La alegría de lo sencillo
Santi y Teresa, voluntarios en guinea Ecuatorial, nos invitan a reflexionar sobre la importancia del desde dónde hacemos las cosas.
A orillas de río Urubamba, tres días atravesando la selva a pie, sobrevolando grandes montañas en avioneta, trabajando en un hospital contra graves enfermedades contagiosas o conviviendo con situaciones de pobreza extrema pueden ser algunas de las imágenes que nos vienen a la mente al pensar en la misión.
La misión de los frailes dominicos en Guinea Ecuatorial no es de ese tipo de misiones que de primeras nos vienen a la cabeza, que también las hay. La actividad que desarrollan se parece bastante a la que puedan hacer los frailes de una parroquia del centro de Madrid o de cualquier ciudad española. Roberto y Francisco llevan casi 9 años atendiendo las actividades de la parroquia Santa Maravillas de Jesús, en un barrio de Malabo, la capital del país.
Además de encargarse de misas, catequesis, cursos, oraciones o sacramentos, también imparten clases en universidad y colaboran con una radio católica Pero la misión es algo que tiene que ver más con la actitud que con la propia actividad. Si algo hemos aprendido en el poquísimo tiempo que llevamos aquí es que se puede vivir en misión desde casi cualquier realidad. Y eso es lo que hace la comunidad de frailes de Malabo, vivir entregados a los demás, estar a disposición del que lo necesite las 24 horas del día, darse en cada gesto, en cada relación, en cada situación.
Las oficinas parroquiales tienen un horario que puede que se intente cumplir para las cuestiones administrativas de la parroquia, pero el que lo necesita sabe que las puertas de Santa Maravillas de Jesús no descansan, siempre hay alguien preparado para acogerle. Y no solo acogen en la propia iglesia, sino que también acuden donde se les necesita. El Suzuki de la misión no para de entrar y salir de casa, para visitar a alguna familia o atender el imprevisto que surja. Y en medio de todo esto estamos nosotros, Santi y Teresa, aprendiendo y compartiendo. Comprendiendo poco a poco una cultura y a unas gentes que hablan exactamente igual que nosotros, que tienen la misma fe que nosotros y que sin embargo viven de una forma distinta.
Llegamos a Guinea Ecuatorial hace una semana. A los pocos días de llegar Fr. Francisco (Patxi para otros) concluyó su etapa en Malabo. Vivimos en la casa con Fr. Roberto haciendo comunidad con él, intentando apoyarle en aquello que podemos o surge y sintiéndonos muy partícipes de la misión compartida, a la que él da una gran importancia. Nuestro día comienza con los laudes a las 6:15 de la mañana, momento que compartimos con un grupo de mujeres que nunca faltan a su cita diaria en Santa Maravillas de Jesús. Después misa y desayuno, pero nuestra actividad principal es con los niños del barrio. La parroquia ofrece gratuitamente clases de repaso durante el mes de agosto, lo que llaman verano útil. Empieza a las 8:30 de la mañana, pero desde las 7:30 empiezan a llegar los primeros niños. Comenzamos con unos juegos y canciones hasta que llega la hora de las clases. Los 200 (y subiendo) niños se reparten por cursos. Cada curso cuenta con un voluntario de la parroquia, entre los que estamos los dos. A las 10:30 media hora de recreo: risas, juegos, abrazos y más abrazos, son niños muy cariñosos. Así hasta las 12, forman filas por cursos y bendicen el bocadillo que les entregamos para finalizar. Por las tardes descansamos. Mientras Roberto atiende las necesidades pastorales de la parroquia algunos días hemos colaborado con tareas de bricolaje, limpieza, orden o mantenimiento de las instalaciones.
Así vamos descubriendo poco a poco la realidad de Malabo, aprendiendo que la misión es un estilo de vida, que va con uno en cualquier tarea que realice y que es posible llevar a los demás la alegría del Evangelio desde las cosas más sencillas.