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El Blog de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas

Epifanía: mi copa rebosa

Sagrario, después de disfrutar las Navidades con su familia guineana nos manda esta reflexión sobre el banquete que ha disfrutado en el que su copa rebosa

Belén viviente Malabo

A veces los salmos resplandecen en las lejanías tropicales. De repente en este templo de la Iglesia de santa Maravillas en Malabo las escrituras toman cuerpo de una manera insólita. Brillante Epifanía. Con esta reflexión cierro el ciclo de Navidad, de mi Navidad en África, en esta pequeña isla del gran continente,en este amado lugar dónde he encontrado una gran familia.
Pastorcitos guineanosY sí, resplandecen los salmos, las letanías, las oraciones tantas veces repetidas desde la infancia. Hoy era el día de Reyes, bastante tranquilo casi como un día cualquiera, aquí donde todo es demasiado precario no era festivo. Sin embargo, tuvimos nuestra misa, nuestra eucaristía señalada por varias celebraciones. Era Epifanía, pero además hubo bautismos y dos parejas renovaban sus votos de matrimonio canónico. De modo que que era ocasión de celebrar y de dar gracias. Os quiero transmitir, pues, como broche de oro, el júbilo por una Epifanía tan especial.


Los días de atrás había escuchado en alguno de esos momentos resplandecientes de la salmodia una voz que cantaba, mientras le correspondía toda la coral con gran energía: pones una mesa ante mí y mi copa rebosa (salmo 23). Entonces sentí junto al altar admiración y agradecimiento porque efectivamente veía que el Señor ponía ante mí una mesa llena de risas, de abrazos, de ojos iluminados, de manos que trabajan y cantan, de niños llenos de vida, con sus brincos y saltos por el patio de Maravillas, y todo ello era mi mesa, el banquete que se me había servido y me había nutrido estos cuatro meses de misión. Por lo que rebosa mi copa. Inmenso el regalo intangible e inmaterial del día de Reyes en esta bendita misión.


En lo hondo del corazón, que ya atardece fatigado, se ilumina hoy la imagen perfecta del banquete que el Señor pone ante nosotros cuando nos sirve una vida llena de aire, de luz, de vitalidad y energía renovada. Milagros de amistad y familia, una mesa que, en la experiencia de misión, se hace más patente en medio de la pobreza y la precariedad. Los días previos había soñado un Belén viviente, este sueño se hizo realidad con algunos chicos de la parroquia: monaguillos, muchachas danzarinas a veces rebeldes, pequeños que pululan por las tardes alrededor del atrio y por el patio con los insectos, los lagartos y las oropéndolas.


María y el NiñoCuando miraba el Belén viviente, escenificado al fin a la derecha del altar, a pesar de regañinas y desaciertos en los ensayos no podía creerlo: el descontrol, el cansancio bajo el bochorno de las tres de la tarde aplastando los tejadillos y las palmeras, los niños peleando por los turbantes o los collares, tirones y risas… Los últimos días y noches estaba algo inquieta, pensaba que el Belén viviente había sido un sueño y que no sería capaz de coordinarlo. Sin embargo, ante cada pequeña dificultad, saltaba un gran milagro que iba solventando lo que me faltaba. Por ejemplo, cuando la Virgen María se me ofreció con una sonrisa en la persona de una joven madre y su bebé, que formaba parte de uno de los coros. San José fue uno de nuestros mejores monaguillos. Otros cuantos desfilaron vestidos de Reyes Magos, con sus túnicas de asistir en las celebraciones y unos popós preciosos, que yo tenía en mi maleta para regalos. También los que peleaban y pululaban por el patio lograron ser pequeños pastorcillos bubis danzando y desfilando por la Iglesia para hacer su ofrenda delante del altar y luego arrodillarse a los pies de la Virgen…


De verdad que estaba emocionada, no podía creerlo, mientras tomaba algunas fotos que ahora os envío, volvía una y otra vez a resonar en mi corazón el salmo: Has puesto una mesa ante mí y mi copa rebosa.
Pastores del belén viviente en MalaboDoy gracias por esta Epifanía inolvidable, por este día de Reyes magníficos y dignos, preciosos monaguillos con sus túnicas de acompañar a misa, con sus capas y exóticos turbantes adornados de los colores y la alegría de los vestidos de este pueblo. Gracias porque la misión de este año llega a su fin y he podido compartir, repartir y resistir, conocer y conocerme un poco más, cansarme y volverme a ilusionar con esta gente maravillosa de Maravillas; gracias porque he encontrado amigos y amigas nuevos porque he anudado en mi corazón los abrazos a veces asfixiantes de los niños, gracias también por mi salud y mi resistencia. La preocupación que a veces tenemos, cuando salimos en misión, la inquietud de la primera vez que nos acecha se va desdibujando cuando la misión es como tu segunda casa. Gracias también por los rezos de unas y de otros, gracias por la cocinera, por el pequeño grupo de laudes y la misa al alba. Ese momento de contemplación fresca y serena. Gracias a la casa de predicación, la casa de San Martín de Porres, gracias porque tuvimos un dominico más y pudimos celebrarlo con él, en su pueblo, en la parroquia, en la Catedral.

Gracias porque esta Epifanía ha sido una  fiesta extraordinaria: pones una mesa ante mí y mi copa rebosa.

Sagrario Rollán

Belén guineano al completo