Crónica desde Colorado
A finales de julio, Natalia y Emilio nos mandan sus primeras experiencias desde la misión de Colorado. Han disfrutado de 2 meses en las misiones de Puerto Maldonado y Colorado.
Ubicar Boca Colorado en el mapa ya es tarea complicada, aunque llegar lo es aún más. Casi cinco horas de camino separan esta pequeña comunidad de Puerto Maldonado. En el camino necesitas cruzar el río Inambari y realizar un largo trayecto por senderos de tierra sorteados por puentes de madera que sirven para cruzar los pequeños ríos que abundan en la zona.
Boca Colorado se encuentra en una tierra rica en oro, y gran parte de los pobladores de la zona son serranos que se han desplazado a la selva para trabajar en su extracción. Los habitantes de la selva, ceden sus chacras, o pequeñas tierras, a estas personas que denominan invitados, a cambio de una parte del oro que se extrae. El problema, es que la extracción de este metal implica la destrucción medioambiental de la región, ya que requiere el uso de metales como el mercurio, que contaminan la tierra y los ríos. Además los beneficios económicos que conlleva, en lugar de reflejarse en progreso social, acarrean un importante aumento del alcoholismo y la prostitución.
Allí se encuentra el albergue que ha levantado y dirige el padre Pablo Zabala. En el conviven 29 niños y niñas de las comunidades de la zona, que debido a la lejanía de sus casas respecto a una escuela o a la profesión de sus padres (relacionadas con la minería), encuentran en el albergue la única posibilidad de continuar sus estudios, por lo que no podemos dejar de agradecer el gran trabajo que realiza.
El albergue es un lugar peculiar, que busca en la medida de lo posible autoabastecerse, y es casi imposible no encontrar en él cualquier cosa que necesites. Allí se crían gallinas (de las que se saca carne y huevos), pavos, patos y peces, y hay una pequeña huerta donde se cultivan tomates o pimientos entre otras hortalizas. Pero como el albergue se quedó pequeño, el Padre cuenta con un terreno cedido por el ayuntamiento donde ha sembrado, con la ayuda de los chicos, papayas, plátanos o yuca, y ha realizado una piscigranja. Ese chacra se llama Paujil, está a 10 kilómetros de Boca Colorado y es un lugar especial para todos, en el que se entremezclan momentos de trabajo y diversión.
Además el albergue cuenta también con una pequeña tienda y una botica, regentadas por voluntarios o por el propio Padre, en las que se venden aquellas donaciones que se reciben de distintas fuentes, y que ayudan a mantener el proyecto.
En el albergue, el día a día de los niños es muy diferente al de cualquier niño español. La diana suena a las 5:30 de la mañana y el día comienza con las tareas cotidianas. Los chicos se dividen en 9 grupos y se encargan del huerto, las gallinas, la cocina y la limpieza de los distintos lugares del albergue. Tras tanto trabajo llega el momento del merecido desayuno campesino, consistente nada más y nada menos que en un guiso en toda regla. Después toca el turno de ir a la escuela a estudiar hasta la hora de comer. Tras la comida un par de horas de trabajo o estudio, dependiendo del día, y hora y media libre para jugar. Cena a las seis, misa a las siete y de ocho a diez realizan los deberes para el día siguiente. A las diez termina el día porque se va la luz eléctrica, así que todos a dormir hasta el día siguiente.
Ver sus vidas nos hace plantearnos la suerte que tenemos, y las necesidades que a veces nos cuesta ver, cosas tan sencillas como dar un beso de buenas noches a tus padres o tener un plato de comida en la mesa se valoran de forma diferente cuando estás allí y te sientes en la obligación de colaborar en la mejora de sus vidas y en el proyecto del Padre Pablo, que cada día se deja toda su energía en luchar por dar un futuro mejor a estos niños.
Nosotros hemos tenido la suerte de haber convivido con ellos y ser testigos de esta realidad. Les damos gracias a todos por haber compartido con nosotros sus vidas y enseñarnos tantas cosas.