El Reencuentro
El seis de julio Ángela llegó a Perú y empezó la segunda parte de su proyecto en misión
El pasado 06 de julio llegué a Perú, ahí empezó la segunda parte del proyecto de misión que tuvo que ser interrumpido debido a la situación política que atravesó el país el pasado mes de diciembre.
Cuando llegué a Cusco me encontré una ciudad un tanto distinta a la que me dejé, el comercio volvía a estar activo y poco a poco se veían más turistas. Cuando visité la Plaza de Armas la sensación que tuve fue un poco extraña: era una turista pero en una ciudad ya conocida.
Al día siguiente tomé el bus que me llevó a Quillabamba, la puerta de entrada a la Selva. Allí me reencontré con las hermanas Dominicas Misioneras del Rosario. Estar en su casa es estar en familia, cuando les escuchas hablar sobre sus experiencias de misión por las Comunidades Nativas de la Selva Amazónica no te dejan indiferente, percibes que han luchado mucho por dar dignidad a las personas de estas tierras.
El día 09 de julio, junto con los Padres, llegué a Koribeni. Allí pude reencontrarme con algunas de las chicas y chicos que conocí el pasado mes de septiembre en el Internado. Su acogida me sorprendió dado que pasé poco tiempo con ellos, pero su recibimiento estuvo lleno de cariño y alegría. Me contaron que estos meses de paro habían sido duros para ellos, ya que el acceso a alimentos básicos no fue nada fácil. Allí recibí una noticia que me llenó de alegría: una de las internas, Paola, había conseguido obtener la beca 18, y eso le ha brindado la oportunidad de ir a la Universidad. Actualmente está estudiando una ingeniería en Quillabamba.
A la mañana siguiente, junto con el Padre Roberto, puse rumbo a Pangoa. Llegar al Internado me llevó a revivir muchas emociones, desde la alegría más profunda hasta la tristeza.
Me alegró mucho ver que alguna cosa había cambiado: al final se consiguió poner el suelo de cerámica en el comedor, habían quitado el cañizo de la cocina y había sido sustituido por tablones de madera, se habían cercado a los animales (bueno, para ser exactos, se ha hecho un intento, ya que los animales en Pangoa luchan por su libertad) y lo más novedoso, hay una piscigranja. Muchas cosas habían cambiado, pero hay una que se mantiene igual: el cariño de sus habitantes.
Volver a ver a la Profesora Justina y a la Señora Sonia fue todo un regalo. Me recibieron con un abrazo, y un cariño que es mutuo. Estas dos mujeres trabajan y luchan para que cada uno de los chicos y chicas que viven allí puedan salir adelante. Que sean capaces de estudiar, y aprendan una profesión.
Muchos de los internos con los que compartí dos meses el año pasado seguían este curso. El reencuentro fue muy cariñoso, lleno de alegría y sonrisas sinceras. Me sorprendió saber que muchos de ellos me han echado de menos estos meses, aunque intuyo que lo que realmente echaban de menos eran nuestras escapadas a la cascada.
En estas dos semanas que he estado en Pangoa, he podido colaborar en el proceso educativo de los chicos, pero, no sólo en el académico, sino con el que hace referencia al crecimiento personal.
Con los chicos, varones, he podido tener algunas charlas, en las que les volvía a insistir en que pensaran sobre “qué clase de hombre quiero ser en el futuro”, sobre todo, enfocado en las relaciones entre iguales, y más en concreto, con las mujeres.
Cada vez más es necesario, en todas las partes del mundo, llevar a cabo una educación integral de la personal, donde las relaciones afectivo sexuales tengan un espacio y pueda permitir a los más jóvenes reflexionar sobre la importancia de cuidar y respetar el cuerpo propio y el ajeno.
El primer sábado que estuve en Pangoa tuvo lugar uno de los acontecimientos más esperados por los chicos: la celebración de los cumpleaños comprendidos entre los meses de enero hasta julio. Ese día siempre es muy especial para ellos: hay torta, una comida especial (se suelen matar pollos o patos para que todos puedan comer un trozo de presa), gaseosa, baile…pero esta vez hubo algo que lo hizo especial: la celebración de los 15 años de alguna de las chicas.
Esa tarde ocurrió un fenómeno muy bonito: todas las chicas ayudaron a las que celebraban “sus quince” a arreglarse, a ponerse “bonitas”, dado que esa tarde era su día. Era una alegría generalizada, donde lo verdaderamente importante fue que todas ellas se sintiesen protagonistas. Ellos ayudaron en la decoración de la sala, y, por supuesto en el baile del “vals”.
Para ellas esta celebración es importante, dado que, según me explicaron, dejan de lado la infancia. Dejan de ser niñas para convertirse en “mujeres”. Lo viven con responsabilidad y en cierto modo, a partir de ese día, se sienten un poco “más mayores”, aunque, es cierto que siguen siendo pequeñas adolescentes.
Al día siguiente de festejar los cumpleaños, tuvo lugar la celebración de la Asamblea de los padres del internado. En ella, junto a Justina, tratamos de hacer a los asistentes que, durante los días de vacaciones por Fiestas Patrias, debían poner horarios a sus hijos, aprovechar para crear lazos de confianza con ellos, que sintieran que la casa “es un espacio seguro”, y, sobre todo, que controlasen las horas de celular, porque, al igual que en Europa, los chicos pasan demasiadas horas conectados cuando llegan a casa.
De la Asamblea me gustaría destacar el sentimiento de respeto ante las decisiones tomadas, la escucha y el diálogo que se da entre los padres, la Junta Directiva y la propia Justina. Me sorprendió ver el respeto que le tienen a este órgano, y, sobre todo, entienden que la asistencia debe ser una obligación de los padres, y, por tanto, su no participación debe conllevar una sanción.
Ya han llegado las Fiestas Patrias, y con ellas, el Internado cierra las puertas hasta el próximo 06 de agosto.
Ángela Burguet, voluntaria de Misioneros Dominicos - Selvas Amazónicas en la misión de Pangoa, Perú