Doy fe
Maite:
Nuestro trabajo en El Seibo para el Secretariado de Selvas Amazónicas consiste en visitar a las familias de niños becados por la institución.
La jornada de visitas comienza a las 14:30, que vienen a recogernos en motoconcho para desplazarnos hasta los campos de Bateyes (comunidades surgidas a raíz de los campos de caña de azúcar).
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Nuestro trabajo en El Seibo para el Secretariado de Selvas Amazónicas consiste en visitar a las familias de niños becados por la institución.
La jornada de visitas comienza a las 14:30, que vienen a recogernos en motoconcho para desplazarnos hasta los campos de Bateyes (comunidades surgidas a raíz de los campos de caña de azúcar).
El sentido de la vista disfruta con la contemplación de la vegetación caribeña. Los campos verdes y frondosos son bellísimos, y las tonalidades de verdes inigualables. Hay riachuelos y arroyos, si, pero a cambio tenemos una fauna de insectos muy variada. Insectos que por supuesto son transmisores de enfermedades como el dengue. Y en medio de ese bello paisaje, se abren paso los asentamientos de las familias de “trabajadores” de la caña de azúcar. Hombres, y también algunas mujeres que, en régimen de semiesclavitud y por muy pocos pesos trabajan la caña. La compañía les ha dejado asentarse en la finca, y los asentamientos son en hogares construidos con tablas, maderas y demás materiales que sirven para “construir” un hogar. Yo sólo pienso qué pasa con las vidas de esas gentes cuando llegan los ciclones. No vamos a profundizar en la consabida pobreza y exclusión en la que viven. Ellos son muy conscientes, y nosotros empezamos a serlo.
Como somos blancos de piel, cuando nos ven nos llaman “americanos”. En otras partes del mundo nos llaman “tubab”. Lo cierto es que a sus ojos somos blancos y ricos. ¡Y no les falta razón!. Algunos niños becados esperan nuestra visita, otros no. Nos invitan a pasar a sus hogares, nos ofrecen lo que tienen, una silla para cada uno, ciertamente hay hogares en los que no tienen ni sillas, pero si hay una silla, esa es para nosotros. Y nos reunimos todos alrededor del niño/a becado/a, que obviamente pasa algo de pudor. Nos cuentan que la ayuda que les presta el Secretariado de Selvas Amazónicas es indispensable para que estudien. Sin ella no hay posibilidad de ir a la escuela. El transporte es fundamental, pero también los uniformes y “los útiles” (cuadernos, reglas, lápices, estuches y demás). Les preguntamos por sus calificaciones, si les gusta estudiar o si tienen sueños. Una no puede dejar de trasladarse a su infancia, donde lo tenía todo y donde estudiar era “un fastidio”. Esas frases repetidas por los padres de “hay niños que quisieran estudiar y no pueden” que a una le parecían un chantaje emocional. Ojalá pudiese volver a la infancia y hablar conmigo misma. Pero no se puede. Lo que sí se puede es buscar fondos para Selvas, mantener la fidelización de quien ya está aportando, hablar de lo vivido, de que la ayuda llega, que no se la queda nadie sino que llega de verdad. Damos fe. Lo hemos visto. Hemos contemplado la pobreza y hemos visto lo que el amor, en forma de generosidad, puede hacer. Ángel Manuel quiere ser médico. Tiene muy buenas calificaciones. No sabemos si lo conseguirá, pero a sus 15 años es consciente de que si no fuera por el aporte del Secretariado de Misiones, hoy, no sería ni tan siquiera un sueño porque no podría pagarse el desplazamiento hasta la escuela de secundaria desde su Bateye hasta El Seibo, donde está el politécnico. Y son ustedes, socios y colaboradores, quienes con su ayuda están capacitando a estas personitas a las que nosotros hemos puesto nombre y rostro, quienes hacen posible que se pueda soñar.
Hoy somos la voz de estas familias, y en su nombre, les damos las GRACIAS. Así nos lo han pedido, y así se lo hacemos llegar.
Maite