El Bañado de Tacumbú: un camino de esperanza
Carmen Calama nos cuenta sus primeros días de voluntariado misionero en Paraguay, compartiendo Fe y solidaridad

Hace poco más de 1 semana aterrizaba en Asunción, Paraguay. Ya desde mi llegada en el aeropuerto pude sentir el abrazo de esta tierra paraguaya con el recibimiento que me brindaron Pai Pedro Velasco, fraile dominico, y Marta, acompañados por el equipo social de CAMSAT.
Ese mismo día fuimos ya al Bañado Tacumbú, mi destino de misión este tiempo. El encuentro con los recicladores y conocer la dureza de su vida me llevó de inmediato a poner la mirada aquí, dejando atrás ese Madrid de prisas, ajetreo y ruido. Esos rostros cansados de quienes recorren las calles con su carro esperando encontrar materiales y residuos para vender fueron mi primer contacto con el Bañado.
Al día siguiente, tras compartir comida y sobremesa con la Comunidad de frailes, fuimos a la catequesis en LA SEN: uno de los asentamientos dentro del Bañado donde se concentran familias muy vulnerables viviendo de forma muy precaria. No es un sitio fácil para vivir y crecer. Los niños llegan a la catequesis contentos, y muy puntuales la mayoría. Ese espacio y ese momento con las risas, los juegos y la merienda incluida, son un oasis de esperanza. Aún así, en el paseo con Anita la catequista y trabajadora social de la zona, para conocer el barrio no puedo evitar pensar qué difícil es para un niño vivir en LA SEN…En esta semana en CAMSAT, en el Bañado, he podido asomarme y empezar a conocer buena parte de los proyectos que se desarrollan aquí. En todos ellos se percibe la fuerza de la Comunidad. Una Comunidad que ha ido construyéndose y fortaleciéndose en torno a fray Pedro Velasco. Es difícil entender lo que es hoy el Bañado sin él, como referente y también sin ÉL, sin el Padre en quien tienen puesta su esperanza conscientes de que Dios les cuida y les guía. Y es que en el Bañado hay mucha Fe; Fe y solidaridad.
Estos días he tenido el regalo de compartir en el Centro de Día de mayores unas cuantas jornadas. Son todo mujeres y don Jorge, vecinos del barrio, que encuentran en Casa Día un lugar donde vencer la soledad, estar recogidos en un espacio cuidado con buenas condiciones y sin humedades. Allí la señora Celsa, Silvia y Natalia, junto a Sofía animan y cuidan la vida de los mayores de la Comunidad. A nosotras nos reciben cada mañana con entusiasmo, y disfrutamos ellos y nosotras de estar juntos. Es un proyecto reciente y necesita apoyos. De momento la esperanza ha llegado en forma de invernadero para construcción de un jardín vertical. Ahora toca darle difusión y continuidad además de ser un aliciente para los mayores que disfrutan con el cuidado de las plantas. Por la tarde estamos yendo Marta y yo a la escuelita, a refuerzo de lecto-escritura con los pequeños. Hacemos apoyo individualizado. Nos esperan cada tarde diría que incluso contentos de salir del aula para ir al refuerzo. Detrás de cada niño hay una historia difícil; en muchos casos de supervivencia, otros de soledad o ausencia materna. Para alguno de los niños que está aprendiendo a leer, será la primera generación en casa que lo haga porque la mamá y la abuela, como ellas mismas cuentan, ni leen ni escriben. Para ellas ver al niño juntar sus primeras sílabas es un signo de esperanza en un futuro que traerá otras posibilidades para todos.
También he podido disfrutar estos días de la escuela de danza. A ratitos en un descanso de las clases me he ‘escapado’ al aula. Son escuela con título oficial reconocido. Esto te da una idea de la fuerza de la constancia y del mucho esfuerzo puesto en todo este tiempo atrás en reconocer la dignidad de las personas que habitan el barrio. En medio de la desolación que deja un territorio castigado de manera histórica y continua por las inundaciones, la música y la danza ponen una gran armonía y belleza en el barrio. Fátima, la directora, formada hace años en esta misma escuela, se desvive feliz y orgullosa por preparar a las alumnas para rendir en el examen. Confía además que algún día lleguen chicos también a la escuela. La escuela de Danza y la de Música son un soplo de aire fresco en el Bañado además de un gran motivo de esperanza.
Con el equipo de Medio Ambiente estuvimos en el barrio temporal que acoge familias ya desalojadas por la construcción del nuevo barrio en espera de su vivienda. Allí pudimos conocer antes de llegar a trabajar en el huerto a Doña Asunción y su hija, paralímpica en Natación por Paraguay y medallista. Todo un ejemplo de superación y un orgullo para la comunidad del Bañado.
Y en medio de todo esto, un nuevo Bañado nace, al lado, en una zona no inundable. En 2 años empezará la reubicación de las familias al nuevo barrio. Esta semana al final de la tarde, hemos tenido las reuniones zonales. 19 en total, convocando por grupos a todos los vecinos para explicarles los criterios de asignación de vivienda, y escuchar sus dudas y preocupaciones. Ha sido desde luego para mí una inmersión exprés en el barrio y una oportunidad de escuchar y conocer de cerca las inquietudes de las familias, sus esperanzas y también sus temores. Todo el equipo social de CAMSAT junto a Fray Pedro lleva trabajando desde hace años para conseguir mejorar las condiciones de vida del barrio y para mantener la unidad de todos y conseguir una solución solidaria donde todos en conjunto mejoren. Hoy eso está ya muy cerca y es una realidad que cambiará para siempre la vida del Bañado abriendo nuevas oportunidades. Es un cambio lleno de retos sociales y culturales.
También estos han sido días de compartir Fe y vida con los frailes de la Comunidad y como Familia Dominicana. Al poco de mi llegada pude participar en el encuentro de Redes vocaciones de FD y este último domingo hemos celebrado el encuentro de Familia Dominicana con presencia de laicos, hermanas dominicas de diferentes congregaciones presentes aquí en Paraguay y frailes.
Esos momentos de encuentro, de oración y celebración de la Eucaristía encontrándonos como hijos de Domingo tras los pasos de Jesús me recuerdan cada mañana que ÉL es quien me ha traído aquí. Pido a Dios que no me falte la mirada compasiva, la alegría en el encuentro con cada persona que se cruza en mi camino a diario y el corazón lleno de esperanza para reconocer el rostro de Dios que es Padre en cada rincón del Bañado.
Carmen Calama,
Voluntaria misionera en el Bañado de Tacumbú, Paraguay