En Koribeni
Patricia nos escribe sus primeras impresiones desde Koribeni, en la selva peruana.
Llevo diez días en Koribeni y tengo que decir que no hay tiempo. Sólo tiempo para vivir lo que aquí sucede, que ya es suficiente. Y de aprender, y de compartir. Me tiene enganchada, porque esto engancha. Y ahora que tengo un ratito os lo cuento. Pero importa más vivirlo. Ya habrá tiempo para contarlo.
Llegué el día 27 a Cuzco y fui a Quillabamba el 28. Cinco horas de espectacular paisaje. Y en Quillabamba estuve dos días y medio, esperé a que le dieran el coche a Rufino para venir a Koribeni. Estuve en la Parroquia y en Radio Quillabamba. Allí, en la Biblioteca, estuve buscando documentación que me pidió Roberto para el centenario de esta Misión, que se celebrará dentro de cuatro años. No pude llegar a Koribeni cuando estaba previsto, pero sí pude trabajar desde Quillabamba. Llegué a Koribeni el 30 por la noche y por fin conocí en persona a Roberto, y comprobé toda esa energía y fuerza que me dijeron que tenía. Aunque por teléfono ya se le nota con esa voz tan radiofónica. Y yo de eso sé algo.
Y aquí estaba Belén, que lleva desde primeros de julio, y con ella me he dedicado estos días a los niños, en el campamento. No sé cómo explicarlo, pero los niños…son tan tiernos…tan espontáneos, tan simpáticos… sobre todo los de 6 a 10 años. Me sorprendió el primer día cómo nada más llegar te besan y te abrazan. Y hacen lo mismo al despedirse. Y así todos los días. Mañana y tarde. Y te dicen que te quieren mucho. Y los últimos días te dicen que te van a extrañar. La verdad es que estar con niños es muy gratificante. A veces te apetece llevártelos a casa, aunque sólo sea un ratito.
Y al terminar con los niños me pongo con la documentación del centenario. ¡Todo lo que estoy aprendiendo de Koribeni! Qué bien lo han contado y lo cuentan en sus crónicas los frailes dominicos desde hace tantos años. Son unos relatos muy interesantes. Dignos de película, porque hicieron hasta cine, y en los años 20. Y mañana ya nos vamos a las comunidades indígenas. Qué experiencia. Tengo unas ganas…pero aquí todo son experiencias, buenas experiencias. La gente es tan sencilla…y eso nos sorprende. Nuestro mundo es tan complicado, lo hacemos complicado y vivimos con mucha prisa. Y aquí se escucha la naturaleza, el silencio de la naturaleza…
En la Misión de Koribeni estamos con los padres Roberto, Rufino y Fray Juan. Qué entrañable es Fray Juan. Una vida muy familiar, de comunidad. Con unas buenas conversaciones en la comida y en la sobremesa. Y María nos hace unas comidas riquísimas. Y de obligado cumplimiento tras la cena es la partida de parchís. Bueno, dos, porque Roberto nos gana casi siempre y hay que dar oportunidad a los demás.
Patricia - Voluntaria en misión