Gracias a El Seybo
Patricia Rosety reflexiona sobre su última experiencia de misión en República Dominicana: la radio, las clases o la denuncia de las injusticias que tanto le hacen aprender y reflexionar
Pasan los días, se acaba el año y no me había sentado a escribir sobre mi última experiencia en la misión de El Seybo, República Dominicana. La intensidad de mi trabajo periodístico, la actualidad informativa de los Tribunales no me lo permite y tengo que hacerlo un domingo. Con tranquilidad. Me gusta sentarme a pensar y rememorar muchos momentos, ésos que te dan vida, en los que recuerdas a personas que aprecias, personas que te sorprenden. Momentos para festejar, reír, llorar, compartir, escuchar o intentar solucionar un problema.
Desde allí, en el mes de octubre, escribí en estas páginas que llevaba “Dominicana en mi corazón”. Los lugares los hacen las personas. Cuando llegas a una misión que ya conoces parece que lo coges donde lo dejaste, aunque siempre hay cosas nuevas o que se viven con más intensidad, según las necesidades. Mi función principal estaba en la radio. El misionero, Miguel Ángel Gullón, me pidió que participase en Radio Seybo todo lo que pudiese. Yo, feliz. Es una radio cercana, que se ocupa de las personas, de sus problemas, de buscar soluciones, de denunciar las injusticias y de llevar esperanza. Este año cumple 50, con un lema que la define muy bien: “50 años en sintonía con la Dignidad”.
Me gusta la radio, es mi vida, mi vocación, mi pasión. Me gusta ver cómo los seibanos se acercan a la radio, cómo la necesitan, cómo participan, y cómo quieren formar parte de ella. Son muchos los que se acercan para ser voluntarios y colaborar con los buenos profesionales de esta bonita radio. Me gusta escuchar, me gusta observar, me gusta intervenir cuando me lo piden o es necesario. A veces, en alguna entrevista para sonsacar algo a algún político con el “desconocimiento” de quien llega de fuera.
Me gusta ver cómo a los niños y adolescentes se les despierta el gusanillo del micrófono. Estuve con los más pequeños en “Los niños y las niñas también cantan”. Qué naturalidad, qué ingenio, qué preguntas…y qué peligro tienen en algún momento. Son niños, niños delante de un micrófono.
Mi profesión periodística me llevó a dar clase. El misionero Gullón me invitó, de nuevo, a impartir una clase en su asignatura de Moral, asignatura que da en la capital dominicana en el Centro de Teología Santo Domingo de Guzmán de la Universidad Santo Tomás de Aquino de Roma, el prestigioso Angelicum. Un orgullo y un honor para mí. Hablé a los religiosos de “Ética en los medios de Comunicación”. Cómo les interesa, hacen muchas preguntas. Les cuento cómo funcionan los medios, cómo es el Periodismo, cómo es el que yo hago, cómo es mi trabajo. Con profesionalidad, desde el respeto, con responsabilidad y desde la ética. Contrastando la información para que sea veraz.
Ésta es la parte “bonita” de mi misión, que además tengo la suerte de poder contarla en COPE, de poder visibilizar las misiones. Pero la parte dura continúa. Siguen las injusticias, las que denuncia Radio Seybo. Los campesinos siguen sin su tierra, la que les arrebató con violencia un terrateniente de la noche a la mañana, con la muerte incluida de un niño de doce años. Les cuesta mucho una respuesta de la Justicia y del Gobierno. Y otra parte dura, muy dura, esla situación de los haitianos y la orden del Gobierno de deportar cada día a 10.000. No tienen papeles, no tienen nada, trabajan en situación de esclavitud, los detienen y los meten en la “camiona”, un camión-jaula, por el hecho de ser de raza negra. Sin preguntar. Y deportan a personas nacidas en Dominicana de ascendencia haitiana. Y en Haití no tienen a nadie. Esto me lleva al sermón de Adviento de Montesinos de 1511: “¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a aquestos indios? ¿Éstos no son hombres?” Estamos en 2024.
Todo esto me hace reflexionar, me hace pensar en todas las personas que conocí, que conozco, en todas esas situaciones. Y ver cómo vivimos aquí. Me hace relativizar, me hace crecer y me une a todas esas personas. La misión me hace crecer. Creemos que vamos a enseñar y a lo que vamos es a aprender. Sólo quiero decir “gracias”. Gracias a El Seybo, gracias a la misión de El Seybo.
Patricia Rosety