Junto a los preferidos de Jesús
Patricia Rosety nos comparte su reflexión tras su segundo año de voluntariado en El Seibo
Pienso en El Seibo y, automáticamente, sonrío. Hace dos meses que volví de mi voluntariado en esa misión de República Dominicana y, en parte, sigo allí. Recordar es volver a vivir. Quizá sea un poco nostálgica, pero lo vivido allí me sirve. Me sirve para mi día a día aquí, para vivir
mejor la solidaridad, la fraternidad, para ver mejor al de al lado, al prójimo, o simplemente para verlo, para pararme un poco en esta vida nuestra. Va todo tan deprisa y es tan instantáneo en esta parte del mundo que apenas tenemos tiempo para pensar.
Era mi segundo voluntariado en el Seibo, la continuación del verano anterior, en mi tiempo de vacaciones. Un voluntariado que siguió todo el
año desde aquí. Al regresar a la Misión tuve la sensación de que nunca me fui, y al volver a España sigo de la misma manera. Sigo involucrada desde aquí con la misión de El Seibo. Ser periodista me lo facilita para contar aquí lo que sucede allí.
Necesitan ser escuchados, les da fuerza. Y he podido contarlo en COPE, donde trabajo.
En la Misión, en El Seibo, me siento en comunidad, y eso es importante. Me sentí en comunidad con los frailes con los que estuve, Miguel Ángel
Gullón, asturiano como yo, y Jacques Jean, haitiano, y con las personas que están en el entorno, que son muchas. Una amplia comunidad.
Comunidad con mis compañeros periodistas de Radio Seibo, donde estuve una parte importante de mi tiempo. Una radio de los dominicos que
denuncia problemas, denuncia injusticias, busca justicia, transmite esperanza y da voz a los que no la tienen para que sean escuchados. Y comunidad con los que tienen problemas, muchos problemas, problemas creados por otros que tienen más poder, mucho poder. Gullón se refiere a ellos como “los Preferidos de Jesús”, y son los campesinos de Mamá Tingó, conocidos como los “Peregrinos del Seibo”, los desalojados de Villa Guerrero, y los haitianos, que parece que no tienen derecho a nada, sólo a trabajar como esclavos en los campos de la caña de azúcar. Les quitan sus tierras, les echan de sus casas, infraviviendas en muchos casos, chabolas, que diríamos en España, les niegan los papeles para existir, les engañan. A estas alturas de la película, en 2023, en pleno siglo XXI, hay cosas que cuestan creer. Pero existen. Ésa es la realidad. Desde aquí no nos cabe en la cabeza. Ni nos lo imaginamos. Viven casi de la Providencia, y
del apoyo de los misioneros. Nosotros tenemos tantas cosas...
Estuve con todos ellos, conociendo sus problemas y su lucha, poniéndome a su lado, e intentando comprender cómo lo viviría yo si me pasase algo parecido, si sabría reaccionar. Qué lecciones nos dan. Los hay que no tienen nada de nada, pero ahí están nuestros dominicos. He visto en ellos la dignidad con mayúsculas. Para mí fueron semanas de aprendizaje, de mucho aprendizaje, pero para ellos, misioneros y “Preferidos de Jesús” sonmuchos años de lucha. Una lucha de defensa de la dignidad y defensa de derechos humanos.
Siempre admiré a los misioneros y, desde que tengo la posibilidad de compartir algún tiempo con ellos, hace ya muchos veranos, mucho más.
Me llama la atención su mirada, su disponibilidad, su lucha...siempre piensan en los demás, “lo primero es el otro”. Viven el Evangelio en estado puro, te lo hacen vivir en estado puro, y en estado puro lo transmiten.
Gracias, Miguel Ángel, gracias, Jacques, por dejarme “estar” y por poder compartir con los “Preferidos de Jesús”.
Patricia Rosety