¡Hola Iglesia! ¿Cuándo venís a buscarnos para la fiesta?
Nuestro voluntario Javier nos cuenta su experiencia de misión de evangelización por los barrios de Montevideo (Uruguay)

Uruguay no era mi destino pese a lo cual acabe de misión allí. El Señor quiso que fuera en ese país y le doy las gracias por llevarme.
Con mucho miedo por ser mi primera misión pues no sabía con lo que me iba a encontrar, la meteorología estaba en mi contra, soy más de frio que de calor, y me voy en pleno verano. Además, Uruguay es un país laico desde hace muchos años ¿Qué más podría salir mal?
Pero las ganas de misión lo pueden todo.
“Yo iré delante de ti”. (Is 45, 2)
Encontrarme con mis primeros compañeros de misión fue muy lindo, el grupo lo formaban prenovicios y frailes venidos a misionar desde Paraguay.
En la reunión preparatoria me sentí muy a gusto, como si conociera a todo el mundo, pese a llevar pocas horas en el país. Ya se respiraba un ambiente de misión, era uno más en la Familia Dominicana.
“Haced lo que Él os diga”. (Jn 2, 5)
¡Y LLEGO EL DÍA!
Emocionante después de la oración, el reparto de cruces y camisetas especiales para la misión, que ganas de comenzar.
Se formaron los grupos que iríamos casa por casa a misionar, nos faltaba tiempo para salir corriendo para anunciar que estábamos allí en nombre del Señor.
Hicimos las invitaciones para las fiestas infantiles, las reuniones de adolescentes y reuniones de adultos.
Pese al calor, era tal la alegría que se respiraba por toda la “Capilla del Buen Pastor”, la cual era nuestro centro de operaciones.
“No sois vosotros los que habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado ara que vayáis y des fruto”. (Jn 15, 16)
Los comienzos nunca son como esperas, y en misión no podía ser menos. Sales con muchas ganas y emoción y pese al no recibir respuesta en las primeras casas, el grupo seguía animado.
Había muchas ganas de anunciar que íbamos a estar allí toda la semana. Los días se hacen cortos, pese a estar temprano en la capilla con oración preparada por los misioneros, todas muy bellas.
Salir a misionar con ganas y volver a comer sabiendo que el grupo de comida ya la tenía preparada. Hay muchos equipos, al final todos hacemos de todo en cuanto se necesita.
Hay tardes me vuelvo un poco triste, no veía frutos de misión, o bien no te abrían la puerta o que de la Iglesia no querían saber nada.
Gracias a Dios la Parroquia Santísima Trinidad tenía una capillita donde todos los días pedía para que se dieran más frutos en la misión. Al día siguiente salíamos a misión con más ganas aún. Por nosotros no va a quedar.
¡La mies es mucha y los obreros pocos!
Las fiestas infantiles fueron muy especiales, ver a los niños tan felices por unas horas. Tuvimos que ir a buscar a un grupo de pequeños, los padres solo les dejaban si íbamos a por ellos y al terminar los llevábamos de vuelta, cosa que me sorprendió mucho. La camiseta y la cruz de la parroquia haciendo milagros.
Pasamos unas horas muy felices, creo firmemente que los que nos fuimos más llenos esas tardes, fuimos los misioneros por ver como la pasaron de bien los pequeños.
Al llevar a los niños, iba tan feliz que una pequeña piedra en mi cabeza me hizo volver a la realidad. Algún niño díscolo le gusto mi cabeza como diana.
“Dejen que los niños se acerquen a mí”. (Mt 19, 14)
Visitamos la Fazenda de la Esperanza, un lugar con una paz y un amor especial. Saber que este es un hogar que acoge, porque es el hogar de Dios, un hogar donde reina el amor.
Van pasando los días y no se nota cansancio, al contrario. Tuvimos momentos únicos, como el llevar la imagen de La Virgen a personas con graves enfermedades y saber que se habían sentido muy bien esos días. Ningún camino es fácil, pero con Dios todo camino es bonito. Algo bueno estamos haciendo.
Escuchamos detrás de una valla unas vocecitas de niñas:“¡Hola Iglesia! ¿Cuándo venís a buscarnos para la fiesta?”. Y a esto es a lo que nos convoca El Señor, a esto es a lo que nos llama, que seamos un milagro del amor. ¡Efectivamente nosotros somos Iglesia!
Las grandes misiones del cristiano es llevar la alegría a un mundo que esta triste porque se va alejando de Dios.
Los frutos de la misión fueron dándose poco a poco, por nosotros no iba a quedar y debíamos seguir perseverando.
Muy especial también conocer poco a poco a todos los misioneros.
Nosotros no debemos olvidar que amistad y caridad, forman una sola cosa, luz divina que da calor.
La misión tuvo un brillante colofón con una misa en la Capilla del Buen Pastor, llena de emoción y a la vez de tristeza por el final.
Aunque suena a tópico, llegue a Uruguay con ganas de dar todo de mi en esta mi primera misión, no soy quién para decir si lo conseguí o no.
Lo único cierto que se, que me llevo mucho en mi corazón en vivencias recuerdos y dejando muchos amigos y sobre todo una gran familia Dominicana.
En la misión vi que es ser hijo de Dios y vivir como un hijo de Dios, Él provee siempre y lo he visto en esta experiencia pues no deja solo al desvalido.
Javier Moreno