Cuando salir en misión es como volver a casa
Nuestra querida voluntaria Sagrario Rollán, está de vuelta en nuestra misión de Malabo (Guinea Ecuatorial), y su acogida, en todos los sentidos, le hace sentirse en casa, disfruta de tu hogar.
Llevo tres días en la misión de Malabo, como es la segunda vez que vengo a este lugar, amigos y conocidos me preguntan cómo estoy o cómo me encuentro, entonces me viene la sensación de la tarde de mi llegada, y la evocación del entusiasmo que experimenté, a diferencia de la inquietud de la primera vez que aterricé en esta pequeña, querida isla, en esta parroquia dominica llena de niños y de cantos, la tarde del viernes cuando volví a esta casa de la predicación, como la denominara el otro dia fray Roberto cuando me dijo que él mismo iría a buscarme al aeropuerto.
Parece ser que los meses pasados no llovió tanto como de ordinario, y por haber llovido toda la mañana del viernes, me encontré con una atmósfera resplandeciente, de un verde brillante con mil matices que se adentra en mi retina y en mi corazón castellanos como un abrazo de luz y frescor. Como imaginar el ultimo día de la creación cuando todo estaba dispuesto y vio Dios que todo era bueno. El recorrido desde el aeropuerto a casa era una emoción de afecto y alegría crecientes por la vuelta, un agradecer desde todos los poros de la piel y en cada rincón del alma.
Realmente la vuelta fue muy hermosa, se instalaba en mi memoria con esa dulzura de algunos sueños remotos de infancia, o con esas huellas memorables de los primeros viajes lejanos de juventud.
Así fue, y así deseo que permanezca en los momentos de dificultad o desaliento, aquí o allá. Porque la vida tiene muchos recodos, y la misión puede deparar retos más o menos complejos, momentos sombríos de desánimo o pesados e incomprensibles de compasión. Así me encuentro, en medio de este cúmulo alegre y vivaz de sensaciones, junto a un pueblo alegre y vivaz a pesar de la vida dura y tantos problemas sin visos de solución inmediata.
El día de mi llegada sentí esta salida en misión como un volver a casa. Recordé entonces la sentencia del poeta francés Christian Bobin, cuando dice que en realidad no habitamos regiones , y tampoco propiamente la tierra. Sino que el corazón de aquellos que amamos es nuestro hogar, nuestra verdadera morada.
Hoy volví también a las aulas, mañana será otro día. Ahora cae la tarde desde la maravillosa terraza de la casa de San Martín de Porres. Y sé que su misericordia llega al cielo, su fidelidad hasta las nubes, su justicia hasta las altas cordilleras, sus sentencias como el océano inmenso (Salmo 35)
Sagrario Rollán