejos. Y se lleva a su hijo Anthony, nunca lo deja con nadie. Le da la vida, y se necesitan mutuamente. El pequeño se altera si no le hace caso. A pesar de su situación, y el pañuelo que le cubre la cabeza, Vanessa sonríe. La sonrisa es su seña de identidad. También su mirada alegre. Y está contenta de poder contarme su vida. Confía en Dios y en los que la rodean. El Estado no le da ninguna ayuda.

Son algunos ejemplos del afán de superación ante las grandes dificultades. Pero he tenido ocasión de conocer más casos dignos de admiración, como el de los adultos con cierta discapacidad que quieren incorporarse a la vida laboral. Marta Montoya lleva muchos años luchando por ello en Puerto Maldonado. Preside la Asociación de Emprendedores con Habilidades Diferentes.

Y cuenta Marta Montoya que muchos discapacitados se quedan sin trabajo a causa de la ley. Para empezar no llegan las ayudas económicas a Madre de Dios y la Administración no pone los medios. Las autoridades no salen a la calle, no están en la vida. Es difícil el acceso a muchos sitios para las personas que van en silla de ruedas, como puede ser en la Universidad. “Las rampas son trampas”, dice Marta. Y el Padre Marco Nureña, que está cerca, dice que Puerto Maldonado parece una “discapaciudad” para estas personas.

La autoestima de muchas de ellas personas está por los suelos. Sin ayudas, sin apoyos…y en muchos casos con miedo porque hay agresiones, de todo tipo, incluida la sexual. Agresiones de la propia familia. No hay refugio para los discapacitados, manifiesta Marta. Solamente tienen el apoyo de la Iglesia, de la Misión de San Jacinto, de los Dominicos.

En Madre de Dios la vida no es nada fácil. Después de ver y vivir esto nos hacemos muchas preguntas. Lo que vemos y vivimos allí nos sirve para que forme parte de nuestra vida y nos demos cuenta de muchas cosas. Cada uno tenemos lo nuestro pero no es lo único. Todo es tan relativo…

Patricia Rosetty

Voluntaria en la Misión de Puerto Maldonado